sábado, 31 de diciembre de 2011

ARTIGAS, EL VISIONARIO - Entrevista a Jorge Pelfort

Gral. José G. Artigas


Artigas, además de héroe, fue un visionario compenetrado íntimamente con su entorno y con la diversidad humana que lo habitaba


-¿Considera que -a siglo y medio de la muerte del Prócer- sus ideas políticas, económicas y sociales, mantiene vigencia?

A grandes rasgos y, obviamente considerando el transcurrir de casi dos siglos, no trepido en afirmar que la mayoría, o por lo menos el basamento de la mayoría de sus ideas mantiene vigencia o aún son una aspiración a concretar. Nadie se atrevería hoy -en países democráticos, lógicamente- a disentir con Las Instrucciones de 1813 respecto a:

-que la libertad del gobierno emane del pueblo.
-que haya libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable.
-que se conserve la igualdad, la libertad y seguridad de los pueblos.
-que los pueblos se preserven del despotismo, sea de la índole que sea, mediante trabas constitucionales que aseguren la inviolabilidad de sus soberanías.
-que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial funcionen independientemente entre sí.

Ni tampoco, yéndonos ahora al Reglamento para el Fomento de la Campaña, que los más infelices sean los más privilegiados en una eventual distribución de tierras.

-¿Y en lo referido a su concepción de una región integrada?

Sin duda que tan fundamentales postulados por los que tan lúcida y empecinadamente bregó, se vieron frustrados por la pequeñez de miras -cuando no por la venalidad- de la mayoría de los gobernantes de la región, más preocupados en hacer buena letra en procura del beneplácito  -jamás gratuito- de las potencias imperiales.  Ni siquiera el actual Mercosur, esbozo de tan diferida integración, ha logrado pasar de mucho más de esbozo hasta el momento.

¿Cómo valora la relación que proponía entre los gobiernos provinciales y el gobierno central?

Por supuesto que era la más lógica y ecuánime, pero no tiene sentido referirnos a su "vigencia" que es el eje de estas preguntas cuando eso estaba pensado para la Provincia Oriental en federación con las demás del Río de la Plata.

-¿Podría decirme algo de su política económica?

La política económica fue encauzada prioritariamente en defensa y estímulo de la producción agropecuaria, sin perjuicio de fomentar las industrias artesanales, especialmente las que tendían a sustituir a las mercaderías importadas de Europa, de las que Buenos Aires era provechoso intermediario. La normativa aduanera artiguista establecía una escala de impuestos que oscilaban entre el 40% para ropa confeccionada y calzados, hasta la exoneración total para "...todo tipo de máquinas, los instrumentos de ciencias y artes, los libros e imprentas..."

Los productos de la región -incluido el Paraguay- pagarían el 4% una sola vez y mediantes un certificado que así lo autorizaba, podían circular sin más gravámenes por toda la comarca. La exportación de vientres vacunos estaba absolutamente prohibida, y así advertía Artigas al Cabildo de Montevideo: "Vele V.S. por la conservación de la campaña... de lo contrario nos expondremos a mendigar". Si al menos la mayoría de nuestros gobernantes hubiese tenido en cuenta tan elemental consejo, ¡cuánto mejor sería hoy el bienestar de nuestro pueblo!

-¿Y en relación a sus políticas sociales: protección de los más débiles, distribución de tierras y ganados, los cargos de "protectores de los pobres"?

Notorio es que Artigas apenas tuvo tiempo para llevar a la práctica sus señeros pensamientos al respecto. Quien primero pudo concretar algo fue el presidente Oribe, al crear en 1837 las pensiones y jubilaciones civiles que cubrían "...los riesgos de cese, invalidez, vejez y muerte" y que funcionaron durante cuatro décadas -incluso en ambos bandos durante la Guerra Grande hasta ser suprimidas por el gobierno de Latorre.

