miércoles, 20 de julio de 2005

INDISCULPABLE

Medalla de Oribe

En el suplemento “Batallas” III de El País se publicó una gruesa falsedad alusiva a Manuel Oribe, traída además, totalmente de los pelos al tema, que era el de los corsarios.

Dice en la página 12, tercera columna: “La defección corre por dentro, los montevideanos que habían apoyado la revolución se inclinan ahora ante los portugueses: Manuel Oribe, Solano Antuña, el cura Larrañaga…”.

En caso de que no existiera malevolencia en el engendro, habría que convenir que sus elucubradores son crasos y supinos desconocedores de nuestra historia, al encabezar la lista de obsecuentes a los portugueses con el más  irreductible enemigo –a la par de Artigas- de las pretensiones lusitanas.

Cuando en 1817 treinta y seis oficiales de los regimientos de cívicos y de libertos comandados por Bonifacino Ramos y Rufino Bauzá, disgustados con los procederes de Rivera resuelven abandonar la lucha junto a Artigas y reanudarla en seis meses desde Argentina, el oro portugués se ofrece  a raudales para que pasaran a filas propias. Pero uno de ellos se planta fieramente para impedirlo. ¿Quién? Dígalo el enemigo.

El capitán de Fragata portugués Jacinto Roque de Sena Pereira (el de Juncal), encargado del transporte a Buenos Aires, señala en sus “Memorias a Reflexoes sobre o Rio da Prata”: “…mas a pertinacia de D. Manuel Oribe, moço de caráter imperioso e ardente frustró tudos os meios e deu-se-lhe o transporte convencionado”. Confirma el acreditado historiador brasileño Alfredo Varela en su célebre “Duas Grandes Intrigas”, destacando que en la ocasión “…D. Manuel Oribe puso eficaz impedimento a las mayores pretensiones de Lecor” y que “…gracias a él pudo la referida unidad trasladarse intacta a la otra Banda”.

Por lo visto los elucubradores  de la versión de Oribe entreguista del suplemento de marras, JAMÁS oyeron hablar de NADA de esto y bueno sería nos dijeran en qué fuente abrevaron sus conocimientos sobre el tema. Sin duda que ignoran que un conocidísimo historiador compatriota llamado Eduardo Acevedo, en sus archidifundidas obras tituladas “Alegato Histórico” y “Anales Históricos”, desde principios del siglo XX hizo conocer  a todos tus compatriotas que si un jefe oriental hubo que con antelación a ningún otro se entregó con decisión –y provecho-  al invasor lusitano, no fue el que ellos tan infundadamente destacan como el primero de todos. Que quien a eso se abocó con empeño digno de mejor causa fue don Fructuoso Riveras, obligando a jurar –ya diputado cisplatino y comandante portugués- la fidelidad al Imperio a todo oriental a sus órdenes, desde los hermanos Lavalleja y Leonardo Olivera para abajo. Y al que se resistía, pues se le ejecutaba en la plaza de Canelones como al capitán Pedro Bonifacio Amigo.
En ambos textos de Acevedo mencionados se puede leer la fórmula juramental que, “…con la presión  de las fuerzas a su mando” impuso a todos los pueblos y cabildos el novel diputado-comandante. Así finalizaba: “Viva el Emperador Constitucional del Brasil y del Estado Cisplatino! ¡Viva la Emperatriz del Brasil y la Dinastía del Brasil y Estado Cisplatino! ¡Viva la incorporación del Estado Cisplatino al Grande Imperio Brasilense!”.
Afirman Alonso, Sala, de la Torre y Rodríguez (“La Oligarquía Oriental en la Cisplatina”): “En compensación Rivera fue nombrado Caballero del Hábito de Cristo” (1822). Y Caballero de la Orden del Cruceiro y Brigadier General con un sueldo de 96.000 reis según Alfredo Lepro (1823). Y Barón de Tacuarembó (1825). Y “Honroso Membro” de la logia masónica POLONIA que le obligaba “…a defender a Constituiçao Nacional e á gloria de Throno e á prosperidade a Força Nacional do Imperio do Brasil (1848), documento que fotocopié en nuestro AGN y fue publicado en el suplemento de El Día el 6.3.1947.
Cualquiera se percata pues, de que tendrían (?) que saber no digo poco, sino NADA de estos temas los asesores del suplemento de marras, al resaltar la “inclinación” de Oribe hacia los lusitanos e ignorar la de Rivera.
PD. Días atrás, a punto de enviar la presente, me enteré que en La República había aparecido una muy dura carta sobre este tema, por lo cual desistí de enviar la mía en ese momento. Pero posteriormente me informaron que en BATALLAS VII, con el título de “Omisión Involuntaria” había aparecido una “aclaración” impresentable al respecto, siendo que no se trata de omisión sino de un trabuque muy llamativo de apellidos. La “omisión” pretenden justificarla metiendo en danza al historiador compatriota Carlos Machado, extrayendo el nombre de Oribe de una cláusula de su texto (3ª. Ed.) para insertarla en la subsiguiente, encabezando a los genuflexos que “se inclinan” ante los portugueses. Casualidad o no, resultó una maniobra típica de nuestra vieja historia oficial.

JORGE PELFORT
“ÚLTIMAS NOTICIAS”

20 de julio 2005

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