miércoles, 29 de agosto de 1984

MANUEL ORIBE, PALADÍN DE NUESTRA EDUCACIÓN


Al cumplirse el 26 ppdo., un nuevo aniversario de su nacimiento, deseamos referirnos a esta interesante faceta de su obra de Gobernante, invariablemente soslayada por nuestros textos de enseñanza.


LAS INICIALES CARENCIAS.- 

Al iniciarse nuestro país a la vida independiente tan solo 1.600 alumnos concurrían a las escuelas públicas. Durante la dominación portuguesa, Larrañaga inició la enseñanza por el método lancasteriano con el apoyo del general Lecor, quien presidía la correspondiente institución.  En febrero de 1826, en plena guerra de la independencia contra los brasileños, la Sala de Representantes promulgó una ley disponiendo el establecimiento de escuelas de primeras letras en las principales poblaciones de la campaña.

Por decreto de 2 de setiembre de 1831, el gobierno del presidente Rivera dispuso la creación de sendas escuelas en Salto, Las Vacas, Las Víboras, San Salvador y Las Piedras, la mayor parte de las cuales no llegaron a establecerse según el historiador Orestes Araújo ("Historia de la Escuela Uruguaya"). También se levantaron algunas escuelas en los suburbios montevideanos, estimulándose la creación de establecimientos privados como asimismo un Colegio para niños de la campaña en régimen de internado. Se instaló también la escuela para niños del profesor Curel, que otorgó algunas becas a alumnos del interior del país.


En 1832, Larrañaga creó nueve cátedras con vistas a formar la Universidad de la República, lo cual no fue posible lograr durante dicho período de gobierno. Sólo se inauguraron dos: Latín y Filosofía.

Con los pocos libros salvados de la Biblioteca artiguista de 1816, se intentó entonces organizar sobre carretas, bibliotecas ambulantes con vistas a recorre las diversas poblaciones. "El plan era excelente, pero, como tantos otros del período de intensa convulsión política que examinamos, quedó olvidado al nacer", según nos narra Eduardo Acevedo ("Anales Históricos del Uruguay").

Continúa este historiador: "Los maestros ganaban $60 mensuales, pero un decreto de junio de 1831, se encargó de arrancarles $10 para, con su producto, establecer escuelas en los pueblos que no las tuvieran... La ley de presupuesto del año 1832 destinaba a instrucción Pública $ 16.000 simplemente, dentro de un monte general de gastos que se aproximaba a $800.000 (2%)... En 1833 volvía el Gobierno a dirigir la vista al mezquino presupuesto de Instrucción Pública  esta vez con el propósito de alterar fundamentalmente la gratuidad de la enseñanza. Un primer decreto de agosto de 1833 graduaba el sueldo de los maestros sobre la base del número de alumnos... Pero antes de finalizar el año ya volvía el Gobierno a cambiar el rumbo... Y pedía que se preguntara a los maestros si estarían dispuestos a aceptar $25 mensuales, casa por escuela y útiles para los alumnos pobres, con la facultad de cobrar a los pudientes. Para ahorrar algo más de la mitad de los sueldos se pretendía dar un carácter mixto a las escuelas públicas, creando diferencias perjudiciales entre alumnos pobres y ricos y estimulando a los maestros a consagrarse por entero a los que podían proporcionarles medios de vida".

En realidad, afirmar que el gobierno de Rivera tuviese el propósito de atentar contra la gratuidad de la enseñanza nos parece más bien una de las caprichosas conclusiones con que a veces nos sorprende el autor en sus "Anales Históricos", resultando más bien lógica consecuencia de una desastrosa política global.

Justo es consignar que la primer presidencia de Rivera (1830/34) se vio más de una vez perturbada por las revoluciones lavallejistas, del mismo modo que la primer presidencia de Oribe lo será por los revolucionarios riveristas.

Iniciado el primer período presidencial de Oribe, continúa E. Acevedo: "Reflejando el estado de la enseñanza primaria en los comienzos del Gobierno de Oribe, daba uno de los más caracterizados diarios de la época los datos que extractamos a continuación: 'Existen en todo el territorio nacional 33 escuelas públicas de varones y dos de niñas. Algunas de ellas no pueden funcionar por falta de alumnos. Las Juntas Económico-Administrativas, a cuya inspección están sometidas, carecen de fondos...' ", concluye Acevedo: "Se había llegado a establecer escuelas en todos los pueblos de la República. Pero esas escuelas, que sólo favorecían a las zonas urbanas carecían de todo".

