sábado, 27 de junio de 1992

NUESTRO CANCILLER Y LA HISTORIA

Dr. Héctor Gros Espiell
En la conocida publicación “Hoy es historia” ha aparecido un artículo titulado “Andrés Lamas diplomático”, de autoría del Dr. Héctor Gros Espiell. Como en el mismo se deslizan afirmaciones que para nada compartimos, pasaremos a considerarlas.

LA CAÍDA DE ORIBE Y EL BRASIL.-

Dice el Dr. Gros: “El gobierno del Cerrito cayó como consecuencia de la acción de las fuerzas argentinas de Urquiza, sin actuación militar brasilera”.


La historiadora Elisa Silva Cazet, directora del Museo Histórico, ha estudiado minuciosamente la etapa referida (“Manuel Oribe. Contribución al estudio de su vida”), obra publicada como Apartado de la Revista Histórica, tomo XLI.  En ella nos refiere que Oribe partió a principios de agosto desde el Miguelete, con una arenga a sus tropas que, después de acusar a Urquiza de “degradado, pérfido e ingrato”, finalizaba así: “Como siempre veréis a vuestro frente, participando en vuestras fatigas y peligros, a vuestro compañero; Manuel Oribe”.

Al mes, cuando estaban por encontrarse ambos ejércitos, Oribe comisiona ante Urquiza al coronel Lucas Moreno para “entrar en una negociación que afiance la paz pública”. ¿Qué nuevo factor había surgido para variar tan radicalmente su actitud?

Muy sencillo: el 4 de setiembre habían invadido a través de la frontera de Cerro Largo veinte mil hombres fuertemente armados al mando del Duque de Caxias, parte de ellos milicianos riograndenses del Barón de Yachuy y Netto, e incluso algunos orientales con Gregorio Suárez y Camilo Vega. Es así que con fecha 14 del mismo mes, Moreno se dirige a Urquiza solicitando el armisticio. Desde el arroyo Cardoso, Oribe escribe a su ministro de Gobierno, Berro, informándole de “…la aproximación de un ejército brasilero numeroso y fuerte en sí mismo, y que combinado con el de los traidores les aseguraría una indisputable preponderancia…”.

Si agregamos a ello el control de los puertos orientales por la escuadra brasilera del almirante John Pascoe Grenfell, tanto platenses como del río Uruguay –condición esta última exigida por Urquiza (carta 20.5.851) a Soares de Souza) para verificar su invasión -¿cómo se puede afirmar alegremente que Oribe cayó sin actuación militar brasilera? ¿No se trataba acaso de una alianza concienzudamente urdida, o vamos a pensar que ambas invasiones eran hechos fortuitos, desconectados entre sí? Basta leer a José M. Rosa (“El pronunciamiento de Urquiza”) para ver hasta qué grado Brasil y Montevideo tuvieron que empujar al caudillo para entrar en la componenda.

LA CAÍDA DE ROSAS Y EL BRASIL.- 

Casi seguidamente afirma el doctor Gros: “La caída de Rosas luego de Caseros, fue la consecuencia de un enfrentamiento bélico en el cual participaron muy escasas y no decisivas fuertes brasileras”.

Nuevamente el mismo error anterior. Para el articulista, la caída de Rosas está vinculada respecto a Brasil, a la mera intervención de 3.000 efectivos brasileros entre el total de 25.000 aliados, focalizada en lo sucedido en las afueras de Buenos Aires, el día 3 de febrero de 1852 entre las nueve de la mañana y las tres de la tarde.

Pensamos que hay que tomar en cuenta otros detalles. Por ejemplo, que en mayo del año anterior la escuadra brasileña se había apostado en Colonia y en Martín García, bloqueando virtualmente a Buenos Aires y los ríos Uruguay y Paraná. Que por éste se internó el almirante Grenfell, deshaciendo las defensas del paso del Tonelero, accediendo así al pueblo del Diamante, donde se verificaría durante dieciséis días, sin molestia alguna, el paso del ejército aliado a través del Paraná, única valla natural importante en su marcha a Buenos Aires. Los poderosos cañones de Grenfell mantuvieron alejadas a las caballerías del jefe rosista Pascual Echagüe durante la delicada operación.

