miércoles, 12 de septiembre de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (X)


Y aprovecharemos a cerrar páginas con otros acertadísimos conceptos enunciados oportunidades en el seno de las Nacionales Unidas por el gran embajador y diplomático que fuera, del país y del Partido Nacional, don Carlos María Velázquez:

"Como el colonialismo, en su sentido de explotación del hombre, es un estado de espíritu, existe también, del mismo modo que un colonialismo extranjero, un colonialismo nacional.

miércoles, 5 de septiembre de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (IX)


En lo referente al segundo punto, o sea al duro enfrentamiento con Thomas Mann, Coordinador de la Alianza para el Progreso y presidente de la delegación de Estados Unidos en la reunión del CIES celebrada en Lima, por parte de nuestro delegado Dr. Héctor Lorenzo Ríos, transcribimos reportaje del diario limeño "Noticias de Ultima Hora"(primera plana y "tipo catástrofe") con el título de "REBELIÓN CONTRA LA OEA":

miércoles, 29 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VIII)


El eco despertado por la pomposamente denominada "Doctrina de la Intervención Multilateral" o del "Paralelismo entre la Democracia y la Paz", fue apenas un susurro.

Nuestra Cancillería cursó nota formulando la proposición a sus similares del continente el 21 de noviembre. El día 5 de diciembre en nuestro senado, el herrerismo con el apoyo del coloradismo independiente obtuvo 15 votos para una moción de censura.

MANUEL ORIBE, PALADÍN DE NUESTRA EDUCACIÓN


Al cumplirse el 26 ppdo., un nuevo aniversario de su nacimiento, deseamos referirnos a esta interesante faceta de su obra de Gobernante, invariablemente soslayada por nuestros textos de enseñanza.


miércoles, 22 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VII)


Desterrado en la capital carioca, junto con un exiliado argentino, teniente coronel Roberto Bosch (éste se había levantado en armas contra el dictador Uriburu, el que depusiera al presidente Yrigoyen quien, oh casualidad, había nacionalizado los yacimientos petrolíferos argentinos), elaboraron un manifiesto para ambas patrias (las causas eran las mismas) y el que, por razones desconocidas de ausencia momentánea de Bosch, apareció únicamente con la firma de Muñoz. El documento que, por razones de espacio deberemos limitar a su final donde más se ajusta al tema que estamos encarando:

"En el terreno económico, presenciamos la entrega de las riquezas del suelo y del subsuelo a los representantes de la plutocracia mundial... mientras el valor adquisitivo de nuestras materias primas se supedita al capricho voraz de las grandes firmas exportadoras extranjeras. Tal es el panorama del Uruguay y de la Argentina, que sus hijos, enrolados en la revolución, solidarios moralmente, vemos agravarse día a día frente a la descomposición de las masas anhelantes de libertad política, libertad jurídica y de bienestar económico.

Desde el exilio, comprendiendo que los males de nuestros pueblos hermanados en la historia de la independencia, de la Organización Nacional y del despertar cívico son comunes, como es común el frenesí de ambos gobiernos por apoyarse y defenderse mutuamente, ratificamos francamente nuestra posición revolucionaria, que no pretende limitarse a castigar a un hombre ni a derribar un gobierno, sino a cambiar un orden económico y social malsano, por otro que haga más felices y dignos a nuestros conciudadanos en un régimen jurídico restaurado.

Tenemos fe absoluta en las fuerzas morales de la raza; confiamos en la victoria definitiva de nuestra causa de liberación política y emancipación económica, por eso ratificamos nuestras posiciones de intransigencia sagrada, absoluta, inviolable, llamando la atención a argentinos y uruguayos para evitar claudicaciones, los pactos o las actitudes cívicas que importen un reconocimiento implícito o táctico de los actuales gobernantes de facto.

Desde Río de Janeiro lanzamos estas declaraciones al Uruguay, a la Argentina y toda Latinoamérica; a sus Universidades, a los miembros del ejército, a los trabajadores del campo y a los operarios de la ciudad, a sus nuevas generaciones, y a los hombres de pensamiento, de acción y de altivez criolla, en la comprensión de que el problema de la hegemonía democrática, lucha antiimperialista en lo exterior y la antidictatorial en lo interior, es común a todo el continente americano.

Por la Libertad Política! Por la Independencia Económica! BASILIO MUÑOZ".

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: LAS "BASES".-   1939 - De nuevo una guerra mundial golpea a nuestras puertas y el país es otra vez sometido a las tremendas presiones de las naciones beligerantes. Ante la barbarie flagrante del nazi-fascismo se impone fácilmente la apabullante propaganda aliadófila. A ella se agrega en breve el Partido Comunista, quien censurara el telegrama de solidaridad que nuestro parlamento enviara a Holanda y Bélgica invadidas por Hitler y quien justificara las masacres de civiles por la aviación nazi, tan indiscriminadas, según ellos, como el bloqueo naval de "los imperialistas anglo-franceses". Súbito viraje de 180 grados darán el 22 de junio de 1941, cuando Hitler ataque a Rusia, su aliada de la víspera, para la repartija de Polonia.

Ahora resulta que la versátil "doctrina Monroe" necesita para la defensa del continente, un par de bases "internacionales" en nuestras costas. "Panamericanas", las sugiere Estados Unidos; "...a disposición de cualquier país que esté en lucha con el nazismo" ensancha el Partido Comunista. Y en su Congreso de agosto del mismo año "...saluda calurosamente el esfuerzo que realiza el señor Presidente (Baldomir) así como el canciller Guani, tendiente a la coordinación de fuerzas para la defensa del continente".

O sea, en apoyo de las bases.