En cuanto a distribución de tierras, Artigas fue claro, no sólo en su conocidísimo Reglamento, sino también cuando ordenaba al Cabildo de Montevideo que conminara a los hacendados displicentes a poner en orden productivo sus establecimientos, bajo pena de que "...serán depositados en brazos más útiles que con su labor fomenten la población...". Dentro de tales pautas es que escribe al terrateniente Lino Pérez (el 20 de diciembre de 1816) advirtiéndole que "...si dentro de dos meses no hace Ud. sus ranchos y pone un rodeo de ganado manso, paso inmediatamente a proceder contra Ud. y no se queje si se ve despojado de su estancia"·

El único gobernante que encaró el tema en similares términos en el país fue, nuevamente, don Manuel Oribe, al enviar el 21 de marzo de 1836 un mensaje a la Cámara, sosteniendo respecto al agro: "Una de las causas impeditivas de su desarrollo es sin duda alguna la acumulación de mucha tierra en pocas manos, pero el remedio pronto para ese mal se oculta bajo el sagrado de la propiedad y es preciso librarlo enteramente a los progresos de la población...". (Subrayo "enteramente" porque no figura en el único libro que publicó el mensaje, pero sí en el manuscrito original conservado en el Palacio Legislativo). No dudo de que este planteamiento haya sido recibido con cerrada hostilidad por la oligarquía de Montevideo, donde residían los grandes terratenientes, algunos de los cuales ni siquiera conocían sus enormes propiedades, tal cual contaba Larrañaga de Antolín Reyna y su feudo sorianense. Lo cierto es que, antes de cuatro meses, Rivera invadía el país y, derrotado en Carpintería, volverá al año siguiente con unitarios y riograndenses para con el decisivo apoyo final de la flota francesa, obligar a Oribe a resignar el mando en octubre de 1838.

En cuanto al cargo de "protectores de los pobres", supongo que está referido al de "defensor de pobres" ejercido en los cabildos por uno de sus regidores, ocupado en asesorar y defender gratuitamente en cualquier trámite o pleito a los notoriamente insolventes.

-¿Qué opinión tiene respecto a su política cultural?

En la nutrida correspondencia de Artigas hallamos frecuentes referencias sobre el tema, ya solicitando, ya anunciando haber recibido envíos de "...Cartillas, calendarios, canciones patrióticas, tablas de contar y compendios de gramática...".

Desde Purificación se remitían gratuitamente a las Provincias del Protectorado, según lo informa Barrios Pintos en su obra "La villa de Purificación". Allí llevará a los padres Lamas y Otazú para fundar la llamada "Escuela de la Patria". Ante el Cabildo de Montevideo insistió con reiteración en cuanto a la necesidad de fundar un periódico, lo que sería "...conveniente para fomentar la ilustración de nuestros paisanos", logrando así que aparecieron algunos números de "El Periódico Oriental"· Cuando reciba el primer ejemplar escribirá eufórico: "He recibido el prospecto oriental, primer fruto de la prensa del Estado...". Pero ante su desaparición mostrará su decepción: "Para mí es muy doloroso que no haya en Montevideo un solo paisano (paisano significa hijo del país, sea de ciudad o del campo) que encargado de la prensa dé a luz sus ideas, ilustrando a los orientales...".

Pero lo que tuvo mayor resonancia, aunque efímera también, fue la creación de la Biblioteca Nacional, inaugurada por Larrañaga el 26 de mayo de 1816, formada principalmente en base a la importante colección bibliográfica legada por el benemérito padre José Manuel Pérez Castellano, recientemente fallecido, quien donó también el local y aún los fondos para su conservación y funcionamiento. También Larrañaga y otros ciudadanos de nota donaron importante material bibliográfico. Artigas aportó lo suyo al ordenar incorporar al conjunto "...una librería que el finado cura Ortiz dejó para la Biblioteca de Buenos Aires". Era evidentemente una alcaldada, pero no olvidemos que no hacia aún dos años que los porteños habían saqueado toda la ciudad en su obligada retirada de Montevideo. El brillante ceremonial se realizó bajo el santo y seña de "Sean los orientales tan ilustrados como valientes".

