martes, 11 de enero de 2005

EL SOL COLORADO - La pretendida bandera de Leandro Gómez

Catedral de Paysandú
después del bombardeo de la escuadra brasileña.
I. Veintiuna páginas ocupa el manuscrito de la batalla de Arroyo Grande, Entre Ríos, en la que Manuel Oribe, al mando del Ejército Unido de la Confederación Argentina- 8.000 hombres entre los cuales 2.000 eran orientales -derrotó a Fructuoso Rivera, quien comandaba un conglomerado de 7.500 conformado por correntinos, orientales, santafesinos y entrerrianos. En la penúltima página expresa el firmante, Manuel Oribe: "Mi jefe del EMG, coronel Dn. Francisco Lasala, alcanzó al oficial que llevaba en sus manos una profanada y adulterada bandera oriental y se la arrancó, hundiéndole al tiempo su espada en el cuerpo".

Seguramente que la anotación no requería en la época explicación alguna, pero hoy creo que es necesario formularla: ¿Por qué portaba el oficial de Rivera una bandera oriental "adulterada"? Pienso que la razón radicaba en que, en vista de que las fuerzas orientales de Oribe utilizaban, lógicamente, nuestra bandera, ello llevó a Rivera, previendo inevitables confusiones en un combate, a "adulterar" las propias.  Para ello, sin duda que nada más práctico que coser sobre el sol de dieciséis rayos, uno colorado de ocho recortado de las bayetas de los ponchos, similar a lo verificado con las divisas en Carpintería.

Poco a poco, lo que comenzó como una solución de emergencia se tornó norma en las tropas de aquel caudillo. Tan es así, que derrotado éste cuatro años largos después con sus aliados franceses y garibaldinos en Mercedes por Ignacio Oribe, el parte del vencedor fechado en Bequeló (2.2.847), "...armamentos, municiones, pertrechos de guerra y artículos de comisaría; a más de cuatro banderas: una francesa, una pirata (garibaldina, obviamente), y dos orientales adulteradas" ("El Defensor de la Independencia Americana", 11.2.847).

La práctica descripta, empero, perduró más allá de la propia existencia de Rivera, siendo continuada y aún incrementada por su sucesor, Venancio Flores, como lo demuestra el hecho de que, muerto aquél y a más de dos años de concertada la paz de 1851, el principal diario montevideano, "El comercio del Plata", protestaba: Diremos que se va generalizando el abuso de poner una estrella roja en vez del sol que debe llevar la bandera nacional según la ley que la estableció, y ese abuso se ha visto aún en las oficinas públicas". (2.2.854).

De lo que se deduce que si a esa altura de los acontecimientos se estaba generalizando la anomalía, ¿quién sino el gobernador Flores podía ser su impulsor?

II. En 1865, caída Paysandú y depuesto el gobierno constitucional por el poder incontratable de la escuadra y ejército brasileños, Flores es repuesto en el poder. Designa entonces al Dr. Andrés Lamas como Ministro Plenipotenciario ante la Corte de Río. Varios meses después de haber asumido su cargo, se entera de que en febrero el almirante Tamandaré había brindado a Pedro II "...una bandera oriental", como trofeo de guerra.

Nuestro ministro arguye entonces ante la Corte que, habiendo sido su partido político -y del gobernador Flores-, aliado de Brasil en esa guerra, para nada procedía haberse llevado esa bandera como trofeo y reclama su devolución (24.10,866). Más de un mes después (28.11), el canciller (?) norteño Antonio Coelho de Sá e Alburquerque remite a nuestra legación en Río un paquete con una nota que dice tratarse de "una bandera de su Nación tomada en Paysandú", y se frena ahí... apenas algo más de lo sugerido por Lamas. Y en el mismo día éste agradece el envío de "la bandera nacional de mi país" ("Revista Histórica". t. VII, ps. 834/40). Ninguno alude en momento alguno a "la bandera de la torre de la iglesia".