Herrera se yergue el primero en condenar el intento. Desde la prensa, desde el parlamento, desde donde sea, él y los suyos descargan a diario y sin respiro sus baterías. Escribirá al respecto: "Se insinúa para dorar la píldora, que las bases serán 'panamericanas', o sea de todos para todos. ¿Quiénes administrarán esas peligrosas fortalezas? (...) Bases extranjeras en el Uruguay o bases propias levantadas con el oro extranjero, serían, eso sí, bases de nuestra inconmovible y futura esclavitud. Bases en el Uruguay será de hoy en adelante una mala palabra que no podemos ni debemos pronunciar. ¡A otro perro con ese hueso! (...) Políticamente, la creación de semejante aparato que nosotros pagaríamos con pesos de sangre y que otros usufructuarían -yo fumo y tú escupes- nos exhibirían desmedrados ante el mundo cual simples y pasivos agentes de Washington y sus apetitos. (...) La integridad de nuestros movimientos y nuestra independencia estrangulados por el "abrazo fraterno" de Estados Unidos. Su experiencia en la materia es larga y amargamente ilustrativa: (...) En plata, una barbaridad sin disculpa, pero felizmente queda la valla insalvable del Parlamento".

Y el Parlamento, galvanizado por la prédica enardecida, candente de Herrera, resolverá por amplia mayoría que "... en ningún caso prestará su aprobación a tratados o convenciones que autorizasen la creación en nuestro territorio de bases aéreas o navales que importen una servidumbre de cualquier género para la nación o una disminución de la soberanía del Estado".

Así fue como Herrera nos evitó nuestro Guantánamo. En el senado colombiano se comentará que "...esa actitud elevada y digna del Senado uruguayo, ha debido causar sorpresa en las clases dirigentes de Estados Unidos".

No cabe duda.

El historiador argentino Manuel Gálvez dirá en Montevideo: "Como hace ciento dos años (Oribe), un hombre de carácter se irguió en Montevideo... un hombre que es, como era el otro, un gran patriota uruguayo y no habrá bases. Ha salvado a su patria y ha salvado a la mía. Y por eso, un puñado de argentinos hemos venido a presentarle nuestro homenaje".

YANQUIS Y BOLCHES "UN SOLO CORAZÓN".- En diciembre de 1941, atacados, entran los Estados Unidos en la guerra tañendo estrepitosa y sensiblemente la cuerda del panamericanismo. Nuestro órgano comunista, ya el 19 de dicho mes reclama "...colaboración estrecha e ilimitada", porque "... la causa de los Estados Unidos es la de la civilización y de la libertad".

Y su oficialismo es tal, que cuando un diputado socialista desnuda ante el parlamento las bochornosas condiciones del préstamo que el gobierno acaba de contratar con el Eximbank, (1943, la diputada comunista Arévalo de Roche, acusa a su colega "... de arrimar agua al molino de los enemigos de la democracia". Así yanquis, comunistas y el muy célebre e influyente ministro inglés en el Uruguay, Eugene Millington Drake, presionan para que declaremos la guerra a Alemania.

Con lógica demoledora Herrera argüirá: "Para ir a la guerra se necesita una razón fuertemente poderosa. Los Estados Unidos vieron cómo Polonia era torturada, cómo Noruega era traicionada (e invadida) cómo Bélgica y Holanda eran violadas, cómo Francia era arrasada, sin declarar la guerra a Alemania, sin siquiera romper relaciones con ella. Si los Estados Unidos (con todo su poderío) pudieron presenciar la hecatombe de Europa y la trágica resistencia de Inglaterra sin negar el saludo a los diplomáticos del Reich bien podemos admitir que existan razones para mantenernos alejados de la beligerancia".  Y también: "Matarnos nosotros para mayor auge y esplendor de los Estados Unidos.... sigue enriqueciéndose con su comercio de armas; a peso de oro las cobra por anticipado con pedazos de territorio ajeno". Se refiere aquí a la venta a Inglaterra, asfixiada por la campaña submarina alemana, de 50 destructores a cambio de posesiones inglesas en América. 

Al final surge la apremiada declaración de guerra con el entusiasta apoyo del comunismo y el del socialismo "con reparos". "Justicia" editorializará: "No es posible dejar ni un solo día más en libertad a Herrera...encarcelar al Quisling (noruego entregador de su patria a los nazis) y clausurar su prensa".

Nuestra actividad guerrera se limitó a la incautación de un par de barcos mercantes alemanes e italianos surtos en nuestro puerto, el Tacoma entre ellos. Dos serán hundidos por submarinos alemanes en el Caribe, pereciendo algunos marinos uruguayos. Pero nuestro entusiasmo bélico nos llevó a cesar el "estado de guerra" recién en setiembre de 1953, a más de ocho años de firmada la paz.

No bien obtenidas las urgidas declaraciones de guerra, Estados Unidos convoca a sus "aliadas americanas" a la conferencia del Chapultepec, Méjico. Allí se sanciona una "Carta Económica" por aquellos presentada, que encadenaba a éstas económicamente al albedrío norteamericano. Dirá Herrera: "¡Viva el patrón!, pueden exclamar al despedirse los que acaban de ceñirse a gusto la cuerda".

En Chapultepec, el delegado uruguayo devolverá gentilezas al comunismo declarando: "El comunismo no constituye un peligro en el Uruguay y colabora pacíficamente con el Gobierno".

