sábado, 10 de agosto de 1996

PROLEGÓMENOS DE CARPINTERÍA

Francisco Acuña de Figueroa
Una de las preocupaciones mayores de Oribe al ascender a la presidencia en 1835, fue comenzar a poner orden en las desquiciadas finanzas públicas.

Como primera medida designó de una Comisión de Cuentas, integrada por el senador Antonino Costa y los diputados Juan Pedro Ramírez y Ramón Artagaveytia. De acuerdo con los informes de los contadores Miguel Furriol y Francisco Acuña y Figueroa, surgieron importantes reparos de esencia en forma de partidas de gastos no justificadas con los comprobantes debidos –ya por incompletos, ya por notoriamente fraudulentos- referidos por lo general a compras de caballada, ganados para consumo y otros rubros. Los peritos caligráficos Besnes Irigoyen y Lira comprobaban a la vez que varias de las firmas estampadas en los documentos eran falsas.

Desde su nuevo cargo de la Comandancia General de la Campaña, el ex presidente Fructuoso Rivera, desoía sistemáticamente las solicitudes de la Comisión en cuanto a colaborar en disipar las dudas suscitadas.  Ante dicha situación, en octubre de 1835 será el propio Oribe quien intente mediar en gestión personal, escribiendo a don Frutos:

“Estimado Sr. General: Repetidas y apremiantes reclamaciones de las oficinas fiscales me ponen en el caso de pedir a Ud., se sirva compeler al Comisario de la Comandancia Gral. Armas de la Campaña, que rinda las cuentas correspondientes a los años 1834 y 35. Esto se hace urgente e interesa no sólo a la buena contabilidad de la República, sino al propio crédito de Ud. como persona altamente colocada en la Administración. Creo que tal omisión, hasta hoy, efecto de las dificultades inherentes a toda administración en campaña y, por lo mismo, me interesa que Ud. active la remisión de esas cuentas, cuya demora indefinida es incompatible con el absoluto acatamiento que el Gobierno rinde a la Ley, ante la cual comparece con repetición a dar cuenta de sus actos más insignificantes. Deseo pues, que salga de esa molestia a la brevedad posible y que ordene a su atento y S.S y amigo.

Manuel Oribe.”

Rivera continuó sin contestar. El 19 de febrero de 1836 el presidente Oribe decretó la disolución de la Comandancia General de la Campaña. El 26 de mayo la Comisión publicaba en diarios de la capital el detalle de los 174 reparos investigados a esa fecha, y 95 más publicará “El Universal” en octubre y noviembre de 1836 (Pivel, “Historia. de los Partidos y las Ideas Políticas”).

Escritora hay que, pretendiendo minimizar el tema –ya que ignorarlo resulta imposible- sostiene que “…el único cargo que se formula contra Rivera es sobre la cuenta corriente llevada por el sastre Cadillón”.

Mientras tanto citaremos tan sólo una del total de 269 observaciones publicadas en la prensa de la época, eligiendo la que comprende al coronel Faustino Tejera, destacado militar y legislador adicto a Rivera:

“En Montevideo, a 9 de diciembre de 1836, reunidos los Señores de la Comisión de Cuentas y examinando las de la Comisaría de Campaña del año 1834, compareció Don Faustino Tejera a dar explicaciones sobre los documentos Nº1 237 y 241, los cuales son dos órdenes sin fecha ni punto de residencia, firmadas por el Presidente (entonces) en campaña Don Fructuoso Rivera; la primera para que se paguen por Comisaría la mismo Tejera $ 1.068 por valor de 168 caballos, y la otra para que le satisfaga $3.384 por importe de 564 caballos. Y en uno y otro documento hay escritas estas palabras: “Recibí, Julio 1º de 1834”, en uno, y en otro “Julio 4 de 1834”, y firma: Faustino  Tejera.

Enterado de todo esto expone: “Que él jamás ha vendido el número de caballos que expresan estos documentos, pues tampoco nunca los ha tenido. Que solamente se le abonaron en Montevideo (y no en campaña como expresan) unos sesenta y tantos caballos que se le tomaron de su estancia para el ejército, de los que firmó un solo recibo en esta ciudad. Que en dichas fechas se hallaba en esta propia capital. Y finalmente, reconociendo estas firmas con su nombre, declara que no son suyas sino de mano extraña que la ha tratado de imitar, aunque con alguna imperfección. Y concluida esta diligencia, la firmó con los suscritos: Costa, Ramírez, Artagaveytia, Tejera.”

EL ALZAMIENTO

El 18 de julio de 1836, Rivera y sus partidarios, con el importante apoyo del general argentino Juan Lavalle y sus seguidores antirrosistas, se levantan en armas para derrocar al gobierno constitucional del Estado Oriental.

El 19 de setiembre, las fuerzas de Rivera y Lavalle chocan en las costas del arroyo Carpintería (Durazno)  con las del gobierno, comandadas por el general Ignacio Oribe, hermano del Presidente, quien obtiene una amplia victoria. En filas de oribe comandaba la llamada “División izquierda” don Juan Antonio Lavalleja y la “Vanguardia”, Basilio Araújo, otro de los principales jefes de la Cruzada de 1825. Es sabido que por primera vez, los riveristas utilizaron una divisa roja, mientras que las fuerzas legales lucían una blanca con la inscripción: “Defensores de las Leyes”, creada por decreto del 10 de agosto anterior.

Finalmente no han faltado quienes hayan censurado respecto a que el presidente Oribe haya puesto al general Lavalleja bajo las órdenes de su hermano Ignacio, quien no ostentaba los lauros militares de aquel. Basta para aclarar el punto, leer la carta que el Presidente envía a su primo (tercero) el coronel Manuel Soria, cinco semanas antes de la batalla: 

“Ha sido nombrado general en jefe Ignacio; pero para esto ha procedido que el mismo Ignacio me escribió rogando nombrase a Lavalleja con este carácter. Le comuniqué a Lavalleja, diciéndole que lo verificaría tan luego como se reunieran las divisiones, pero Lavalleja me ha contestado de un modo terminante que por ningún motivo admitiría aquel nombramiento, pues estaba resuelto y con mucho gusto, a servir a las órdenes de Ignacio, de cuyo patriotismo e interés por la causa no podría tenerse ninguna duda. Por lo que después de un procedimiento que tanto honra a ambos, he dispuesto lo dicho, nombrar a Ignacio”. (L.A. de Herrera, “Orígenes de la Guerra Grande I” Cap.84).

Obviamente Lavalleja entendía perfectamente que el hombre de confianza del Presidente era su hermano Ignacio, junto con quien habían combatido en 1832, 1833 y 1834 contra el propio Lavalleja en defensa de la presidencia constitucional de Rivera.

JORGE PELFORT
LA REPÚBLICA
10 agosto 1996

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