viernes, 28 de febrero de 1997

DON WENCESLAO

Don Wenceslao Varela
Se cumplió ya más de un mes de la desaparición física del fabuloso autodidacta, del recio y fino poeta, del hombre bueno y querido por cuantos lo trataron. En su entrañable San José -como no podía ser de otra manera- falleció el 25 de enero próximo pasado, Don Wenceslao Varela.


Había nacido en San José -límites con Flores- en 1908. Eran tiempos de marcada inflexión en nuestra historia, especialmente en el campo. Comienza el ocaso definitivo de gaucho, proceso iniciado ya un cuarto de siglo atrás con la aparición y difusión del alambrado. Ahora, el telégrafo acababa de matar al chasque, mientras el ferrocarril empezaba a desterrar hacia la frontera al mayoral y su cuarteador, al carrero, al tropero.

La valorización del ganado decretó "tabú" las boleadoras, no fuera cosa de despaletar a algún vacuno o yeguarizo por mera diversión; si acaso, algún tradicionalista empecinado cometerá la travesura de llevar ocultas un par de "ñanduceras" bajo los pelegos. Son los tiempos en que El Viejo Pancho reniega en su "Insomnio" de "...los novillos sin guampas, yeguas sin cencerro, potros que se doman a juerza 'e cabestro, bretes que mataron los lujos camperos...". Por lo tanto, no vacilo en afirmar que Don Wenceslao tiene títulos suficientes para simbolizar muy auténticamente a nuestro último gaucho. Por suerte, éste nos salió poeta y trascenderá, más allá de su existencia terrenal, en sus versos gauchescos o nativistas -valga la acertada clasificación de una autoridad como Serafín J. García ("Panorama de la poesía gauchesca y nativista", 1941)- que en ambos Varela supo manejarse con igual galanura.

Criado en hogar rural muy humilde, recién a los once años pisó el niño Wenceslao una escuela a la que sólo asistió tres meses. Esa fue toda su escolaridad, ya que por razones de necesidad familiar hubo de ser empleado en una estancia de la vecindad. Vaya si tendría conocimiento de causa cuando creó las conmovedoras cuartetas de "Pioncito":


"Jueron mías las pilchas más humildes del mundo,
con tristeza de andrajos remedióse mi cuerpo
y dormí sobre cueros de consumo o de peste,
en oscuros galpones, entre pulgas y perros".

         Cómo se alfabetizó a tales extremos ese niño que desde la nada material y a los golpes con la vida inició el duro aprendizaje de tropero, carrero, domador, alambrador, esquilador, guasquillero, etc., es un misterio que he consultado a más de uno de sus allegados sin lograrlo develar.

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