domingo, 1 de octubre de 1989

A REPASAR: ¿BATLLE O SARAVIA?

Gral. Aparicio Saravia

Ante un par de macaneos histórico-político de un novel articulista del semanario La Razón, El Día se regodea en ellos en un artículo a ocho columnas titulado "Alguien ha perdido sus cabales". Pero, no conforme con ese par de "cachones" en la puerta del arco, se le hace todo el campo orégano y entra a saco en nuestra historia. Y entre otros, estampa un exabrupto que dice: "Al servicio de la dictadura del señor Juan Lindolfo Cuestas estuvo el señor Aparicio Saravia, convertido en su puntal más firme".


Estar "al servicio" de alguien significa, obviamente, recibir y cumplir sus órdenes. Por lo cual, quien tenga el más somero conocimiento histórico advertirá que el articulista de El Día, incurre en una notoria falsedad. Por lo que dice pero, además, por lo que NO DICE.

¿Qué órdenes de Cuestas recibió y acató Saravia? Ninguna.

Como bien dice el historiador Mena Segarra en su excelente biografía sobre el caudillo blanco, el presidente Cuestas, reaccionando contra la terca intransigencia de su predecesor Idiarte Borda, supo
 "...comprender que la era del exclusivismo de una oligarquía había llegado a su final con las lanzas de los blancos y el plomo de Arredondo y que a él le tocaba inaugurar una época nueva". Con ese gobernante, espontáneamente dispuesto a inaugurar un tiempo de tolerancia tan atípico por parte de una administración colorada, decidió convivir políticamente Aparicio Saravia, con la condición sine qua non del respeto a las magras posiciones conquistadas por su partido a través de tantos años de luchas sangrientas.

Pero lo que EL DÍA no dice es que "al servicio" no ya de Cuestas, sino del indefendible Idiarte Borda -a quien había acusado de  "mezquino y bajo...manchado con la infamia de atentados inicuos" se puso el señor Batlle y Ordóñez, cuando contra el así calificado gobernante se alzó en armas Saravia.

Ante el teatro Cibils repleto (31.1.1987) Batlle exhorta a combatir la revolución blanca (González Conzi y Giúdice, "Batlle y batllismo", p.91):
 "Este ataque tendremos que repelerlo nosotros mismos, con nuestros propios brazos, A LAS ORDENES de nuestros mejores Jefes". Que no eran otros que Vázquez, Benavente, Carámbula, Villar, Galarza, los vilipendiados jefes latorri-santistas, ahora bordistas.

Y llegando a la dictadura de Cuestas que el articulista menciona, ¿quién habrá sido su principal artífice?

El 29.10.1897, el señor Batlle ya propiciaba desde EL DÍA:
 "Nosotros entendemos que una nación tiene la soberana facultad de apartar de su camino todos los obstáculos que encuentre". Frase que bien puede constituir el artículo 1º del mejor manual de golpes de estado.

En El Día (6.1.1898) después de desarrollar su teoría sobre dictaduras buenas y malas, concluye acerca de la que viene promocionando:
 "Una dictadura así será mirada como una bendición de Dios".

El 9 de febrero, la Comisión Directiva del Partido Colorado aprueba por unanimidad la moción de Batlle de aconsejar a Cuestas la disolución de las Cámaras, lo que este efectiviza al día siguiente:
 "Ese mismo día Batlle, al frente de un batallón de la Guardia Nacional toma posesión de los locales de la Asamblea instalados en el Cabildo" (supl. El Día 20.8.1950).

Liquidado el asunto, el 21 del mismo mes escribe Batlle en su diario:
 "El Día fue partidario de la dictadura desde que pudo conocer la tendencia de la mayoría parlamentaria...".

Cuestas fue hombre agradecido y
 "... a pesar de ser el señor Mac Eachen el candidato de sus simpatías aconsejó a éste que desistiera en favor del señor Batlle" (El Día 13.3.903).

Ya electo presidente, Batlle dirigió a Cuestas una muy conceptuosa carta (18.3.903) deseando
 "significar a V.E que es para mí un timbre de honor el haber cooperado en la obra realizada por V.E. desde que ascendió al gobierno...".

Bueno, creemos que alcanza para que el articulista de El Día que acusó a Aparicio Saravia de servidor y puntal de la dictadura de Cuestas, la Dirección lo mande a repasar un poco. Anda muy flojo en "batllismo".

JORGE  PELFORT
LA REPÚBLICA
octubre 1989

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