TIEMPOS DE ORGANIZACIÓN.- En 1837 el presidente Oribe dictó una serie de disposiciones aduaneras por las que se creaba un impuesto del 35% a las harinas y otros rubros de producción nacional, y del 6% al hierro, carbón de piedra y herramientas cuyo ingreso al país interesaba; entre los muy pocos elementos totalmente desgravados figuraban el papel y los libros.

Continuamos con Eduardo Acevedo: "Entre las medidas adoptadas por el Gobierno de Oribe para mejorar la condición de la enseñanza primaria, se destaca un decreto de marzo de 1835 encaminado a metodizar la provisión de útiles escolares a los establecimientos de campaña, mediante el nombramiento de comisiones, bajo vigilancia de las Juntas Económico-Administrativas, encargadas de inventariar las existencia y de fijar el costo de lo que hubiese necesidad de comprar. En el departamento de Montevideo la situación no era tan desesperante pero también dejaba mucho que desear, aún dentro de la relatividad de los recursos y necesidades de la época".

Por aquellos tiempos arribaban a Buenos Aires tres sacerdotes de la orden delos Escolapios, prestigiosos educacionistas españoles, con el propósito de establecer una escuela en dicha ciudad; eran ellos Antonio Masramón, Sebastián Llobateras y Pedro Giralt. El presidente Oribe "consiguió que pasaran a Montevideo donde hallarían facilidades para la proyectada casa de enseñanza. Para ayudar a los gastos más indispensables, se abrió una suscripción pública que el Presidente y sus ministros encabezaban" (Fernández Saldanha, "Diccionario Uruguayo de Biografías").

Es en la citada casa de enseñanza donde recibirá su primera educación José Pedro Varela, y su maestro Pedro Giralt, a quien seguirá para siempre íntimamente ligado, será uno de los permanentes puntales de su obra educativa.

Tan trascendente hecho, producto del permanente celo desplegado por Oribe en todo lo concerniente a la educación y su organización, podía ser suficiente para considerar al personaje como benemérito de nuestra enseñanza. Pero lo de la primer presidencia de Oribe fue mucho más allá, máxime considerando los escasos dos o tres años en que pudo desarrollar su gobierno en medio de los beneficios de la paz.

Acerca de ello nos dice en su ya mencionada obra Orestes Araújo: "En cambio, las escuelas de Montevideo, tanto de la ciudad  como de los arrabales y sus alrededores, estuvieron bastante bien atendidas durante la segunda administración constitucional, si consideramos la época tumultuosa que le deparó la suerte a don Manuel Oribe. No les faltaron a los maestros los medios necesarios para cumplir la delicada tarea. Pudieron asesorarse de las Juntas Inspectoras que les ayudaron con su consejo e influencia... y el Gobierno, a pesar de las penurias económicas que sufría, con el generoso concurso del vecindario, pudo levantar algún edificio como la Escuela del Cerrito que fue construida en estas condiciones... Las escuelas privadas aumentaron en número durante la administración del General Oribe, pudiéndose citar, entre las más importantes, la que con la denominación de "Colegio Oriental" fundó en 1837 don Juan M. Bonifaz; la de niñas, dirigida por doña María Jauregui de Collazo; la de don Jerónimo Machado, preceptor primario y don Diego González Robles, profesor de matemáticas, establecimiento que abrazaba la primera y segunda enseñanza, y el Colegio de Humanidades...".

Oribe, en mensaje a la Asamblea General el 18/2/836 expresa: "La educación de los jóvenes, el deber más grave y más importante de un país regido por las formas constitucionales, puede sólo suministrarnos los indispensables elementos de nuestra organización social. Sólo ella dulcifica la costumbre del pueblo y le prepara a recibir leyes análogas y conformes al estado del siglo en que vivimos. SOLO ELLA PODRÁ DARNOS CIUDADANOS ILUSTRADOS QUE TRASMITIENDO SUS CONOCIMIENTOS EN CUALQUIER RAMO A QUE SE DEDIQUEN SERÁN A LA VES TAN BUENOS DEFENSORES DE LA PATRIA COMO AMIGOS DE SUS INSTITUCIONES Y LIBERTADES".

