jueves, 10 de septiembre de 1992

EL DESPECHO EN EL DESPACHO - El Barón y el Canciller

Dr. Héctor Gros Espiell
El 27 de junio ppdo. publicamos en un matutino un extenso artículo titulado "Nuestro Canciller y la Historia", rebatiendo pormenorizadamente afirmaciones del Dr. Gros Espiel enunciadas en una conferencia en el Instituto Histórico y Geográfico, publicada posteriormente en una revista de temas históricos.

Nuevamente nos vemos obligados a salir a la palestra ante la publicación de un artículo del Dr. Gros en EL PAÍS del 30 de agosto ppdo. En él, nuestro Canciller hace un ligero resumen de la misión diplomática llevada a cabo en los primeros meses de 1848 por el capitán Gore (británico) y el barón Gros (francés) con el objeto de poner fin a nuestra Guerra Grande.  Por razones de espacio centraremos nuestra réplica en un solo punto, que encierra una fácilmente comprobable falsedad histórica.

De acuerdo con el Dr. Gros, una de las principalísimas causas del fracaso de la misión radicó en la negativa de Rosas: "... que exigió furioso a Oribe que rompiera los compromisos que había aceptado", según expresa el Barón en su despacho Nº 10 a su Cancillería.  Por lo que se ve, para nuestro Canciller, la palabra de su homónimo, el Barón, es la prueba incontrovertible de la veracidad de los hechos. Sin embargo, pruebas abundan para deducir que los fundamentos del referido despacho derivaban del despecho del encumbrado diplomático, a quien la actitud de Oribe obligaba a regresar ante la corte parisina con un fracaso en sus maletas que empañaba, indudablemente, su foja de servicios en la materia.

Según nos transcribe el Dr. Gros, su homónimo, el Barón, en su despacho Nº 15, termina sincerándose respecto al falso carácter de "mediadora" con que rotulaban los europeos a su misión, frustrada por la negativa de los gobernantes rioplatenses:
 "Resulta de la historia de esta negociación, que hubo una equivocación al pensar que se podría separar a Oribe de Rosas y llegar a un arreglo dejando de lado a este último". ¡Ahí estaba el cangrejo bajo la piedra! La paz por separado para batir al enemigo en detalle; el viejo y conocido "dividir para reinar".

Mas, ¿acaso es cierto que Oribe había aceptado definitivamente la propuesta Gore-Gros y que posteriormente tuvo que retractarse ante la "furiosa" oposición de Rosas? ¿Resulta lícito y serio esgrimir como verdad revelada, como prueba irrebatible e irrefutable, sin el menor análisis, la versión que exhala dolorido un protagonista de los hechos, o por lo contrario, denota ello una carencia notoria de rigor histórico?

El historiador Jacinto Carranza, en la "Revista Histórica" del Partido Nacional (marzo-abril 1930) dedica un exhaustivo artículo a este tema titulado "Misión Gore-Gros". Transcribiremos parte del mismo:

"Grandes aspavientos hizo la 'coterie' encerrada en Montevideo cuando Oribe dio por concluida en 17 de mayo de 1848, la negociación entablada con los señores Gore y Gros y, por consiguiente, una vez más trató aquélla de hacer asumir al general sitiador el papel de simple e incondicional teniente de Rosas. Sin embargo, conocidas las bases presentadas por Oribe el 20 de abril de 1848, dirigida a los mencionados negociadores, esa 'coterie', por boca de su 'Ministro de Relaciones Exteriores', doctor Herrera y Obes, al impugnar las bases oribistas, decía:
 "Si en lo que ha dicho el señor Villademoros hay aceptación, ES INDISPUTABLE QUE NO ES LISA Y LLANA, SINO CONDICIONAL; además, la contestación del señor Villademoros es una demostración de la exactitud con que el infrascripto ha dicho QUE EL GENERAL ORIBE NO HA ADHERIDO A LAS BASES PROPUESTAS. Y al final del artículo 6º que el doctor Herrera y Obes copia íntegro, exclama: ¿De esto, qué resulta?...QUE NO HAY ACEPTACIÓN DE LAS BASES PRESENTADAS POR LOS SEÑORES PLENIPOTENCIARIOS, sino simplemente otras bases. En mi concepto, EL GENERAL ORIBE NO SÓLO NO HA ACEPTADO, SINO QUE HA REPELIDO LAS BASES PROPUESTAS".

Concluye Carranza, de acuerdo con la correspondencia confidencial de este testigo de primera línea, acérrimo enemigo de Oribe:
 "Es evidente, pues, que si el general Oribe, al proponer otras bases distintas de las redactadas por los negociadores, venía así a repeler estas últimas, NO PUEDE JAMÁS HABERSE RETRACTADO DE LA ESTABLECIDAS POR ÉL, CON LA CONDICIÓN DE QUE ELLAS SERÍAN REALMENTE EFECTIVAS SIEMPRE QUE CON LAS MISMAS ESTUVIESE CONFORME LA OTRA PARTE, ES DECIR, SU ALIADO".