Lamentablemente, solo unos ocho meses funcionó la institución pues, entrados los portugueses a Montevideo el 20 de enero de 1817 - (¿de la mano de Rivera?) la biblioteca fue saqueada y los libros que quedaron fueron arrumbados en una pieza, siendo víctimas de la humedad, los roedores y los insectos. En cuanto al edificio  de dos plantas legado por Pérez Castellano, según refiere Fernández Saldaña en su Diccionario de Biografías "...disposiciones abusivas durante la presidencia de Rivera, llegaron hasta a enajenar la propiedad...", la que fue..... (falta un renglón cortado)..... casado con Teodora Rivera -la hermana mayor del Presidente- en la suma de $12.000, derivando además los $8.000 legados para conservación y funcionamiento hacia ignoto destino según consta en la página 454 del tomo XXVIII de la Revista Histórica.

Este fue pues, el desgraciado fin de la Biblioteca Nacional fundada por Artigas con Larrañaga en 1816 y de la que apenas se salvó algún libro que otro. La actual -junto con el Museo de Historia Natural- según el exhaustivo trabajo de Ignacio Alberto Espinoza Borges (1964) fue fundada el 4 de setiembre de 1837 durante la presidencia de Manuel Oribe, por decreto que luce la firma de Carlos Anaya, subrogando la del Presidente, quien en esos días debió salir a la campaña. La Biblioteca fue inaugurada con un acervo de 2.500 libros, el 18 de julio de 1838, a cincuenta días de fundada la Universidad de la República y tres meses antes del derrocamiento del presidente, bajo cuya gestión ambas vieron la luz. (A este respecto puede verse la Revista Histórica, tomo XXVIII, pág. 318).

En el último tercio del siglo pasado y proyectándose al actual, resplandecerá la obra gigantesca de ese ser excepcional que fue José Pedro Varela, como muestra cabal de cómo hasta en la persona más inteligente y pura logró incidir la nefasta influencia de nuestra enseñanza oficial, al calificar Varela a Artigas -en ámbitos universitarios- como esa "...figura ensangrentada y sombría que inspira repulsión a todos los hombres buenos".

-¿Considera que Artigas fue un visionario o sólo siguió las ideas avanzadas de su época?

De seguir a quienes dictan las pautas de la moda "desartiguizadora", tendríamos que gritar que Artigas no era ningún visionario y que hay que bajarlo de una vez de su pedestal y mostrarlo de carne y hueso tal como era, que contrabandeó ganado y que tuvo más amantes de las que conviene. O como sugiere Vázquez Franco en "La Historia y sus mitos", que era peor oriental que el mismísimo Nicolás Herrera, por experimentar " ...esa sí que enfermiza y mezquina porteñofobia" y después de calificar al gaucho en general de "animal político en su límite mínimo" (como lo afirma en la página 37), reprocharle a Artigas (en la página 49) no haber integrado con gauchos el Congreso de Tres Cruces para fijar las normas constitutivas de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Tampoco a nadie se le ocurra siquiera insinuar que Artigas haya sido un "héroe" porque, como sentenció José P. Barrán hace un año y poco en "El País" del 18 de julio de 1999, los héroes no existieron y eso sólo implica "un concepto romántico, anticuado y perimido de la historia".

Quienes rendimos culto al revisionismo histórico documentado -fundamental donde la historia se falseó tan esmeradamente desde sus inicios- sabemos que aquél es la antítesis de esto último y también de la novelería frívola "pour épater le bourgeois" de ignotos  fundamentos pero tan en boga.

Por eso creo con mi más íntima convicción que Artigas, además de héroe, fue también en algunos aspectos un visionario, compenetrado íntimamente con su entorno y con la diversidad humana que lo habitaba.  A procurarle  a ésta un destino superior apostó vida y fortuna con esa terca intransigencia, sí, contra todo lo que afectase a un  (falta un renglón; cortado)... suelen censurarle los grandes campeones del pragmatismo a todo trance.