Ya en pena lucha contra la carecida revolución riverista, don Joaquín Requena, miembro de la Comisión Auxiliar de la Educación Pública, presentó un proyecto de Reglamentación General para las escuelas públicas, determinándose la creación de una escuela donde hubiese un núcleo de 25 niños.

Bien pudo decir el presidente Oribe en su mensaje de febrero de 1837: "Aunque nuestra situación interior no ha permitido al Gobierno dedicar toda la atención necesaria para aplicar los recursos que demandan las mejoras de los establecimientos de enseñanza pública, no por eso ellos dejaron de progresar y multiplicarse". 

CREACIÓN DE LA UNIVERSIDAD.- 

Proseguimos con Acevedo: "Por decreto del 27 de mayo de 1838, dictado en lo más crudo de la guerra civil, declaró Oribe instituida y erigida la casa de estudios con el carácter de Universidad Mayor de la República, con el goce del fuero y jurisdicción académica que por este título le compete. Formulada esa declaración, pasó en el acto el Gobierno a la Asamblea un proyecto de reglamento orgánico de la Universidad, que dividía los estudios en cuatro departamentos: el de Ciencias Filosóficas, que comprendía latinidad, francés, inglés, filosofía, economía política, matemáticas, mecánica, química, física, historia natural; el de Ciencias Médicas que comprendía anatomía, fisiología, higiene, patología médica, historia natural médica, farmacia, obstetricia teórica y práctica, medicina legal; el de Ciencias Jurídico-Legales, que comprendía el derecho natural, el derecho de gentes y el derecho civil; y el de Ciencias Sagradas que comprendía teología dogmática, moral y derecho eclesiástico.

Tales eran las bases de la ley orgánica que el Gobierno propuso y de que la Asamblea no pudo ocuparse, porque ya el tema de la guerra civil y su inevitable desenlace, constituiría la única preocupación de todos los espíritus. Tuvo tiempo sin embargo la Cámara, para sancionar a mediados del mismo año, una ley que creaba la academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia. La asistencia era obligatoria para todos los alumnos de Derecho que quisieran optar al título de abogado.

Dentro de este ambiente tan propicio a los estudios superiores, surgieron también iniciativas particulares que, sin la acción deprimente de la guerra civil, habrían dado a Montevideo, importancia considerable.

BIBLIOTECA Y MUSEO.-

Pero si lo ya mencionado no pareciese bastante para las circunstancias en que se desenvolvió la inconclusa primera presidencia de Oribe, debemos consignar otros dos logros ligados a la educación: la Biblioteca y el Museo.

Continúa Eduardo Acevedo: "A fines de 1837 instituyó el Gobierno una Comisión encargada de la reorganización de la Biblioteca y el Museo. En pocas semanas reunió a Comisión alrededor de 1.500 volúmenes con destino a la Biblioteca y enriqueció el Museo con una espléndida donación de Larrañaga. Provista de esos y otros materiales, resolvió la Comisión que presidía el propio Larrañaga, que la inauguración de los nuevos establecimientos tuviera lugar el 25 de mayo de 1838. Su vicepresidente, otro eminente hombre de ciencia, el doctor Teodoro Vilardebó, se encargó de pedir a Larrañaga que pronunciara la oración inaugural, honor insigne que ya le había tocado el 25 de mayo de 1816, al instalar, bajo el gobierno de Artigas, la Biblioteca Nacional que al año siguiente fue destruida por los portugueses".

RETORNA EL CAOS.-

Caído el gobierno de Oribe ante cuádruple coalición riverista-unitario-farrapo-francesa, el nuevo gobierno de Rivera encomendó a Alejandro Chucarro, con cargo de Director General "...el cuidado de los establecimientos de primera educación, para que se instruya de su estado, observe sus necesidades y proponga al Gobierno las mejoras y reformas que reclamen el alto objeto a que están destinadas".
Si bien el nombramiento del Director constituida todo un acierto, manifiesta el historiador Araújo en su ya citada obra: "Después de la Comisión confiada al señor Chucarro y del nombramiento de don Tomás J. Ortiz como Director de la Escuela Normal, ningún otro acto vino a demostrar que el Gobierno se preocupara ni mucho ni poco de asuntos escolares". Y concretará más adelante: "En resumen, durante la segunda presidencia del General Rivera, la Institución pública retrocedió en vez de adelantar, el número de las escuelas sostenidas por el Estado disminuyó; no se celebraban ya aquellos brillantes exámenes a los que concurría el vencedor de Misiones en el primer período de su Gobierno; las Juntas Inspectoras desaparecieron...".