"DOCTRINA LARRETA" Y PACTO DE RIO.- En mayo de 1945 termina la guerra y a fines de dicho años, Uruguay presenta en la OEA un despampanante proyecto que embestía directamente contra el tradicional y vital principio blando de la "no intervención". El gobierno colorado del presidente Amézaga había nombrado Canciller al Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, de la minoría nacionalista, quien se consideraba gestor del proyecto y quien, al menos, lo presentó y defendió con la más absoluta convicción. Era, en lo inmediato, un golpe bajo contra el gobierno de Perón, en irreductible pugna contra el intervencionismo norteamericano personificado en la prepotente figura de su embajador Spruille Braden. En lo permanente, la concreción de la teoría esbozada por Batlle cuando lo de Veracruz (1914). Pero, en concreto, de nuevo se esgrime la dislocante teoría de que el lobo pueda ser el mejor guardián de la majada. O sea, como reza el proyecto, que "...la notoria y reiterada violación de alguna república de los derechos del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compromisos libremente contraídos acerca de los deberes internos y externos del Estado..." podía justificar "...una acción colectiva multilateral, ejercida con total desinterés (...) en beneficio de todos, incluso de aquel país que tan duro régimen soportaría".

Vía, como resulta innecesario resaltar, rigurosamente flechada en la práctica, porque, quién imaginaría a las naciones sudamericanas interviniendo militarmente en los Estados Unidos en defensa de los derechos, tantas veces escarnecidos, de sus minorías étnicas o raciales. 

Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 15 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VI)


Lo que Herrera no podía creer, posteriormente se confirmaría: en agosto de 1904, Batlle había solicitado al presidente Theodore Roosevelt el envío de fuerzas navales para patrullar el río Uruguay, con la misión principal de impedir el contrabando de armas desde el Comité de Guerra Nacionalista que actuaba en la Argentina, hacia las fuerzas revolucionarias de Saravia. Un biógrafo de Batlle, el estadounidense Milton Vanger, nos habla de "cuatro barcos de guerra norteamericanos" llegados en octubre, muerto ya Saravia y recién firmada la paz. Según testimonios de gente de la época, los "marines" desfilaron desde el puerto por Sarandí hasta la plaza Independencia, donde se realizó una ceremonia.


miércoles, 8 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (V)


EL JOVEN IMPERIALISMO YANQUI.- Ni bien despunta el siglo (1901), otro naciente pero pujante imperialismo comienza a hacerse sentir en el continente. Así lo vislumbra el novel encargado de negocios de nuestro país en Estados Unidos, Dr. Luis Alberto de Herrera.

Apenas recibido de su cargo, informa al presidente Cuestas acerca de las presiones ejercidas por dicho país, presidido por Theodore Roosevelt, política que condensaba en una frase de su cuño "Speak softly, but carrying a big stick in yor hand" (Habla suavemente, pero portando un gran garrote en la mano). Herrera comunica acerca de su política en el istmo de Panamá conducente a separar dicho territorio de Colombia: "A Nicaragua y Costa Rica se les exhibe como maniquíes para hacer entrar en razón a Colombia".

Y un año después (5.12.1902) informa a nuestra cancillería acerca del mensaje elevado por el presidente norteamericano al Congreso: "Lo indudable es que en el párrafo transcripto se avanza una grave advertencia a los países de Sudamérica.

Allí se dice a las claras que las nacionalidades latinoamericanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en un motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir este papel pacificador de tan desastrosas consecuencias para los países intervenidos. El gobierno de los Estados Unidos por primera vez hace ante la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de esa ventajosísima doctrina Monroe, cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y las voracidades del país que la creó. Queda comprobado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de inflexible tutor sobre las naciones de Sudamérica. Entero a la apreciación de V.E tan arriesgada y pasmosa innovación internacional".

Al año siguiente (1903) último de su actividad diplomática, renuncia al cargo para incorporarse a la revolución saravista.

"La actualidad de Venezuela es, señor Ministro, una ignominia que a todos nos perjudica (...) La primera arista desagradable de la reciente dificultad internacional la señala la jurisprudencia que acaban de sentar las potencias europeas, refrendadas por los Estados Unidos, de que las reclamaciones financieras de sus connacionales, por perjuicios inferidos a sus intereses radicados en territorio sudamericano, deben ser satisfechas contra los gobiernos a quienes se dirigen, sin hacer caso de la autoridad constitucional de los tribunales llamados a fallar todas las diferencias de carácter jurídico (...) Y además, arreglándose o no arreglándose la diferencia, siempre quedará fortificada la tendencia invasora de la diplomacia norteamericana, que no oculta su anhelo de ser tutora de todas las nacionalidades del Sur (...) Remoto o no el peligro del Norte va adquiriendo perfil".
En 1905, blandiendo la versátil doctrina Monroe, el presidente Roosevelt interviene en la República Dominicana para que ésta "cumpliese sus obligaciones financieras".

En 1909, nuevamente por los mismos motivos, el presidente del "garrote" trata de aplicárselo a Chile.

"El Día" del 27.11.1909 insinúa cierta decepción: "El pueblo que por intermedio de sus estadistas más ilustres como Roosevelt, ha hecho de la solidaridad americana un postulado, del respeto a las nacionalidades un principio, y de la igualdad de las soberanías una conquista de la América (...) no puede negar en un acto, en un momento, toda una historia de aleccionamiento frente a la arbitrariedad de los poderosos.

En 1912 Herrera edita "El Uruguay Internacional". Dice allí: "El país de Jorge Washington no disimula ya sus voracidades, tan contradictorias con el consejo testamentario del patriarca.  El arrebato del istmo a Colombia (1903) fundaría un proceso. Si a veces no fuera ilusión el derecho de los débiles. Los anales del despojo no ofrecen una explicación más inicua que la salida de labios del presidente Roosevelt: "I took Panamá" -yo tomé Panamá... así, a capricho, como quien dispone de lo propio (...) ¡Qué infinita distancia separa a Franklin, enviado sereno de una humildad republicana, de este imperialista presidente Roosevelt, victimario de pueblos y apóstol de la política del garrote cernida sobre los organismos débiles de nuestro hemisferio!".

