jueves, 29 de octubre de 1992

HÉROES Y PRÓCERES


Brig. Gral. Manuel Oribe
Con este mismo título, el Dr. Jorge González Albistur replicó en carta a "Búsqueda", conceptos expresados en artículo de igual título por el columnista Tomás Linn, tras coincidir inicialmente en la condena a las calumniosas diatribas vertidas en un matutino, con motivo del bicentenario de don Manuel Oribe.

La indudable buena intención que campea en ambos artículos -aún discrepando en algunos aspectos- me anima a terciar en el tema.

Comparto la discrepancia del Dr. González Albistur en cuanto a que Artigas hiciera degollar a sus prisioneros, a menos como aquél dice- que confiemos en el deleznable libelo de Cavia o -agrego yo- en la no mucho más confiable palabra de Sarmiento. Pero no creemos que Linn incurriera en demasía al afirmar que "...al disidente (considerado traidor) se lo fusilaba".

Ello está abonado por el oficio de Artigas al Cabildo de Montevideo fecha 29/671816 disponiendo: "El que conspire contra la Patria sea fusilado inmediatamente..."(AGN, "Corresp. del Gral. Artigas al Cab. de Mdeo. 1814-1816", ps. 106 y 318. También en el AGN (Particulares) hay carta al coronel Felipe Duarte del 22.3.1819 ordenando: "Ud. cuélgueme un par de los primeros que agarre y entonces quedaré satisfecho... Ya no es posible guardar consideración con la indolencia de los paisanos.

Nadie podrá creer que Artigas se solazara con este tipo de órdenes, pero era un hombre de guerra actuando en tiempos de guerra, lo que distaba mucho de ser un juego. Por eso tampoco podemos discrepar con Linn en cuanto a que "...la rigidez del caudillo era la única ley válida en Purificación..." ¿Es que podía ser acaso de otra manera? ¿Era de algún modo evitable cierto grado de lo que hoy consideraríamos arbitrariedades en medio de aquella desoladora carencia de todo tipo de elementos? Sin embargo, fue en ese precarísimo ámbito donde se alzó justiciero su voz: "Decidle a vuestros amos que yo no soy verdugo del gobierno de Buenos Aires".

Ni leyenda rosa ni leyenda negra, pues, sin medias verdades ni omisiones deliberadas, metas increíblemente aún tan difíciles de lograr.

Y es a la media verdad - popularmente definida como la "peor de las mentiras"- a la que apela con reiteración y entusiasmo el articulista del matutino que generó el artículo de Linn y la consiguiente réplica de González Albistur que venimos comentando.

Un botón de muestra: aquel severo censor acusa a Oribe de haber fusilado de
 motu propio "cegado por el odio" a cinco chasques de Rivera. Así, para transmitir su propio odio a sus desprevenidos lectores, debió omitir prolijamente:

a) Que con fecha 25.9.1826 el entonces Gobernador de la Provincia Oriental, don Joaquín Suárez, firmó e hizo difundir una circular por la cual declaraba a Rivera
 "convicto de traidor a la Patria... teniendo entendido que serán cómplices de su traición y castigados como tales, todos aquellos que sabiendo su paradero no lo denuncien, o lo auxilien de cualquier modo. Comuníquese a los Cabildos, autoridades, etcétera". (A.Oribe, "Manuel Oribe"II).

b) Que con fecha 7.3.1828 el General en Jefe del Ejército, brigadier general Juan A. Lavalleja, ordena al coronel Oribe que persiga a Rivera en su marcha a las Misiones y que
 "pase por las armas a todos los que llegase a capturar de los que formaban la masa del mencionado Brigadier".  Y le reitera con fecha 31 que "...el que firma aprueba la medida de haber fusilado a los tres baqueanos... y nuevamente le encarga y le ordena: que no pierda un solo instante en la persecución de ese anarquista hasta lograr concluirlo a él y a cuantos le acompañan". (J. Brito del Pino, "diario de la guerra del Brasil").

Cabe, pues, preguntarse: ¿desentenderse distraídamente de las autoridades que impartieron la orden para responsabilizar de la misma al "odio ciego" del subordinado que la cumple, ¿denota mera ignorancia del tema o, de lo contrario, la más pura mala fe? ¿Existe otra alternativa? Pronúnciese el lector.

Y surge ineluctabe la pregunta: ¿cómo juzgará el implacable escribidor histórico el fusilamiento de catorce oficiales lavallejistas decretado por sí y ante sí por el ya presidente Rivera, a saber: sargentos Gutiérrez, Romero y Medina; tenientes Lino y Juan J. Romero, de la Rosa, Campeón y Ximénez; capitán Bustamante (5.8.1832). Y un año y medio después: capitanes Núñez, Sebastián y Rodríguez; coronel Roldán y ex Gobernador de Misiones, Félix Aguirre (24.3.1834). Sólo una persona tenía la potestad de salvar sus vidas, pero decretó la muerte. No sabemos si "cegado por el odio" o por estricto respeto a las ordenanzas. O porque no era cuestión de ponerse sentimental con una docena y pico de enemigos, quien no lo había estado ante 300 amigos a quienes había invitado recientemente a una jornada de confraternidad en Salsipuedes...

Para finalizar y recogiendo en parte el enfoque de Linn:

Napoleón ha sido reverenciado no sólo en Francia, sino incluso en alto grado en nuestro país. Sus bustos eran frecuentes adornos en hogares y bufetes montevideanos hasta no hace muchas décadas. Sin embargo, en 1799 hizo decapitar en un solo día en Jaffa a 3.000 prisioneros turcos. ¿Habrá que decidir el desalojo de Les Invalides?

En 1814, Bolívar ordena la matanza
 "... a bayoneta, hacha, sable, lanza, machete y puñal"  (B. Mitre, Hist. de San Martín, cap. XXXIX) de casi 1.000 civiles españoles presos por motivos políticos en Caracas y en La Guayra, aduciendo el temor de una sublevación de los mismos. ¿Habrá que bajar a Bolívar de todos sus monumentos?

En 1863 el presidente Lincoln hizo ahorcar en Minnesota a un grupo de indios Sioux que se había amotinado y cometidos excesos, como reacción ante los abusos de que eran víctimas por los blancos, quienes incumplían sistemáticamente los convenios firmados. Dice su biógrafo Carl Sandburg:
 "Uno a uno fue anotando los nombres de los que debían morir, 38 en total... El Presidente se había enterado, sin embargo, de que el manejo de los indios por parte del gobierno nacional no era lo que debía ser". ¿Habrá que desalojar a Lincoln de su "Memorial"? Claro que no. Pero, de todos modos, los falsos pudores de ciertos fáciles escribidores de historia seguirán apuntando confianza goebbelsiana al único objetivo de sus odios: Manuel Oribe.

JORGE PELFORT
29 octubre 1992

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