Pensemos si se requería ser o no un visionario cuando, puesto a decidirse por un sistema de gobierno, no escogió la monarquía absoluta -que era lo común y tradicional en la comarca- y ni siquiera la más avanzada monarquía constitucional que parecía ser la más sensata panacea, sino que se decidió por lo realmente revolucionario, la república federativa democrática, de la que apenas existía un ensayo en el mundo con sólo veinticinco años de existencia. Época en que las dos grandes figuras de Sudamérica -San Martín y Bolívar- se volcaban, ya francamente por la monarquía constitucional, ya por una fachada de república con presidencia vitalicia y senado hereditario.

Porque Artigas no fue, como se pregunta, un mero seguidor de las ideas avanzadas de su época, pues no se limitó a "copiar la Constitución de los Estados Unidos" como suele decirse, sino que tomó de las diversas constituciones estaduales lo que entendía más adecuado a su comunidad, principalmente de la de Massachusetts, de la que seleccionó las principales normas de carácter estadual y de la de Filadelfia, de donde escogió mayoritariamente las de carácter nacional.

Al respecto, bueno es repasar ese estupendo libro "Artigas, el Fundador" del Dr. Alberto Demichelli, primer premio del Concurso Interamericano de la OEA, 1977. Y no creemos que para menester tal, Artigas contase con colaboración mayor que la de su amigo, el capitán porteño Felipe Santiago Cardoso, portador de Las Instrucciones de 1813 a Buenos Aires, quien a duras penas se salvó de ser ejecutado, en la oportunidad, a causa de su afinidad ideológica con Artigas.

Si Artigas fue un visionario no es porque su "libertad religiosa en toda su extensión imaginable" implicase -como reiteradamente con error se le adjudica- la autorización de otras religiones o confesiones que no fuera la católica apostólica romana, cosa que jamás pudo pasarle por la mente. Pero sí fue un visionario cuando escribe con fecha de 3 de abril de 1812 que envió nota a la Junta de Gobierno del Paraguay, proponiéndole una alianza defensiva contra la ambición hegemónica tan evidente del unitarismo bonaerense, propuesta desechada por el gobierno de Asunción. Le advierte en esa misiva a los paraguayos que su cerrado aislacionismo, lejos de protegerles les será irremediablemente funesto y lo habrán de pagar con "un monumento de cadáveres" que "...el gemido y el llanto" inundarán su tierra y han "de...sentirlo en torno de sí sin poderlo remediar ya".  Es decir, les advierte que su aislacionismo egoísta e ilusorio no podrá defenderlos eternamente de vecinos ambiciosos, fuertes e inescrupulosos y les anuncia, ineluctable, la guerra de la Triple Alianza... ¡con medio siglo de antelación!

No falta tampoco quien lo crea un visionario por su política de protección al aborigen, conservada en tanta emotiva correspondencia reclamando la igualdad del indio y el autogobierno, porque "...ellos tienen el principal derecho". Jamás imaginó que a dos décadas de retirarse de su patria se verían en ella los episodios de Salsipuedes, San José del Uruguay y  otros, en que nuestros indígenas serían alevosamente asesinados. Una bicoca, a pesar de todo, si comparamos con el resto de América, desde la Patagonia hasta el Canadá, donde ni siquiera a niños, mujeres y ancianos daban tregua, ocurriendo la última matanza en 1890 en Dakota Sur. Y los Estados Unidos reconocerán la ciudadanía de sus aborígenes recién en 1924, ¡ciento nueve años! después que Artigas les otorgara "el principal derecho" aceptando como diputado de los abipones al indio Sebastián Patricio. ¿Visionario por esto? Puede que no, que esto no se originase en los ámbitos de su mente sino en los de su corazón, por su profundo sentimiento humanista, mal que les pese a sus calumniadores de todos los tiempos.

-La juventud uruguaya, ¿conoce y aprecia hoy el ideario artiguista?

Imposible. La actual tendencia es enseñarlo cada vez menos.

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