A fines de la segunda presidencia de Batlle, Roosevelt, quien cesara en 1909, visitará el Uruguay. En recepción realizada en Casa de Gobierno, Batlle exhortará: "Os invito a brindar... por el paladín esforzado de todas las causas justas que han requerido su apoyo... al defensor de la doctrina Monroe en interés de toda América, al partidario acérrimo de la justicia internacional y de la paz con honor, el propagandista ferviente de la fuerza y el carácter puestos al servicio del bien". Salvo que el primer párrafo estuviera referido al envío a su pedido de cuatro buques de guerra con sus célebres "marines" en 1904, por más que nos esforcemos no encontramos otra referencia a qué aludir en el frondoso prontuario del máximo depredador de las soberanías americanas. Este retribuirá los ditirambos con lo que Giúdice y González Gonzi ("Batlle y el batllismo" pág. 185) califican de "Expresivas palabras del formidable ex-presidente de los Estados Unidos" afirmando: "Estoy bien informado de cuanto se hace aquí y le presto mi aprobación. Ud. y yo somos del mismo partido.

Usted hace lo que yo digo que debe hacerse. Es así como hay que proceder".  Obvio resulta que no debe deducirse de tan categórico espaldarazo ningún atisbo de dependencia, que no era Batlle hombre de aceptarla, pero sí una buena dosis de afinidad ideológica y de carácter que los hechos no demorarían en reafirmar. Y en prenda de ella "el formidable ex presidente" dedicará al nuestro un retrato suyo que hace poco aún lucía en el "Museo de Batlle" de Piedras Blancas.

Ante los prolegómenos del ataque norteamericano (presidente Woodrow Wilson) a Méjico, sostiene "El Día" del 14.2.1914: "Wilson se presentó más bien como un amigo, como un hermano mayor que da consejos a los pequeñuelos barullentos. Bien dicen que no hay redentor que salga bien... Lo único que podía hacer lo hizo... afirmó que jamás durante su gobierno se cometería una injusticia contra las hermanas menores y que trataría, por todos los medios legales, de evitar que prosperasen revoluciones en sus territorios" ¡Cuánta incomprendida bondad!

No obstante, dos meses después (21 de abril), el mismo presidente demócrata (nos referimos al Partido), ordena invadir Méjico y ocupa los pozos petroleros de Tampico, quid de la cuestión, y tras sangrienta lucha, la ciudad de Veracruz. Su secretario de Marina, Franklin D. Roosevelt, futuro presidente de la "buena vecindad" opinó: "Es un buen método norteamericano para llevar las cosas adelante".

Consumado el atropello, Wilson sentará esta premisa ante el Congreso: "Queremos mantener siempre nuestra gran influencia para el ejercicio de la libertad, tanto en los Estados Unidos como donde quiera pueda ser usada en beneficio de la humanidad". No podían estar ausentes por supuesto, tales infaltables invocaciones. En toda Latinoamérica estalla la indignación. En Montevideo se funda una Comisión de solidaridad con Méjico, que preside el poeta nacionalista Fernán Silva Valdez, quien invita a una manifestación popular en estos términos:

"Tropas yanquis han invadido Méjico, patria hermana de nuestra patria. Después de Puerto Rico, después de Cuba, después del desmembramiento de Colombia... Para protestar contra este acto de imperialismo vejatorio, invitamos a todo el pueblo a una manifestación. ¡Viva Méjico y América Latina!"
Adhirió la Federación de Estudiantes, el Partido Nacional, el Centro Internacional (anarquistas) y algún colorado no batllista como José Enrique Rodó, quien ya había alertado en "Ariel" sobre el peligro norteño:  "La admiración por su grandeza y su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros dirigentes". La manifestación en inmensa columna, se dirigía a la legación norteamericana para hacer efectiva allí su protesta, cuando la caballería cargó sable en mano, dejando una cincuentena de heridos.
Dice un historiador izquierdista, Carlos Machado: "El canciller de Batlle (Dr. Baltasar Brum) presentó al otro día las excusas gubernamentales a la legación por los "muerus" a los Estados Unidos formulados por los manifestantes. Lo interpeló por eso Luis A. de Herrera".
Desde "El Día", Batlle justificará la agresión norteamericana sosteniendo que "...cuando una nación incurre en desvaríos internos, es un derecho legítimo que deben aplicarlo con urgencia sus vecinos, intervenir por las armas y llevar la tranquilidad a ese hogar convulsionado por la anarquía".
En la interpelación (30.4.1914) el Dr. Washington Beltrán estimará "...sumamente grave que la Cancillería de un país como el nuestro llegue a sostener y aceptar el principio de intervención de un país fuerte en una nación débil... erigiéndose en juez soberano el país que lleva la agresión".  Según admite el diputado oficialista Buero -al ser solicitado por el Secretario de Estado William Bryan- "...el asentimiento o apoyo moral de las mismas naciones sudamericanas", la actitud de Uruguay fue la de "...dar su apoyo moral". Otro líder batllista prominente, Julio María Sosa, apoyó la posición del gobierno sosteniendo que "...no se dirige contra Méjico, sino contra su gobernante, que no quiere desagraviar a una nación ofendida".
Y cuando, mosca blanca en el enjambre, un diputado oficialista, Rodríguez Fabregat, denuncia la "...codicia yanqui por los que tengan una mina de oro, un pozo de petróleo o un ferrocarril que explotar" otro correligionario, Minelli salta presto a cortar ese brote de antiyanquismo: "No es posible que en el Parlamento del Uruguay se emitan opiniones sobre el proceder de un país amigo, que ha demostrado ser el verdadero campeón de la justicia y la democracia..."
Respecto a la teoría intervencionista de Batlle, dirá Herrera en su interpretación: "Encuentro que esa afirmación del señor Presidente de la República, es de verdadera gravedad y que no debe pasar en silencio. Ningún país de Sudamérica, ni aún los más fuertes y capaces... se permiten conceder a nadie, ni en doctrina, el derecho de intervención en las sociedades infortunadas. ¿Cómo es posible que en este país, esa tesis, a la que debemos tantos desastres y más de una mutilación territorial, como es posible, repito, que éste país la acepte como buena? Conformando esta doctrina que, como oriental juzgo esencialmente peligrosa, el poder Ejecutivo creyó del caso enviar al Señor Ministro de Relaciones Exteriores a dar explicaciones al Señor Ministro norteamericano sobre excesos que no habían existido, colmando sin necesidad, las manifestaciones de cortesía. Estas actitudes de actualidad despiertan otras memorias complementarias y que es del caso subrayar. Se ha dicho que durante aquel trágico desgarramiento de 1904, el Poder Ejecutivo solicitó, categóricamente, la intervención norteamericana para resolver así los asuntos internos de la familia uruguaya. Por mucho tiempo me ha parecido tan enorme, tan fuerte de toda presunción lógica tal aserto, que me he rehusado a creerlo...". 

Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 1 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (IV)


Aprovechados, pues, del ferviente europeísmo que emanaba del gobierno de la Defensa, tan encendidamente expuesto por su Canciller en su medular "Estudio de la Situación", banqueros y comerciantes anglo-franceses, siempre respaldados por contundentes y expeditivos almirantes de su nacionalidad, seguirán depredando la economía de nuestro país, siempre en base a esos empréstitos que el partido "americano", según las palabras de Guizot, rechazaba.

miércoles, 25 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (III)


EUROPEISMO Y AMERICANISMO.- 1847- El 20 de noviembre de 1847, el Dr. Manuel Herrera y Obes,  Canciller de la Defensa de Montevideo, comenzó a publicar en el diario "El Conservador", bajo el título de "Estudios sobre la situación", una reseña de los hechos acontecidos en dicho año, a la vez que una especie de ideario político.

Dicho trabajo, así como la contestación que le dedicara Bernardo Berro, Ministro de Gobierno del Presidente Oribe con sede en el Cerrito, en el periódico oribista "El defensor de la Independencia Americana" (sintomáticos los nombres de ambos órganos) han sido publicados en nuestra colección de Clásicos Nacionales, volumen 110 y constituyen un elemento insoslayable para todo amante de nuestros temas históricos.

En su estudio el Canciller de la Defensa establece:


a) Su admiración por las monarquías absolutas: "¿Qué es lo que ha dado a los reyes en régimen absoluto esa potestad y ese prestigio sin límites sobre el pueblo, sino el saber el pueblo que más arriba que la voluntad regia no hay otra que la de Dios y que con los hombros del Rey sólo los mantos reales se rozan? ¿Qué ha hecho descender el poder y el prestigio de los reyes constitucionales, sino el saber el pueblo que la ley está más arriba de la Corona y los palacios casi al nivel de las habitaciones del pueblo? Poned pues sobre cualquier gobierno una autoridad militar a quien él desobedezca, dad familiaridad a las personas de ese gobierno con el resto de los habitantes y decid después si es concebible que ese gobierno ejerza autoridad alguna sobre la sociedad".

b) Su repudio por todo lo nativo: "¿Es el saber domar potros y carnear reses lo que ha de constituir la civilización americana? (nacimiento de la tirria oficialista por nuestro destino ganadero, cuyos resultados a la vista están: ganadería ruinosa y latifundismo próspero). ¿Nuestros padres pensaron alguna vez siquiera que el complemento de su gran obra podría venirnos del pueblo inculto de la América?"

c) Su idolatría por lo europeo: "¡La Europa! La Europa no ha sido sino el libro abierto donde hemos aprendido nuestra existencia social" (elogia desde los trajes hasta la manera de saludar). "La Europa con todo su poder y sus principios monárquicos no nos ha prodigado sino consideraciones y esmero...".

d) Su desprecio por las mayorías: "Rosas y Oribe al frente de las masas incultas y fanáticas, triunfantes por el poder del número ¿pueden dar a los pueblos los beneficios de la paz, la justicia y el orden que son los atributos de las ideas y el blanco de los esfuerzos comunes de la clase inteligente y liberal?

(...) En ningún país, en ninguna asamblea, en ninguna organización humana, la verdad y la inteligencia están representadas por las mayorías (...) ¡Qué sería de la infeliz América si los principios de su orden social hubiesen de nacer del voto de sus mayorías".

Berro contestará desde "El Defensor de la Independencia Americana" entre muchas otras cosas: "Hemos de hacer ver que domar y carnear es tan conciliable con el progreso como tejer telas y destripar terrones (...)"El Conservador" confunde torpemente comunicación social con el roce político. Puede un pueblo recibir de otro con aquella muchos bienes y, al mismo tiempo, recibir con este último males muy graves (...) ¿Quién puede dudar que de las relaciones de la América con la Europa han nacido y nacerán para aquella provechos de mucha consideración? ¿Pero es cierto que la acción con que la Europa ha contribuido a estos provechos ha sido de tal manera desinteresada y benévola que merezca toda nuestra gratitud? (...) La Europa nos dejó luchar solos en la sangrienta guerra de la Independencia, sin darnos auxilio ninguno de consideración; y al buscar nuestras relaciones, no ha pensado, no, en el bien que nos iba a hacer con su contacto, sino en el bien que a ella le iba redundar con el nuestro. Bajo este aspecto es que debemos considerar su venida. Y ésto explica por qué después de tener abierto el vasto mercado que América le abrió con su emancipación, abandonó los antiguos sentimientos de amistad y empezó a afligirla con pretensiones avanzadas  a ofenderla con desprecios y descomedimientos insultantes (...) Los agravios que la América ha recibido de la Europa de algunos años a esta parte son tales y tales sus alarmas, que una voz unánime se ha alzado en todo el continente americano pidiendo la formación de una alianza poderosa de todos sus Estados para poder contrarrestar las agresiones que se temen de la Europa y cuyos preludios sangrientos han aparecido ya con escándalo en el Golfo mexicano y en el Río de la Plata (...) No bastan ya las concesiones generosas de la que tanto provecho han sabido sacar los europeos, no satisfacen los lucros crecidos que por ellas han obtenido. Se quiere más aunque nuestro movimiento no sólo comercial e industrial, sino también social y político, que el ejercicio de nuestros derechos y las determinaciones de nuestra soberanía, que todo en fin, esté subordinado a los intereses de la Europa.