Y concluye Araújo, refiriéndose a los comienzos de la Guerra Grande: "Los sistemas, métodos y procedimientos de enseñanza se encontraban en estado caótico a causa de a falta de autoridad central que los dirigiese y uniformase".

SEGUNDA PRESIDENCIA Y NUEVO IMPULSO.- 

Pero será en su segundo período presidencial ejercido desde el Cerrito, cuando Oribe podrá consagrar con mayor amplitud y empeño su afán educativo.

"La atención dispensada por él a estos problemas raya casi en la obsesión y son infinitas las notas y billetes que sobre el tema se han conservado, dirigidos a los funcionarios políticos, administrativos y militares de todas las categorías. Esta preocupación data de los primeros tiempos del restablecimiento de su Gobierno, pero no asume un carácter oficial, diremos, hasta más adelante, cuando se estabilizó su administración permitiendo así una acción más orgánica y coherente". (Magariños de Mello, "El Gobierno del Cerrito").

Así comienzan a despacharse a todas las capitales departamentales oficios como el siguiente: "Al Alcalde Ordinario del Departamento de Cerro Largo: El Gobierno dispone que pase Ud. a la mayor brevedad´, una relación  de las Escuelas públicas y particulares de ambos sexos que hay en ese departamento, con expresión del nombre del Preceptor y número de discípulos que concurren a ellas. Dios guíe a V. muchos años. Bernardo P. Berro". No nos resistimos a consignar que, al mes de firmar este oficio, su hermana Benita Berro, daría a luz un varón que se llamaría José Pedro Varela.

Nuevos oficios, cada vez más exigentes en la materia, seguirán llegando a las capitales, requiriendo ya a los Alcaldes nombres de los niños, edades, grados de instrucción, ocupación de los padres, etc. lo que deberá ahora hacerse "EXTENSIVO A TODOS LOS PUEBLOS DE ESE Departamento donde existan escuelas".

Inapreciable sin duda la cooperación de un Ministro de la jerarquía de Berro para el logro buscado. Con igual acierto escoge otros talentos que se mueven en su entorno y crea así la Comisión de Instrucción Pública con el Dr. Acevedo, el codificador; Giró, el constituyente y, el ingeniero Reyes, cartógrafo y confeccionador del primer mapa de la República, con el objeto de "llevar a la enseñanza pública todas las mejoras de que sea susceptible en la actualidad y de las que más adelante haya de recibir" (*).

LA OBSESIÓN HASTA EL FINAL Y LA JUSTICIA HISTÓRICA.- 

Inmerso entre tremendos problemas políticos, militares, administrativos, siempre ha de encontrar Oribe un momento, una oportunidad para que aflore esa obsesiva preocupación por a enseñanza de que nos hizo referencia Magariños de Mello. Sin recargarlos con nombres ni con fechas, vayan algunos pantallazos acerca de ella:

"Le remito cincuenta cartillas, cincuenta gramáticas y 25 ejemplares de la Constitución (...) Siempre que necesite V. renovar la ropa de los niños o hacer alguna erogación de los establecimientos de educación, avísemelo con franqueza, para librar a V. lo que sea necesario (...) Quedo muy complacido de lo que V. expone respecto a las escuelas; a V. le toca hacerlas progresar. (...). He tenido una gran satisfacción al leer lo que V. me dice de su visita al Rosario, con relación al adelanto de los niños en varias escuelas del Estado y apruebo con placer las obras que V. va a emprender para mejorar las casas en que ellos actúan. En ese concepto, aunque yo economizo el dinero del Estado, no quiero escasear lo que se necesita para llevar adelante las mejoras en beneficio de semejantes establecimientos... Por lo demás, sus reparos pensando que puedan molestarme sus pedidos son infundados, porque me intereso demasiado por el bien público para dejar de ver con mucho gusto el noble interés que por él despliega V. en el destino que ocupa. (...). Por la ballenera "Despáchame Ligero" le remito veinte y un tirantes y doscientas varas de alfajía. Esta madera es para la casa destinada a la escuela (...). Tengo en vista reprochar a los salvajes unitarios la torpeza con que ellos arguyen sobre el empleo de nuestras cortas rentas, y para ello necesito me pase V. una nota en que se expresen las obras que se han hecho, así para el servicio del Culto como para la educación de la juventud, es decir las reparaciones a las iglesias y casas de escuela con lo demás que V. crea oportuno (...). El maestro de escuela lo pagará el Estado; me gusta proteger la educación pero no me gusta ese medio de las suscripciones. (...). También acompaño una orden para que el comandante Eguren haga abonar los cuarenta y seis pesos mensuales para los preceptores".