Dos años después, ante la misión del almirante francés Le Predour (que pondrá fin a la intervención francesa), el mismo Herrera y Obes asegurará a Andrés Lamas en Río (25.7.850), no caberle duda alguna que, apenas Francia retirase sus tropas de nuestro territorio (y se desarmasen las legiones extranjeras), Rosas retiraría las fuerzas argentinas.

Dice al respecto el Canciller colorado:
 "Esta estipulación está basada en que siendo la República Argentina garante de la independencia de este país, y hallándose ella amenazada por la presencia de las tropas francesas, él, (Rosas) no puede hacer abandono de ese derecho y de ese deber. Siendo esto CIERTO, COMO NO LO DUDO, es una buena lección dada al Brasil, Y QUE EN BOCA DE ROSAS TIENE MÁS SIGNIFICADO QUE EN LA DE CUALQUIER OTRO. EN LO RELATIVO A LA PRESIDENCIA DE ROSAS NO HA QUERIDO PACTAR NADA, DICIENDO QUE ESO ERA UNA ATRIBUCIÓN DEL GOBIERNO ORIENTAL, del mismo modo que en lo referente a la devolución de propiedades, amnistía, etc.

El convencionar sobre esos puntos es el objeto de la ida del almirante Le Predour al Cerrito. En la convención, nosotros somos calificados de autoridad de hecho, y don Manuel Oribe de PRESIDENTE LEGAL"
 ("Diplomacia de la defensa de Montevideo", Correspondencia entre M. Herrera y Obes y A. Lamas, t.III).

En otra muy conocida carta de la misma correspondencia, aflora la subyacente admiración y envidia con que el canciller defensista veía actuar a Rosas ante los europeos:
 "Hood (plenipotenciario británico) llegó en el 'Alecto' y aún no ha sido recibido y no lo será, mientras Rosas no obtenga las satisfacciones que exige. Créame usted, que cuando así veo proceder a don Juan Manuel, me reconcilio algo con él, pues al menos nos venga de las humillaciones, las vejaciones, las prepotencias de estos grandes poderes que son tan cobardemente guapos con los débiles". Y en carta a José Ellauri en París (17.10.849), esas mismas humillaciones y vejaciones le arrancarán este desgarrado suspiro: "...hasta dónde se nos aja!".

Es que ellos no eran aliados como lo eran Rosas y Oribe. Por eso, cuando pretendieron intervenir en conversaciones de paz con aquéllos, el barón de Makau los puso en su sitio:
 "Francia no ha considerado aliados suyos ni a la República Oriental (léase: Montevideo) ni a las tropas que están bajo las órdenes del general Lavalle; solamente  ha visto en ellas auxiliares traídos por acontecimientos imprevistos (John F. Cady, "La Intervención Extranjera en el Río de la Plata"). Comenta Carlos Machado en su muy conocida "Historia de los Orientales": "Una patada en medio del trasero para los compinches de la Intervención".

Muchas páginas se pueden llenar para demostrar lo burdo de la versión del barón Gros, de la que tan alegremente se hace eco su homónimo, nuestro Canciller, demostrando el mutuo respeto con que se manejó la alianza entre Rosas y Oribe hasta finales de la Guerra Grande. Es innegable, en cambio, que en esta última etapa dicha armonía se quebrantó.

Lógicamente, Rosas veía con inquietud la posibilidad de que los cuatro mil argentinos auxiliares de Oribe, pudiesen quedar copados en nuestro territorio -como en su mayoría lo quedó- ante la invasión urquicista ya producida y la inminente de Brasil. Por lo tanto, con fecha 24 de agosto de 1851 resuelve, por vez primera, dar órdenes directas a dichos elementos, a cuyos efectos envía al Cerrito a su edecán, coronel Pedro Ramos. Enterado Oribe del asunto, lo consideró una tremenda afrenta para su persona y su cargo de Presidente, a la que sólo cabrían dos alternativas: su propio suicidio o la ejecución de Ramos. Buen entendedor, éste hubo de desacatar la orden de Rosas.

Así narra el episodio el ministro inglés en Buenos Aires, Henry Southern, en informe al "premier" Lord Palmerston (2.10.851):
 "Sin embargo, el coronel Ramos, al regresar al cuartel general del General Oribe fue colocado bajo estricta vigilancia de éste. No se le permitió conferenciar con sus oficiales compatriotas y el General Oribe lo amenazó con ejecutarlo inmediatamente si transmitía las órdenes que había recibido del General Rosas". Y después de informar que la oficialidad argentina fue trasladada a Buenos Aires por el buque de bandera británica "Tweed", acota: "El General Rosas recibió a todos entusiastamente; al único que negó autorización para verlo fue al coronel Ramos. El General Rosas no dudó de su lealtad, pero prorrumpió en invectivas contra su imbecilidad y cobardía, al permitirse desobedecer sus órdenes por mandato del General Oribe". (Ap. Rev. Histór. XLI).

¿Quién puede pues creer en la despechada versión que tres años atrás exhalara el dolorido Barón de Gros? Sólo por desconocimiento de tan elementales hechos históricos puede alguien hacerse eco de ella.

JORGE PELFORT
EL PAÍS
10 setiembre 1992





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