La América, que se ve tratada de esa manera sin merecerlo, que siente los ultrajes que se le hacen, que se mira considerada no más que como un vasto terreno de explotación destinado a satisfacer las necesidades europeas, recoge su confianza, suspende los efectos de su benevolencia y, alarmada y llena de justa indignación se apercibe a rechazar agresiones que cada vez toman un carácter más violento y tiránico (...)

No es sólo el periódico oficial del gobierno intruso ("El Conservador") que, apoyando como es natural las ideas y designios de éste nos habla así de la inocencia de Europa: también "El Comercio" de Florencio Varela (unitario porteño exiliado) ha sostenido eso mismo, tachándonos de bárbaros, de enemigos ingratos y feroces de los europeos y esforzándose por hacer entender cuánta conveniencia traería someter nuestra atrasada y viciosa sociedad a la tutela y dirección europeas.

A este propósito nos repitió porción de veces que la Francia  y la Inglaterra estaban a la cabeza de la civilización y del cristianismo, queriendo de esa proposición insostenible ante la verdad filosófica como religiosa, derivar derechos de supremacía e incitarnos a recibirla sin repugnancia y aún con agradecimiento. ¿Ignoraría "El Comercio" que entre pueblos independientes la mayor ciencia y cultura no alteran la igualdad de derechos ni las condiciones que constituyen su independencia? Nuestra religión no admite más dirección que la de su iglesia ni más cabeza que la del Vicario de Jesús-Cristo que está en Roma ¿Ignoraría que la civilización y el cristianismo en manos de poderes ambiciosos se han convertido siempre en medios humanos de conquista y de opresión? No: la India y el África, la Oceanía y la América le han haber demostrado precisamente cómo se han hecho servir a la civilización y al cristianismo de instrumentos de iniquidad y de vehículos de esclavitud. Los escritores salvajes unitarios saben tan bien como nosotros lo que ha hecho la Europa, lo que se puede temer de ella y de qué manera se nos ha calumniado para justificar e desprecio por nuestros derechos y por nuestra justicia (...) Enhorabuena la América tome de la Europa o de cualquier otra parte del mundo lo que pueda adaptar provechosamente a su modo de ser especial; que siga la marcha progresiva de esa civilización a que pertenece; pero si se quiere realmente adelantar, si quiere consolidar su existencia y dar un impulso poderoso a su progreso, a su ventura, a su engrandecimiento, ha de buscar dentro de sí misma y con sus propios elementos, todo lo que necesita para su desarrollo en ese sentido. Lo afirmaremos con decisión y que la vulgaridad nos tache de arrogantes: aquí en nuestro país, en nuestra denigrada Patria, tenemos todo lo necesario para nuestra felicidad (...) la historia de todas las colonias, de todas las naciones sometidas a la tutela extraña, nos prueba que en esa situación el complemento del bien es imposible. Jamás pueblo ninguno recibió otra cosa de su dependencia que degradación moral, opresión y trabas para su engrandecimiento. ¿Qué es pues entregarse a dominación europea de cualquier manera que sea? Oídlo: es volver al envilecimiento colonial; es perder los rasgos varoniles y enérgicos de nuestra fisonomía nacional, es vender nuestros gloriosos destinos por un poco de descanso; es trocar la dignidad y las virtudes del hombre libre que tiene Patria y que en ella se complace, por las condiciones muelles y degradadas del que descansa en el amparo protector del señor a quien sirve: es, en suma, suicidarse cobardemente destruyendo el principio de Independencia preparado por el gran día de Mayo y realizado después con ríos de sangre e inmensos sacrificios".

Así pensaban pues estos dos prohombres de sus respectivos partidos en aquella época. Meramente respondían a muy arraigados como inmediatos antecedentes en la materia. Así, el ferviente europeísmo del canciller defensista armonizaba perfectamente con el de su predecesor en el cargo, Francisco A. Vidal; según el historiador norteamericano John F. Cady ("La intervención extranjera en el Río de la Plata"), Vidal ofreció en 1841 al Ministro Plenipotenciario de Gran Bretaña, Mandeville, ¡avalo con la firma de 64 comerciantes ingleses!, "...una parte del territorio nacional para ser utilizado como depósito de productos naturales y manufacturados del Imperio Británico".  Ya en agosto de 1839 el cónsul francés Baradére, escribía a su cancillería: "Básteme decir que la sola frase "mediación inglesa", ha debido costarnos la pérdida de nuestra influencia sobre el gobierno oriental... En efecto, el señor Mandeville ... se ve desde el día siguiente de esta noticia, buscado, acariciado y suplicado para erigirse en mediador a todo precio cerca de Rosas. Se hace más: se le conjura a que consiga de su gabinete que quiera acordar a ésta República la protección solicitada hace dos meses del Rey. El señor Muñoz aún lleva el delirio a hablar de un protectorado similar al de las Islas Jónicas".