De inmediato nuestra legación informa a Montevideo que "...fue restituida la bandera oriental que se encontraba en esta Corte como trofeo de Brasil... Si el gobierno no se sirve disponer otra cosa, esta misma legación tendrá la honra de entregársela a su próximo regreso a Montevideo".

Pedro Lamas, hijo -y secretario entonces de nuestro diplomático en Río, nos dirá en su libro "Etapas de una gran política" (apología de su padre), que la respuesta de Flores fue que la conservara como recuerdo, lo que califica de "lacónica y expresiva contestación". ¡Claro que sí! Porque nadie mejor que él, sucesor de Rivera, conocía el origen de esas banderas con soles colorados adosados", "...generalizadas aún en oficinas públicas" desde que accedió al poder.

III. José Fernández Saldaña, quien junto a Dardo Estrada la traerán en 1917 desde Buenos Aires para depositarla en nuestro Museo Histórico, la describió así: "Era una bandera chica, de poco más de un metro de largo y ancho en proporción, confeccionada con tiras de telas burdas usuales para ropas de labor, cosidas a puntadas largas. En el ángulo superior, una aplicación recortada de paño colorado imitaba el sol". (Suplem. "El Día" 26.11.941). Confieso que hace ya unos años, cuando la vi por única vez en su vitrina del Museo, tanto me sorprendió la irrespetuosa anomalía del sol que no pude percatarme de la mencionada ordinariez del material y la confección. Su cartelito reza: "Bandera nacional de las fuerzas que defendieron la ciudad de Paysandú 1864-1865".

Y pregunto serenamente: ¿pudo ser esa pequeña y mal improvisada banderita la que en representación del gobierno constitucional de la República hizo enarbolar Leandro Gómez sobre la iglesia de Paysandú? ¡Y tan luego con ese sol colorado postizo, "generalizado" nada menos que por su atacante, Venancio Flores! Si tan escasos de banderas se andaba al extremo de tener que apelar a esa, ¿a nadie se le ocurrió siquiera algo tan elemental como era hacerle descoser el ominoso remiendo o "aplicación recortada" -Según Fernández Saldaña- que caracterizaba al enemigo desde décadas atrás? ¿Acaso ignoraba eso Leandro Gómez, ayudante del general Oribe en la batalla de Arroyo Grande y desde entonces íntimamente ligado con él?

¿No es más razonable deducir que la banderita adulterada -distintivo de las fuerzas floristas- derivara a manos brasileñas por vía de aquellas integradas en parte por dos escuadrones riograndenses entregados en la frontera "...al Coronel Gregorio Suárez por el general brasileño Canavarro" según afirma Eduardo Acevedo en sus "Anales" III?

Por su parte, Masanti, Ribero, Pons, Erausquin y algún otro protagonista de la epopeya sanducera, dejaron emotivos testimonios escritos de la misma, y con frecuencia mencionaron con unción a la imagen de la enseña patria que tremolaba al tope en la iglesia. Cuando un proyectil le quebró el mástil, todo Paysandú contempló azorado al teniente Julián Encina trepar a la cúpula y, en medio de las balas, tras interminables minutos, reponer asta y bandera (A. Schulkin, "Paysandú" I, p. 417) Ninguno de los centenares de testigos, ¡manga de distraídos!, señaló el curiosísimo detalle del sol colorado, tal como si fuera de lo más normal.

Orlando Ribero, en el capítulo XV de "La defensa de Paysandú" nos relata emocionado el momento en que fue "arriada la bandera oriental que flameaba en la cúpula de la iglesia, y enarbolado en sustitución el pabellón auriverde brasileño". Ningún detalle fuera de lo común en la bandera mereció su atención.

Por otro lado, tenemos una versión brasileña de tan tocante momento, cuando "...o imperial marinheiro Alexandre José da Silva lançou mao de uma bandeira brasileira e, subindo rápidamente ao alto do zimborio da Matriz...ali a colocou em substituçao a branquilla oriental". (Almir. Joao do Prado Maia, "A Marinha de Guerra do Brasil na Colonia e no Império", p.266).