A todo esto ¿dónde estaban los 17.000 brasileros restantes que invadieron nuestro país? Pues ocupándolo, pero unos 15.000 de ellos en la ciudad de Colonia, impidiendo con la amenaza de su presencia, que Rosas desguareciera Buenos Aires para ir a defender a Paraná. Así de sencillo, aunque muchos historiadores se extrañen de la “inacción” de Rosas ante el ejército que se le venía por tierra.
¿Podemos pues afirmar que en la caída de Rosas tampoco fueron “decisivas” las fuerzas militares del Brasil?

8 DE OCTUBRE: LA PATADA A LA MESA.- 

Expresa en página 11 el doctor Gros que no se pueden juzgar los tratados firmados el 12 de octubre de 1851 con Brasil “…sin relacionarlos con el tratado de paz de mayo de 1851 y con el pacto del 8 de octubre entre Urquiza y Oribe…”

Doble error. Lo que se firmó en Montevideo el 29 de mayo, lejos de ser un tratado de paz fue, por lo contrario, de alianza bélica entre Urquiza, Brasil y la Defensa. Según Elisa Silva (o.c.) “…las partes firmantes se obligaron a concurrir con todos los medios de guerra de que pudieren disponer en tierra o en el mar… el texto del tratado pone de manifiesto que la guerra pactada contra Oribe no era más que la etapa preliminar en las hostilidades contra el gobierno de Buenos Aires”. Es a este doble tratado de guerra que el doctor Gros lo denomina “tratado de paz”.

En cuanto al pacto entre Urquiza y Oribe, se firmó el 7 de octubre, no el 8 como él sostiene. Dice Elisa Silva (p.94): “El 7 de octubre fue suscrito el pacto que puso fin a la Guerra Grande”. Y detalla los seis puntos acordados. El día 8, empero, el gobierno montevideano admitió sólo el 5º, rechazando y/o alterando los demás.

Tal vez incidiera en ello lo que la citada autora nos advierte en la página 94: “El 8 de octubre comunicó (Garzón, segundo de Urquiza) al gobierno de Montevideo, que había tenido lugar el sometimiento de las fuerzas orientales”. Es decir, que firmado el pacto con Urquiza el día anterior, Oribe había depuesto las armas.

Confirma el profesor Pivel en “El fin de la Guerra Grande” (p.29), obra citada reiteradamente por el doctor Gros: “En efecto, el 7 de octubre se firmó el pacto con Urquiza que ponía fin  a la Guerra Grande”. Y en la página siguiente: “Es de hacer notar que, notificado el 8 de octubre del ajuste del convenio el gobierno de la Defensa…se negó a prestarle ratificación”.

Ya inerme (seguimos con Silva Cazet, p.98): “… Oribe ratificó el 11 de octubre las modificaciones introducidas en el tratado original del convenio de paz con gran contrariedad de sus antiguos partidarios”, desde que las mismas “… desvirtuaron indudablemente el espíritu que había animado al convenio pactado entre Urquiza y Oribe el 7 de octubre, formulado con la expresión ‘no hay vencidos ni vencedores’”.

Finalmente el día 13 pondrá el presidente Suárez su rúbrica al controvertido tratado. ¿Cómo no serlo, si convenido el 7, rechazado el 8, modificado el 10, sancionado el 13, se elige como símbolo del  proceso de esta paz el día de la patada a la mesa?

Una paz por tales medios lograda no podía ser duradera y –salvo a nivel doctoral de élite- su pretendido espíritu de concordia no prendió en el alma del sector vencido, por más festejos que decretara y organizara el gobierno vencedor. Los rescoldos de la humillación impuesta, se elevarán como llamarada cruenta tan solos veintiún meses después en plena plaza Constitución, y arderán con mayor o menor intensidad hasta bien entrado este siglo.

A pesar de tan magros resultados –tan fáciles de prever dada la forma en que se gestó- la dilucidación del conflicto ha gozado por lo general de la benevolencia de los historiadores.

Parodiando a Churchill bien se puede decir que “nunca en la historia de los conflictos humanos, un hecho tan poco efectivo fue tan reverenciado por tan largo tiempo”.


JORGE PELFORT
“LA REPÚBLICA”
27 de junio de  1999

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