Sobre el tema insistirá (junio de 1842) el Plenipotenciario francés, Barón de Mackau: "Pero a los ojos de la gente de Rivera, la condición mejor seria "la protección de una gran potencia europea y el destino de las Islas Jónicas". Con este objetivo se le dio carta blanca a Ellauri para prometer a Londres todo lo que se le pidiera".

No es de extrañar pues que, bien compenetrados de las ideologías de nuestros partidos políticos, los imperialistas de la hora usaran del más descarnado y realista lenguaje cuando a nuestros temas se referían y para nada se molestaban en nominarlas riveristas y oribistas, blancos ni colorados, unitarios ni federales. Para ellos únicamente contaban los que les servían y los que no.

Así, al pan, pan y al vino, vino, lo explicaba el Primer Ministro François Guizot en las cámaras francesas en 1841: "Hay en los estados de la América del Sur dos grandes partidos, el partido Europeo  el partido Americano, partidos ambos que estuvieron igualmente empeñados en la causa de la Independencia Una vez libertada América, los dos partidos se separaron. El partido Europeo, el menos numeroso, comprende los hombres más esclarecidos, los más familiarizados con las ideas de la civilización europea. Estos hombres se han empeñado en establecer buenas relaciones con Europa. Ellos han querido asimilar la América a la Europa, hacerlas entrar en relaciones.

Pero existía en América otro partido, MÁS APEGADO AL SUELO, IMPREGNADO DE IDEAS PURAMENTE AMERICANAS; éste era el partido de los campos. Ese partido ha sido completamente contrario al partido Europeo. Él ha querido que la sociedad se desarrollara a sí mismo, a su modo, SIN EMPRÉSTITOS, sin relaciones con Europa. Rápidamente surgió la animosidad entre los bandos". 

jueves, 19 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (II)

Adolph Thiers y Fructuoso Rivera

LA VERDAD EN CUEROS.-  Con pasmosa naturalidad así sintetizará estos hechos ante las Cámaras francesas un par de años después, el primer Ministro Thiers: "Así pues, por nuestra influencia, hemos hecho triunfar a uno de los partidos, remplazar a Oribe por Rivera y a consecuencia de ésto, el bloqueo se hizo posible" . E indignado ante los reproches de los parlamentarios que cuestionaban el costo de esa operación en tan remotas regiones, exclamará:

"Habéis hecho caer al gobierno que existía, habéis hecho nacer el de Rivera, habéis pagado a Rivera cerca de dos millones para hacer la guerra como vuestro aliado y vuestro auxiliar, y decís que no hay en esto un empeño de honor! Sea así: razonemos como esas naciones que olvidan a los que no pueden servirles ya. ¡Esa es una falsa habilidad!".

Bien escribiría de Rivera años después, desterrado por la Defensa en Río, su secretario José L. Bustamante: "...el Gobierno, después de mucho tiempo comienza a asumir su verdadero carácter, principia a restablecer la moral apoyado por los poderes extranjeros que nos han levantado de la tumba..." (Archivo Saldías).

A todo esto, mientras Francia volcaba sus francos en nuestro país en conquistar posiciones y voluntades para hacer la guerra contra Rosas, con mucho más discreción y redituabilidad, Inglaterra nos había impuesto aquel "tratado degradante "que Oribe rechazara, aún contra sus salvación, por no "vender al país".

Extractamos de una correspondencia del nuevo cónsul francés en Montevideo, Theodore Pichon, a su cancillería (19.7.1842): "el Sr Mandeville, Ministro de Inglaterra en Buenos Aires, firmó hace cuatro días con el Gobierno Oriental, el tratado de comercio y navegación que se negociaba hace siete años (...). El Sr. Mandeville aceptó alojarse en lo del Presidente Rivera (...) y se entrega con una bondad irónica a las oficiosidades con que los miembros del Gobierno lo rodean..."

Pero celoso ya, ante la creciente escalada del imperialismo francés en el Plata, el siempre apetente Imperio Británico también se incorpora a manotear ventajas. Aliadas así las dos potencias de la época, exigirán ahora la "libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, doctrina que curiosamente ellos no sustentaban ni en el Sena ni en el Támesis, ni en el Ródano ni en el San Lorenzo. Rosas y Oribe los enfrentaron.

Miles de vidas criollas costará repelerlos. Y a pesar de contar con auxiliares nativos, después de una década tendrán que retirarse reconociendo en sendos tratados la exclusiva jurisdicción argentina en el Paraná y la uruguayo-argentina en el Uruguay. Claro que los historiadores oficialistas de ambas márgenes ignorarán con sistemática distracción estos actos imperialistas o, a lo más, los justificarán (como dice nuestra cita inicial de J. M. Rosa), en nombre de la civilización o de la democracia.

"...SERÁ A TODOS LOS AMERICANOS A QUIENES TENDRÁN QUE AFRONTAR"
En 1846, España comenzó a preparar concentrando efectivos en puerto de Santander, la reconquista del Perú. Desde Lima surgen las notas solicitando la solidaridad de los hermanos del continente.

La cancillería de Oribe, (en su segunda presidencia con sede el Cerrito) contestará con fecha 5 de febrero de 1847:
 "...Por su parte, el Gobierno de S.E. el Presidente, no correspondería a sus ardorosos sentimientos americanos, si pudiese un solo momento mirar con indiferencia el atentado que se prepara torpemente contra la libertad e independencia de las repúblicas sudamericanas. Así es que, uniendo el suyo al grito de todo el continente, indignado, declara sin hesitación, que mirará como injuria y ofensa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las repúblicas de Sud-América: que pondrá en acción, todos sus esfuerzos y recursos para combatir la odiosa invasión y que estará pronto a correr con ellas, a donde quiera que lo haga necesario el peligro común". (La copia de esta nota desapareció significativamente de nuestros archivos, pero el original fue encontrado en Lima en medio de elogiosos conceptos por el desaparecido historiador Dr. Felipe Ferreiro).

