miércoles, 5 de septiembre de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (IX)


En lo referente al segundo punto, o sea al duro enfrentamiento con Thomas Mann, Coordinador de la Alianza para el Progreso y presidente de la delegación de Estados Unidos en la reunión del CIES celebrada en Lima, por parte de nuestro delegado Dr. Héctor Lorenzo Ríos, transcribimos reportaje del diario limeño "Noticias de Ultima Hora"(primera plana y "tipo catástrofe") con el título de "REBELIÓN CONTRA LA OEA":



"Nosotros sabíamos que el tema principal era el de los fletes o marina mercante -dijo el entrevistado (Ríos)-  ... se intentó un acuerdo bilateral que fue de rigurosa frustración. Mr. Mann fue irreductible en su posición al plantear sólo dos posibles soluciones. La primera, que el gobierno uruguayo derogase el decreto que otorga beneficios a la Marina Mercante Nacional, a lo que la Federal Maritime Comission respondería suprimiendo la vigencia de la medida compensatoria. La segunda, que Uruguay tenía el camino de protesta ante los organismos tradicionales - Corte de La Haya o de Ginebra- porque advertía que los Estados Unidos sabrían defenderse".

Para el Dr. Ríos estas proposiciones mostraban una posición de "altanería, soberbia y agresividad" para con la delegación uruguaya.

En su respuesta Ríos demostró que "...esa discriminación que se ha alegado concierne a un solo buque uruguayo de solamente 8.000 toneladas que atiende cada línea, contra muchas decenas de bandera de Estados Unidos (...) Cabe recordar que los países marítimos tradicionales impugnan la política de fomento de las marinas en desarrollo, pero aplican a las propias los principios que pretenden rechazar. (...) No se advierte cómo puede un país pequeño y en desarrollo estabilizar su economía y desarrollarse, si sus propósitos de fomentar su incipiente marina mercante son perturbados por decisiones unilaterales y discriminatorias, adoptadas precisamente por uno de aquellos países que, al decir del Sr. Woods (Presidente del Banco Mundial), deben prestar las necesarias contribuciones para el desarrollo de estos pueblos".

Y después de otras muchas agudas consideraciones, concluye el presidente de la delegación uruguaya: "La Historia nos enseña que, frente a un capitalismo desaprensivo, cruel, egoísta, los trabajadores debieron unirse para obtener sus justas aspiraciones de salarios decorosos y mejores condiciones de relación laboral.  Los hechos actuales nos conducen a la necesidad de constituir el "Sindicato de los Pueblos Pobres", productores de materia prima, para poder entonces encarar un diálogo entre pares con los países industrializados. En tal sentido señores delegados, nuestro país es firme y entusiastamente integracionista".

Este tipo de réplica a la que los oídos de Mr. Mann no estaban acostumbrados, provocó la demanda de reacción del "encargado imperial", echando acremente en cara a nuestra delegación el esfuerzo de su país durante la última guerra "... para abastecer al Uruguay de combustibles y otros materiales, pagando el doloroso precio de muchas vidas norteamericanas perdidas en el hundimiento de las naves de transporte”.

"Me ha emocionado hondamente -contestó Ríos- el recuerdo del sacrificio de vidas norteamericanas que costó el aprovisionamiento de petróleo y otros materiales a América Latina, esenciales para el vital sostenimiento de su actividad, aplicada en gran parte... para el gran esfuerzo de movilización de los países aliados que luchaban por el mundo libre, del cual América Latina fue una esforzada y activa retaguardia en el suministro de productos esenciales... América Latina puso también sangre y sudor en la empresa común. En la guerra, como ahora y siempre lo hecho en la paz. Por no otra cosa es la permanente contribución de los pueblos que arrancan a su tierra los frutos más preciados para alimentar el crecimiento de los países industrializados que tienen en él su indispensable fuente de recursos naturales. Esa sangre tiñe de rojo el salitre y el cobre, el banano y las lanas, las carnes y el café, el petróleo y el estaño... Con ella y el sudor de los pueblos sujetos a la miseria del subdesarrollo se está fertilizando América Latina... Siento una emoción muy profunda al adherirme al recuerdo del señor Delegado  por las vidas norteamericanas segadas en la guerra por defender y ayudar a nuestros pueblos. Agrego mi estremecida emoción por los hombres latinoamericanos que, en un extremo injusto de la gloria siguen dando su vida en la paz, en el surco y en la mina, flagelados por la enfermedad y el hambre, sin destino, sin homenaje de una auténtica fraternidad, para hacer posible el mejor nivel de vida de otros países... A aquellos héroes de un tiempo y a estos humildes héroes de todos los tiempos, el emocionado homenaje de mi país".

