“En cuanto a negros esclavos venidos de
Brasil la Ley los ampara y no pueden ser entregados después que han hallado
asilo en nuestro territorio”. Este nobilísimo oficio
de Oribe a su Comandante de Frontera Coronel Diego Lamas (27.11.848), será
elemento decisivo para la invasión brasileña de 1851 y la caída de Oribe. Sus
sucesores lo revocarán de inmediato.
13.10.1835.-
El presidente Oribe, a siete meses de haber asumido y en vista del total
menosprecio observado hasta la fecha respecto al artículo Nº 131 de la
Constitución –que proclamaba la libertad de vientres y la prohibición del
tráfico de esclavos- decreta nula la patente de navegación de todo buque
esclavista nacional o extranjero.
21.03.1836.- El
presidente Oribe, al año de haber asumido urge a las Cámaras “…acelerar
el complemento de la Ley Fundamental en orden a la abolición de los esclavos,
lanzando sobre el resto de los que aún existen en el país, una contribución
que, reduciendo el capital facilite la emancipación” (la
Constitución reconocía legítimos los nacidos ante de ella).
16.06.1837.- El
presidente Oribe ante el poco eco despertado en la Legislatura y en la sociedad
en general ante su propuesta abolicionista de 15 meses atrás, promulga la Ley
Nº 156 que establece que todos los negros que se introduzcan al país “…son
libres de hecho y de derecho”, incurriendo
los traficantes en “…pena
de infamia”, quedando sujetos a
severas multas, las que se duplicarán en caso de intentar sacarlos del
territorio nacional.
Derrocado Oribe (oct.
1838) por la triple alianza colorado-farrapo-unitaria del Pacto de Cangüé y el
decisivo apoyo de la flota francesa, todas sus disposiciones antiesclavistas
caerán en desuso, según lo reconoce E. Acevedo (“Anales” II p.193).
26.10.1846.- Tras haber derrotado
totalmente a Rivera en Arroyo Grande, Entre Ríos (6.12.842), Oribe pone sitio a
Montevideo. Con mil dificultades comienza a instalar su gobierno en las
inmediaciones de El Cerrito, mientras sostenía la dignidad nacional contra las
embestidas bélicas de las dos mayores potencias del planeta, Inglaterra y
Francia, sin descuidar al siempre solapado y hostil vecino norteño. El 11.8.845
instala en el Miguelete la Asamblea General con la mayoría de los legisladores
depuestos por nuestro primer golpe de Estado de octubre de 1838. Y tras varias
medidas preliminares, el 16.10.846 la Asamblea sanciona “con
valor y fuerza de Ley” la
abolición general e irrestricta de la esclavitud en nuestro país.
28.10.1846.- El presidente oribe y su
ministro de gobierno, Bernardo P. Berro, ponen el “cúmplase” a la ley
abolicionista.
29.10.1846.- El presidente Oribe y su
ministro de gobierno firman el Decreto Reglamentario correspondiente, que se
publica en su periódico oficial, EL DEFENSOR DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA, el
3 de noviembre siguiente.
……………………………………………………………………………………
Diecisiete años después,
el 1º de enero de 1863, el presidente Lincoln firma en los Estados Unidos la
proclama abolicionista que la historia universal destaca como uno de los más
grandes hitos de la vida de la humanidad, elevando por ello loas y preces a
aquel preclaro gobernante. Sin embargo, el hecho presentó en la práctica
características poco serias que lo desvirtúan en buena medida, ya que se abolía
la esclavitud en los estados rebeldes del
Sur –que de hecho no estaban sujetos
a la jurisdicción de Lincoln- pero no en los estados del Norte que sí lo
estaban. Así lo comentó con evidente sorna el TIMES de Londres, apoyado por el
HERALD de Nueva York: “Mientras
la proclamación deja intacta la esclavitud allí donde puede ser aplicada,
emancipa a los esclavos allí donde no puede ser llevada a la práctica. A los
amigos de los derechos humanos les costará entenderlo” (Carl
Sandburg, “Lincoln” p.509) Será el 18 de diciembre de 1865 –ya asesinado
Lincoln- cuando su sucesor Andrew Johnson pondrá su firma a la Decimotercera
Enmienda que proclamó la abolición en todos los Estados Unidos. Recién
entonces, pues, lo que diecinueve años atrás Oribe había consagrado en nuestro
país, de lo cual nuestra enseñanza oficial aún no se ha dado por enterada,
escamoteándolo prolija y tenazmente de nuestros textos.
A pesar de ello, la verdad se viene abriendo camino entre los rasgados velos de
esa afrentosa mentira cuyos autores creyeron eterna, y de la cual nuestro
pueblo –y en primerísima línea nuestra propia colectividad negra- están tomando
día a día conciencia plena.
JORGE PELFORT
“PATRIA”
28 octubre de 1999
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