viernes, 23 de enero de 1998

ORIBE Y LOS NIÑOS (II)

Brig. Gral. M. Oribe
Con motivo del Día de Reyes escribí en estas páginas un artículo titulado “Oribe y los niños”, en el que hice referencia a mi libro “Oribe, Precursor de nuestra educación”. Del mismo, sin recargarlos con fechas ni nombres de los destinatarios (en su casi totalidad comandantes militares de los diversos departamentos), vayan unos cuantos pantallazos tomados de diversas fuentes: 

“Quedan aprobados los gastos ocasionados en la ropa dada a los jóvenes para que puedan asistir a la escuela. Cuando V. tenga lugar, páseme una relación con los nombres de los niños y niñas de ambas escuelas, así como lo distribuido en ropa, porque tengo intención de hacerlo publicar”.

“Convengo en la utilidad de la escuela de Dolores; voy a mandarle los tirantes, alfajías y ventanas que necesita para hacer la casa y se lo enviaré todo por el río lo más pronto que me sea posible”.

“…se entregue al Sor. Comandante Gral. De Tacuarembó el importe que sea preciso para el Establecimiento de la escuela de niñas, como igualmente satisfacer los gastos que en la misma se originen mensualmente”.

“Siempre que necesite V. renovar la ropa de los niños o hacer cualquier erogación de los establecimientos de educación, avísemelo con franqueza para librar a V. lo que sea necesario”.

“He tenido una gran satisfacción al leer lo que V. me dice de su visita al Rosario con relación al adelanto de los niños en varias escuelas del Estado y apruebo con placer las obras que V. va a emprender para mejorar las casas en que ellas actúan”.

“Celebro mucho la resolución de Ud. Para abrir la escuela de niñas el primero de abril y le deseo el más cumplido éxito. Los útiles que sean necesarios puede avisarme para mandarlos”.

“No debe perder de vista en sus ratos desocupados visitar las escuelas” recomienda en ese mismo año al Comandante General de Colonia, Coronel Lucas Moreno.

Del año 1850 es este decreto, notable por la insistencia machacona con que se exige su cumplimiento, y que debemos una vez más a esa obra exhaustiva que es “El gobierno del Cerrito” de Mateo Magariños de Mello.

“Deseoso el Gobierno de remediar en cuanto fuese posible y según lo permitan las urgencias del Erario, a los huérfanos y demás personas que sobrevivieron a las víctimas causadas por el incendio ocurrido el 3 de enero ppdo. En las inmediaciones del pueblo de Dolores, ha acordado que al hijo del Cabo de Gdias. Nacionales Juan Antonio Otazú, al joven hijo de don Nieves Villalba, y a los de igual clase Pedro y Seidiona Correa, sean socorridos mensualmente con seis pesos cada uno, y con ocho la joven Trinidad Alvariños, para que sean empleados en el pago de la Educación Primaria de estos desgraciados huérfanos.

Comuníquese este acuerdo al Ministro de Hacienda para que por él se expidan las órdenes necesarias para su debido cumplimiento; y transcríbase igualmente al Comandante General del Departamento de Soriano, previniéndolo que el Gobierno, al asignar la pensión mensual a los jóvenes que se mencionan, ha querido asegurarles con ella el pago de su Educación Primaria, y espera que este objeto se llenará debidamente desde que cuenta con el celo y la eficacia de la Comandancia General, para velar sobre el más exacto cumplimiento de lo que por este acuerdo se dispone”.
 Infatigable, será siempre en su preocupación por la educación de los hijos de sus subordinados, especialmente de los que han ofrendado su vida a la causa.
Así, Gregoria e Inés, hijas del comandante Fermín Casas, muerto en combate en abril de 1846, son puestas inmediatamente en condiciones de recibir educación; denotando gratitud, a la vez que su progreso, escriben al Presidente tres años después: “¿A quién con más razón que a V.E. debemos agradecer el fruto de nuestra educación, que sólo a su clemencia y bondad se la debemos?”
Cuando en junio de 1847 es muerto el Comandante Gregorio Vergara, Oribe se entera que desde hacía varios años había formado pareja estable con otra mujer, cuyo hogar quedaba irremisiblemente desamparado, ya que los bienes pasaban íntegramente a poder de la familia legítima. Pero para paliar el vacío de la Ley, aflora el aspecto humano del Presidente, quien ordena entonces al general Diego Lamas:
“Lo que sí está en mi posibilidad y quiero ejecutar, es dar protección y amparo a ella y a los dos niños. En consecuencia, por el Receptor de Tacuarembó les hará procurar escuela si para ellos están capaces” (por razones de edad seguramente).
La viuda de Manuel Vidal se le dirige en estos términos: “He tenido carta de mi querido hijo Manuelito y me da por noticia que Ud. Lo ha puesto en un colegio, y sólo de Ud. Podía yo esperar esta fineza y nuevas pruebas de amistad, que ni el tiempo ni la separación ha borrado de V la memoria de su querido tocayo. Puesto yo estoy muy contenta con que él siga sus estudios…y me lo mire como un hijo pues Manuelito va a tener 14 años y en esta edad precisa de los respetos de un padre que ha perdido…”.
Juan Valdez, de Tacuarembó: “En mi poder la apreciable de Ud. Del 4 del corriente en la que me participa de las finas atenciones que V.E. dispensa a mi niño”.
Juan Barrios, de Rocha: “Tengo la satisfacción de adjuntar a Ud. dos planas del chico mío que V.E. se ha dignado pedirme para hacerlo educar en esa… Hoy he recibido cartas de mis sobrinos Mauricio y Víctor y me he admirado en ver lo que ha adelantado el último en tan poco tiempo, tanto en escribir como en el modo de expresarse”.
José María Morales, de Melo: “Así pues, cuento con la protección de V.E. para la educación de mi hijo”. Y a este último niño lo evocará años después su nieta, Juana de América, “…transitando las calles de la Unión con sus nostalgias provincianas y su fervor oribista…porque aquel Modesto Morales, padre de mi madre, devoto de San Agustín y alumno del Colegio de la Unión, tuvo en su vida dos adoraciones: San Agustín en el cielo y el general Oribe en la tierra” (Anuario “Artigas”).
El enviado norteamericano Samuel Greene  Arnold nos narra en su “Viaje por América del Sur”, al describir su visita al presidente Oribe en el Cerrito: “Últimamente ha hecho una gran obra que ahora le preocupa con preferencia; ha fundado un colegio a media legua del Cerrito y a una legua de la ciudad. Lo empezó hace 5 o 6 meses y lo tendrá hecho en poca semanas; ya ha costado arriba de cien mil pesos. Es de ladrillo y es un asunto muy grande. Me mostró los planos y con justo orgullo habló de ello como de una obra duradera para su país, concebida y terminada durante la guerra.  Me pidió que le dijera al cónsul de los Estados Unidos en la ciudad, que consiguiera para él los planos de estudios y reglamentos de algunos colegios americanos” (Magariños, ob.cit.).
Salvo en lo inevitable –y esto a medias-, la ocultación implacable ejercida por parte de nuestra enseñanza oficial de la tenaz tarea educativa de Oribe en ambos períodos presidenciales, constituye un ejemplo acabado de violación a la laicidad y una grosera mutilación a la verdad histórica.

JORGE PELFORT
“PATRIA”,
23 enero de 1998

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