Retomamos la crónica periodística: "En forma evidentemente inusual, los ministros que representaban a los 20 países presentes, con la sola y lógica excepción de Estados Unidos, irrumpieron en una cerrada ovación, solidarizándose con las denuncias formuladas por el delegado uruguayo. (...) Cuando se levantaba, surgieron a su frente cerrándole el camino, todos los representantes de la delegación americana con la excepción de Mann. Presidía esta informal representación el vice de la delegación estadounidense Mr. Wintrbaud, quien le pidió una reunión. En ésta, Wintrbaud le manifestó al Dr. Ríos que habían leído detenidamente su exposición y la réplica de Mann y que, del estudio sereno de las dos, surgía que Mann se había extralimitado en sus ataques al Uruguay, ante lo cual pedían disculpas. Esta solución sirvió- según Ríos- para finalizar la Conferencia dentro de una "adecuada inteligencia" con los delegados de los Estados Unidos.

UN DIPLOMÁTICO DIGNO DEL PAÍS Y DEL PARTIDO.- Sobre el tercer asunto mencionado por el historiador Machado, recordaremos que el 3 de mayo de 1965, alegando una creciente influencia comunista (vía Cuba) en la República Dominicana, el presidente norteamericano Lyndon Johnson hizo desembarcar fuertes contingentes de infantería de marina, derrocando así al gobierno democrático de Juan Bosch. Posteriormente, con miras de legitimar el atropello, hizo reunir apresuradamente a la OEA, solicitándole el envío de una fuerza multinacional que sustituyera a las norteamericanas.

Emilio Oribe, delegado uruguayo, expresó en dicho organismo: "...el desagrado del gobierno uruguayo por todo tipo de intervención como el que acaba de ocurrir".

En el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el delegado uruguayo Carlos María Velázquez afirmó enérgicamente que "...esta doctrina Johnson no puede ser considerada doctrina jurídica, puesto que la idea que en ella se expresa que, si bien las revoluciones constituyen "prima facie" asuntos internos de cada país, dejan de serlo para exigir la acción hemisférica cuando su objeto es el establecimiento de una dictadura comunista, va más allá del alcance de todas las normas vigentes en el sistema interamericano y constituyen en su espíritu y expresión, una fórmula que mi Delegación no puede considerar compatible con el principio de autodeterminación de los pueblos (...) Mi país conoció desde temprano, por su propia experiencia histórica tan dolorosa como la de nuestros demás hermanos latinoamericanos, la necesidad de que el mundo se halle regido de modo efectivo por las reglas del derecho y la moral internacionales, sin todo lo cual el destino de los países pequeños seguirá siendo venturoso e incierto y consideramos que la aplicación estricta y fiel de las normas jurídicas constituye una de las normas fundamentales de nuestra propia seguridad.

Si me permite decirlo, los grandes pueden estirar los textos hasta donde quieran porque, en definitiva, si se trata de tomar posiciones políticas basadas en la voluntad, no en la razón, son ellos quienes podrán dictarlas. Los países pequeños necesitamos aferrarnos intransigentemente a las normas, al derecho. Necesitamos hasta dónde podemos ir y eventualmente -y ésto es lo más importante- hasta dónde se nos puede llevar.

Resulta pues paradójico, que se sugiera, que para reafirmar la democracia y la libertad, violemos el derecho y abramos la puerta a la arbitrariedad. Paradójico y tremendamente peligroso para los mismos valores que queremos defender.

La ilicitud de la intervención no depende del número de Estados que intervienen ni de la calidad del sujeto que la realiza. Unilateral o multilateral, llevado a cabo por un Estado o por un grupo de Estados, la intervención o el uso de la fuerza, constituyen siempre ilícitos internacionales (...) Si la presencia original de fuerzas militares en suelo dominicano fue ilegal, en nada se cambia la situación por el hecho de que a ella se agreguen otras presencias; en nada cambia tampoco la situación el cambio de las banderas, puesto que la única bandera que legítimamente podría operar el milagro, sería precisamente la única que ahora no flamea (...) Y en un continente como América Latina, en el que la suerte que todavía se reserva a la mayoría es la de la pobreza, la opresión y la ignorancia... la dura realidad, repito, no puede resolverse echando las culpas al comunismo... Cualquier doctrina como la que parece estar en vías de elaborarse, será puesta inevitablemente por la misma fuerza de las cosas, al servicio de la reacción, y mucho me temo que sólo servirá para destruir para siempre las esperanzas de nuestros pueblos (...) En el actual estado de cosas, no hay otra solución posible para el problema que vive la República Dominicana, que aquella que sea determinada libremente por los propios dominicanos".

Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

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