Por su parte, entre otras expresiones de agradecimiento y solidaridad, el gobierno de Chile manifestará: "Los sentimientos que a este respecto ha desplegado el gobierno oriental, son dignos de la actitud que, hace tiempo, ha tomado en defensa de sus (propios) derechos"..

Pero para aquilatar debidamente el valor de tan digno documento, nada mejor que parangonar la situación con la suscitada dieciocho años después (1865), cuando la amenaza se concreta, ocupando España las islas peruanas Chincha y atacando el puerto de El Callao, así como sometiendo a devastador y despiadado cañoneo a la ciudad chilena de Valparaíso.

En América, solamente tres países, Estados Unidos, Brasil y Uruguay, tomaron partido más o menos solapadamente por España. Mientras el pueblo montevideano manifestaba públicamente su adhesión a las repúblicas hermanas, el gobierno de Venancio Flores, muy influido por el ministro español en nuestro país Carlos Creus, apoyaba notoriamente la causa de Su Majestad Isabel II, incluso censurando a la prensa no oficialista. El gobierno español, por nota del 25 de junio de 1866
 "...aprobaba la satisfactoria conducta del Gobierno Oriental", que abastecía permanentemente de carbón y víveres a la escuadra española, a la vez que negaba la entrada a nuestros puestos de los corsarios chilenos.

Las cancillerías hermanas acusarán (2.1.1867) airadamente a nuestro gobierno de querer "convertir las aguas neutrales en lugar de asilo y espera, en base de las operaciones hostiles al enemigo, es evidentemente un servicio prestado a uno de los beligerantes y por lo tanto, manifiesta violación de la neutralidad"  y que "...escasamente sería mayor el daño que las Repúblicas Aliadas padecerían, en el supuesto absurdo de una alianza de la República Oriental con España".

Ni tan supuesta ni tan absurda era la certidumbre de que el motivo de la posición uruguaya radicaba en el muy fructífero abastecimiento de la cuantiosa flota hispana.

Antecedentes en que basar dicha presunción no faltan: el historiador colorado Guillermo Lockhart dice sobre el primer gobierno de Flores en 1854 (diez años antes de Paysandú):
 "La presencia de 5.000 brasileros solicitados por Flores... suponía ventajas que todos tenían que reconocer entre ellas el refuerzo económico para el decaído comercio montevideano. Así es que el 4 de mayo de 1854 entraron las fuerzas brasileras".  Y confirma su correligionario Alfredo Lepro: "Hasta motivos de índole económica influían: los consumos de esa tropa importaba un serio impulso para el desfalleciente comercio montevideano". No cuestionamos, entiéndase bien, la nunca desmentida honestidad personal de don Venancio, sino que señalamos de qué manera valores tan fundamentales como los que estamos encarando, eran afectados por una filosofía política en medio de la cual él se formara. Así lo demuestra esta carta (20.7.1850) del entonces presidente de la Defensa don Joaquín Suárez: "Hoy ha desembarcado el primer batallón de infantería francesa, mañana desembarcará el segundo y pasado el tercero. Esta fuerza asegura la existencia de la plaza, da una fuerza moral al Gobierno... y de bienestar a la población por el dinero que correrá de sus sueldos". ("Joaquín Suárez, el Gran Ciudadano" Dr. J. González Albistur). Como antítesis ante tanto desvarío, estas diferencias de concepto, frontales, irreconciliables, definitorios de esa larga pugna de nuestros partidos que emanan de estos párrafos que el presidente Manuel Oribe dirige al General Lucas Moreno, en instancias de fundar éste la localidad de Nueva Palmira (30.10.1848): "Pero los agraciados con solares deben ser todos naturales y no extranjeros... NO ME IMPORTA EL PRODUCTO QUE POR LA COMPRA PUEDAN DAR LOS TERRENOS QUE PASAN A EXTRANJEROS PORQUE ME HACE MAS FUERZA LA MIRA POLÍTICA QUE TENGO...".

Notable diferencia entre dos gobiernos uruguayos separados por menos de dos décadas, en la forma de interpretar aquellos señeros conceptos que, dirigidos al Cabildo el 9 de mayo de 1815 Artigas estableciera categórica e inequívocamente así: "...A donde quiera que se presenten los peninsulares, será a todos los americanos a quienes tendrán que afrontar". 


Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 11 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (I)

Carlos F. Lecor y Fructuoso Rivera
"Se ajustará la política exterior del país a los siguientes principios, que han constituido, en lo fundamental, la tradición incuestionable del Partido Nacional:
-Afirmará y defenderá nuestra soberanía en el más amplio sentido del concepto (...)
-Reafirmará el principio de autodeterminación de los pueblos, enfrentando toda forma de intervención imperialista ya sea económica, política, cultural o militar.
-Terminará con una política internacional que parte de un esquema bipolar del mundo (...)
-Los países no alineados constituyen una fuerza que debe ser escuchada en el ámbito de la comunidad mundial.
-Defenderá el derecho internacional y la aplicación estricta de los tratados, cuya norma fundamental interpretativa debe encontrarse en el respeto de las soberanías (...)".

sábado, 14 de abril de 1984

CONTRADICCIONES


Con su tradicional audacia  y ligereza de cuando quiere sacar cualquier ventajita política, EL DÍA (29.ppdo) en artículo titulado "ANTECEDENTES QUE ACLARAN" da por sentado el bien concertado infundio guberni-batllista de que el profesor Pivel habría actuado en la emergencia obedeciendo órdenes del señor Ferreira Aldunate, que contratarían su propio modo de pensar. Califica su intervención de "instrumental" en base  un "aceptado  y asumido verticalismo".