sábado, 19 de septiembre de 1992

ASÍ NACIERON LOS PARTIDOS



Una de las preocupaciones mayores de Oribe al ascender a la presidencia en 1835, fue comenzar a poner orden en la desquiciada Hacienda Pública que, según el cónsul francés Raymond Baradére informaba a su cancillería, ostentaba el enorme “déficit bien comprobado de dos millones doscientos mil pesos”.

Se designó de inmediato una Comisión de Cuentas, integrada por el senador Antonino Costa y los diputados Juan Pedro Ramírez y Ramón Artagaveytia. De acuerdo con los informes de los contadores Miguel Furriol y Francisco Acuña y Figueroa, surgieron importantes reparos de esencia en forma de partidas de gastos no justificadas con los comprobantes debidos –ya por incompletos, ya por notoriamente fraudulentos- referidos por lo general a compras de caballada, ganados para consumo y otros rubros. Los peritos caligráficos Besnes Irigoyen y Lira comprobaban a la vez que varias de las firmas estampadas en los documentos eran falsas.

Desde su nuevo cargo de la Comandancia General de la Campaña, el ex presidente Fructuoso Rivera, desoía sistemáticamente las solicitudes de la Comisión en cuanto a colaborar en disipar las dudas suscitadas.  Ante dicha situación, será el propio Oribe quien intente mediar en gestión personal, escribiendo a don Frutos en octubre de 1835:

“Estimado Sr. General: Repetidas y apremiantes reclamaciones de las oficinas fiscales me ponen en el caso de pedir a Ud., se sirva compeler al Comisario de la Comandancia Gral. Armas de la Campaña, que rinda las cuentas correspondientes a los años 1834 y 35. Esto se hace urgente e interesa no sólo a la buena contabilidad de la República, sino al propio crédito de Ud. como persona altamente colocada en la Administración. Creo que tal omisión, hasta hoy, efecto de las dificultades inherentes a toda administración en campaña y, por lo mismo, me interesa que Ud. active la remisión de esas cuentas, cuya demora indefinida es incompatible con el absoluto acatamiento que el Gobierno rinde a la Ley, ante la cual comparece con repetición a dar cuenta de sus actos más insignificantes. Deseo pues, que salga de esa molestia a la brevedad posible y que ordene a su atento y S.S y amigo.

Manuel Oribe.”

Rivera continuó sin contestar. El 19 de febrero de 1836 el presidente Oribe decretó la disolución de la Comandancia General de la Campaña. El 26 de mayo la Comisión publicaba en diarios de la capital el detalle de los 174 reparos investigados a esa fecha, y 95 más publicará “El Universal” en octubre y noviembre de 1836 (Pivel, “Historia de los Partidos y las ideas políticas”).

Escritora hay que, pretendiendo minimizar el tema –ya que ignorarlo resulta imposible- sostiene que “…el único cargo que se formula contra Rivera es sobre la cuenta corriente llevada por el sastre Cadillón”, aduciendo que los restantes cuestionamientos involucraban también a Oribe por haber sido ministro de Guerra de dicho gobierno. El argumento es por demás endeble dada la significativa diferencia consistente en que, mientras uno pugnaba por la aclaración de las 269 irregularidades documentadas, el otro ni quería oír hablar del tema.

El 18 de julio de ese mismo año, 1836, Rivera proclama la insurrección y el 19 de setiembre sus fuerzas chocan con las del gobierno legal comandadas por el hermano del presidente, general Ignacio Oribe, quien obtiene amplia victoria en las inmediaciones de arroyo Carpintería, en Durazno.

A sus órdenes, comandó la denominada “División Izquierda” el general Juan Antonio Lavalleja, y la vanguardia Basilio Araújo, otro de los principales  jefes de la Cruzada Libertadora. Es sabido que por vez primera los riveristas utilizaron  la divisa roja, mientras que las fuerzas legales lucían la blanca con la inscripción “Defensores de las Leyes”.

JORGE PELFORT
La República
19 setiembre 1992

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