Y en estos momentos en que el ejército entrerriano-correntino de Urquiza se extendía sobre nuestro país, mientras los veinte mil brasileños al mando de Caxías invadían por Cerro Largo para converger en auxilio de la sitiada Montevideo; cuando veía hecho trizas su ideal nacionalista y americanista; cuando la seguridad de su propia vida constituía también una más que válida interrogante, cuando todo se desplomaba en su alrededor, aún encuentra el tiempo y el temple necesarios para escribirle a su sobrino el coronel Francisco Lasala, en medio de acuciantes consideraciones político-militares. "Desearé que me digas lo que ha recibido el maestro..."

Dirá con acierto una educacionista compatriota: "El proyecto del general Oribe pertenece a una época muy anterior a los de Sarmiento y Horace Mann. Las bases de nuestra educación pública son pues auténticamente nuestras. Todo se enlaza en un proceso que no podemos ignorar sin producir lagunas en la formación de nuestra nacionalidad".

Lo mismo, suponemos, deberá pensar todo aquel que desee aquilatar las cosas con un mínimo de imparcialidad. ¿Es que es posible, como suele manifestarse, que recién a los 23 años, gracias a que la casualidad le puso frente a Sarmiento en los Estados Unidos, comenzó en Varela el interés por los temas educacionales? ¿Que conviviendo en la aldeana Montevideo, jamás hubieran conversado al respecto con su tío Bernardo Berro, una de las personalidades más cultas y estrecho colaborador en materia educativa del gobernante del Cerrito? Concluimos, así, con los recién citados conceptos: "La exclusión de Manuel Oribe del proceso educativo nacional está mutilando nuestra verdad histórica".

LAS RAÍCES VARELIANAS.- 

Con fecha 27 de junio de 1850 la Comisión publicará el Reglamento General de la Enseñanza, de entre cuyo numeroso articulado destacamos:

Art. 1º) La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.

El artículo 8º establece la creación de una Escuela Normal, no pudiendo ejercer como maestro quien no haya sido aprobado en el correspondiente examen. Lo mismo se exigirá a los maestros de las escuelas privadas y éstas estarán sometidas a la Inspección Pública.

El art. 25º establece que los preceptores de las Escuelas Públicas serán considerados Empleados de la Nación y figurarán como tales a los efectos de la jubilación.

Si bien aún no será época de imponer la laicidad, se respetan las creencias de los maestros, por el artículo 34º, estableciendo que en el caso de educadores que profesaren religiones disidentes de la católica, no se les exigirá examen en materia religiosa.

El art. 58º prohíbe "...castigos corporales como azotes, palmetas y toda penitencia pública que tienda a envilecer y degradar el carácter de los alumnos".

Bien diría José Pedro Varela refiriéndose a su obra educativa: "Ni remotamente aspiro a los honores de la originalidad".

(*). A su vez, cuando en 1847 el coronel Lorenzo Batlle destierra al general Rivera, el gobierno de la Defensa, libre ya de su perturbadora presencia, comienza a abocarse también al problema de la enseñanza, de cuyo "estado caótico" durante la segunda presidencia del caudillo nos hiciera mención Araújo. El coronel Correa, ahora sucesor del general Pacheco en la Comandancia de la Campaña, funda una escuela para varones y otra para niñas, hijos de militares en actividad, derogando el decreto de Pacheco que obliga a los varones a tomar la armas al cumplir los 14 años. Por decreto de setiembre de 1847, se funda en Montevideo el Instituto de Instrucción Pública que comienza a reglamentar y promover la enseñanza. También la Universidad fundada por Oribe en las postrimerías de su gobierno en 1838  que desde entonces languideciera, experimentará renovado impulso a partir de 1849.

JORGE PELFORT
UNIDAD POPULAR
29 agosto 1984

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