La "blanquilla" oriental... ¡Así denominaba el enemigo principal a la bandera nacional que no luciera el solo colorado de sus aliados floristas!

IV. El 2 de enero de 1884, residiendo Andrés Lamas ya definitivamente en Buenos Aires, se daba sepultura en nuestro Cementerio Central a los restos de Leandro Gómez, recién traídos de Paysandú. Sin duda de que aquél consideró oportuno revivir su gestión por la banderita de casi dos décadas atrás, y la envió para que estuviera presente en las ceremonias.

Promovida o no desde sus inicios por Pedro Lamas la simpática cuan indocumentada versión de que  la bandera que Flores no quiso ni ver era "la de la torre de la iglesia", la prensa montevideana la manejó con soltura y desaprensión, aprovechando el batifondo patriotero a que era propenso el presidente Máximo Santos. Y así se calificó de "homenaje" el incalificable ultraje que significó haber cubierto con ella durante las ceremonias el féretro del mártir heroico.

Contrariamente a lo asegurado por la prensa "El bien Público", "El Ferrocarril" y a las gestiones de Santos para que la bandera quedara en el país, fue regresada como estaba previsto al Dr. Lamas, quien fallecerá en Buenos Aires el 17.9.891.

En setiembre de 1815, el director de nuestro Archivo y Museo Nacional, Luis Carve, obtiene de un hijo de Lamas, Domingo, la donación de la bandera a la institución. A la vez le pide datos sobre la repercusión en la prensa de Rio de Janeiro en oportunidad de su "devolución" en 1866.

La respuesta fue categórica y sólo pudo sorprender a quienes confiaren en la leyenda rosa de la ajetreada banderita. Contesta Domingo Lamas (11.10.915. Museo Histórico), "Ningún diario de Rio de Janeiro se ocupó de la devolución de la bandera de Paysandú, quedando la cosa en alta esferas de la diplomacia" Es decir, en absoluto secreto. ¡Lógico! ¡Cualquier día iba a publicitar la diplomacia brasileña la sangrienta burla perpetrada contra la incurable candidez de sus vecinos sureños! A los que sabían incapaces de sospechar trapisonda tamaña por parte de un ministro imperial de nombre tan imponente como Antonio Coelho de Sá e Alburquerque.

V. Salta a la vista la poca seriedad de Pedro Lamas al narrar estos episodios, lo que se patentizará en "Etapas de una gran política". Sin duda de que para imprimir mayor dramatismo al tema, afirma que su padre condicionó asumir su cargo ante la corte imperial a la previa devolución de la bandera, siendo que se enteró de su existencia recién al año aproximado de haberse encargado de la legación, algo que Fernández Saldaña califica muy benévolamente de "inexactitudes cronológicas" (supl. de El Día 24.8.941). Evidente resulta también su interés en convencer que la bandera "era la de la torre de la iglesia" (p.279), detalle específico que para nada surge de la correspondencia de nuestro ministro con Alburquerque ni el canciller uruguayo Flangini.

Con ese  mismo afán de adjudicar un superior estatus a la pieza que estaba por recibir, se movilizará por su parte en 1915 el ya citado director Luis Carve, publicando en la revista de la institución (tomo VII, ps. 834/40) la correspondencia recién mencionada. Pero como en ella no aparece mención alguna a los efectos buscados, inserta una llamada (1) de la dirección, señalando que esa es "...la bandera oriental descendida el 2 de enero por las tropas del almirante y vizconde de Tamandaré, de la iglesia en que había tremolado en ese histórico sitio". Que cuando los documentos son porfiados y se niegan a decir lo que debieren, pues se los hace decirlo "a trágalos perro", valga la gráfica expresión del entrañable presbítero Pérez Castellano. Era una vez más nuestra Historia oficial funcionando a pleno.

Mientras que "la de la torre de la iglesia" continúa su eterno cautiverio en el Arsenal da Marinha, Praça Barao Ladario s/n, Ilha das Cobras, en la bahía de la capital carioca.

JORGE PELFORT
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11 enero 2005

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