jueves, 19 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (II)

Adolph Thiers y Fructuoso Rivera

LA VERDAD EN CUEROS.-  Con pasmosa naturalidad así sintetizará estos hechos ante las Cámaras francesas un par de años después, el primer Ministro Thiers: "Así pues, por nuestra influencia, hemos hecho triunfar a uno de los partidos, remplazar a Oribe por Rivera y a consecuencia de ésto, el bloqueo se hizo posible" . E indignado ante los reproches de los parlamentarios que cuestionaban el costo de esa operación en tan remotas regiones, exclamará:

"Habéis hecho caer al gobierno que existía, habéis hecho nacer el de Rivera, habéis pagado a Rivera cerca de dos millones para hacer la guerra como vuestro aliado y vuestro auxiliar, y decís que no hay en esto un empeño de honor! Sea así: razonemos como esas naciones que olvidan a los que no pueden servirles ya. ¡Esa es una falsa habilidad!".

Bien escribiría de Rivera años después, desterrado por la Defensa en Río, su secretario José L. Bustamante: "...el Gobierno, después de mucho tiempo comienza a asumir su verdadero carácter, principia a restablecer la moral apoyado por los poderes extranjeros que nos han levantado de la tumba..." (Archivo Saldías).

A todo esto, mientras Francia volcaba sus francos en nuestro país en conquistar posiciones y voluntades para hacer la guerra contra Rosas, con mucho más discreción y redituabilidad, Inglaterra nos había impuesto aquel "tratado degradante "que Oribe rechazara, aún contra sus salvación, por no "vender al país".

Extractamos de una correspondencia del nuevo cónsul francés en Montevideo, Theodore Pichon, a su cancillería (19.7.1842): "el Sr Mandeville, Ministro de Inglaterra en Buenos Aires, firmó hace cuatro días con el Gobierno Oriental, el tratado de comercio y navegación que se negociaba hace siete años (...). El Sr. Mandeville aceptó alojarse en lo del Presidente Rivera (...) y se entrega con una bondad irónica a las oficiosidades con que los miembros del Gobierno lo rodean..."

Pero celoso ya, ante la creciente escalada del imperialismo francés en el Plata, el siempre apetente Imperio Británico también se incorpora a manotear ventajas. Aliadas así las dos potencias de la época, exigirán ahora la "libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, doctrina que curiosamente ellos no sustentaban ni en el Sena ni en el Támesis, ni en el Ródano ni en el San Lorenzo. Rosas y Oribe los enfrentaron.

Miles de vidas criollas costará repelerlos. Y a pesar de contar con auxiliares nativos, después de una década tendrán que retirarse reconociendo en sendos tratados la exclusiva jurisdicción argentina en el Paraná y la uruguayo-argentina en el Uruguay. Claro que los historiadores oficialistas de ambas márgenes ignorarán con sistemática distracción estos actos imperialistas o, a lo más, los justificarán (como dice nuestra cita inicial de J. M. Rosa), en nombre de la civilización o de la democracia.

"...SERÁ A TODOS LOS AMERICANOS A QUIENES TENDRÁN QUE AFRONTAR"
En 1846, España comenzó a preparar concentrando efectivos en puerto de Santander, la reconquista del Perú. Desde Lima surgen las notas solicitando la solidaridad de los hermanos del continente.

La cancillería de Oribe, (en su segunda presidencia con sede el Cerrito) contestará con fecha 5 de febrero de 1847:
 "...Por su parte, el Gobierno de S.E. el Presidente, no correspondería a sus ardorosos sentimientos americanos, si pudiese un solo momento mirar con indiferencia el atentado que se prepara torpemente contra la libertad e independencia de las repúblicas sudamericanas. Así es que, uniendo el suyo al grito de todo el continente, indignado, declara sin hesitación, que mirará como injuria y ofensa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las repúblicas de Sud-América: que pondrá en acción, todos sus esfuerzos y recursos para combatir la odiosa invasión y que estará pronto a correr con ellas, a donde quiera que lo haga necesario el peligro común". (La copia de esta nota desapareció significativamente de nuestros archivos, pero el original fue encontrado en Lima en medio de elogiosos conceptos por el desaparecido historiador Dr. Felipe Ferreiro).

Por su parte, entre otras expresiones de agradecimiento y solidaridad, el gobierno de Chile manifestará: "Los sentimientos que a este respecto ha desplegado el gobierno oriental, son dignos de la actitud que, hace tiempo, ha tomado en defensa de sus (propios) derechos"..

Pero para aquilatar debidamente el valor de tan digno documento, nada mejor que parangonar la situación con la suscitada dieciocho años después (1865), cuando la amenaza se concreta, ocupando España las islas peruanas Chincha y atacando el puerto de El Callao, así como sometiendo a devastador y despiadado cañoneo a la ciudad chilena de Valparaíso.

En América, solamente tres países, Estados Unidos, Brasil y Uruguay, tomaron partido más o menos solapadamente por España. Mientras el pueblo montevideano manifestaba públicamente su adhesión a las repúblicas hermanas, el gobierno de Venancio Flores, muy influido por el ministro español en nuestro país Carlos Creus, apoyaba notoriamente la causa de Su Majestad Isabel II, incluso censurando a la prensa no oficialista. El gobierno español, por nota del 25 de junio de 1866
 "...aprobaba la satisfactoria conducta del Gobierno Oriental", que abastecía permanentemente de carbón y víveres a la escuadra española, a la vez que negaba la entrada a nuestros puestos de los corsarios chilenos.

Las cancillerías hermanas acusarán (2.1.1867) airadamente a nuestro gobierno de querer "convertir las aguas neutrales en lugar de asilo y espera, en base de las operaciones hostiles al enemigo, es evidentemente un servicio prestado a uno de los beligerantes y por lo tanto, manifiesta violación de la neutralidad"  y que "...escasamente sería mayor el daño que las Repúblicas Aliadas padecerían, en el supuesto absurdo de una alianza de la República Oriental con España".

Ni tan supuesta ni tan absurda era la certidumbre de que el motivo de la posición uruguaya radicaba en el muy fructífero abastecimiento de la cuantiosa flota hispana.

Antecedentes en que basar dicha presunción no faltan: el historiador colorado Guillermo Lockhart dice sobre el primer gobierno de Flores en 1854 (diez años antes de Paysandú):
 "La presencia de 5.000 brasileros solicitados por Flores... suponía ventajas que todos tenían que reconocer entre ellas el refuerzo económico para el decaído comercio montevideano. Así es que el 4 de mayo de 1854 entraron las fuerzas brasileras".  Y confirma su correligionario Alfredo Lepro: "Hasta motivos de índole económica influían: los consumos de esa tropa importaba un serio impulso para el desfalleciente comercio montevideano". No cuestionamos, entiéndase bien, la nunca desmentida honestidad personal de don Venancio, sino que señalamos de qué manera valores tan fundamentales como los que estamos encarando, eran afectados por una filosofía política en medio de la cual él se formara. Así lo demuestra esta carta (20.7.1850) del entonces presidente de la Defensa don Joaquín Suárez: "Hoy ha desembarcado el primer batallón de infantería francesa, mañana desembarcará el segundo y pasado el tercero. Esta fuerza asegura la existencia de la plaza, da una fuerza moral al Gobierno... y de bienestar a la población por el dinero que correrá de sus sueldos". ("Joaquín Suárez, el Gran Ciudadano" Dr. J. González Albistur). Como antítesis ante tanto desvarío, estas diferencias de concepto, frontales, irreconciliables, definitorios de esa larga pugna de nuestros partidos que emanan de estos párrafos que el presidente Manuel Oribe dirige al General Lucas Moreno, en instancias de fundar éste la localidad de Nueva Palmira (30.10.1848): "Pero los agraciados con solares deben ser todos naturales y no extranjeros... NO ME IMPORTA EL PRODUCTO QUE POR LA COMPRA PUEDAN DAR LOS TERRENOS QUE PASAN A EXTRANJEROS PORQUE ME HACE MAS FUERZA LA MIRA POLÍTICA QUE TENGO...".

Notable diferencia entre dos gobiernos uruguayos separados por menos de dos décadas, en la forma de interpretar aquellos señeros conceptos que, dirigidos al Cabildo el 9 de mayo de 1815 Artigas estableciera categórica e inequívocamente así: "...A donde quiera que se presenten los peninsulares, será a todos los americanos a quienes tendrán que afrontar". 


Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

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