domingo, 9 de enero de 2011

BASILIO MUÑOZ

Esc. Basilio Muñoz (III)
Con el acápite de esta página, ¿cuántas veces hemos escuchado finalizar las evocativas estrofas de Martín Ardúa en la cálida voz de Carlos Soares de Lima? Y tan ciertas que, durante más de un siglo, uno o dos Basilio Muñoz simultáneamente, contribuían a ir forjando nuestra Historia.

Dicho tránsito comenzó en 1817 cuando Basilio Muñoz I se enrolara a los catorce años en filas patriotas, siendo ascendido a sargento tras su actuación en Paso del Cuello contra los portugueses. En 1820 actuaba a órdenes de Rivera cuando éste se pasa al invasor y queda así enganchado en filas brasileñas. Aprovechando la acción de Sarandí retorna a las fuerzas patriotas y bajo el mando de Ignacio Oribe combatirá con denuedo en Ituzaingó, la batalla que determinará nuestra Independencia. Poco después, a órdenes de Andrés Latorre, el veterano y leal jefe artiguista, Muñoz batirá en fiero combate individual al temible guerrillero riograndense Juca Teodoro, cayendo así éste prisionero, a la vez que sus fuerzas eran destrozadas.


Se contará también entre los vencedores de Carpintería, la batalla en que nacieron nuestras divisas y en la que Ignacio Oribe derrotara a Rivera quien contaba ya con el apoyo de los unitarios argentinos que comandaba el general Lavalle. Al derrocamiento del presidente Oribe ante la cuádruple coalición integrada además ahora por riograndenses y franceses, Muñoz se mantendrá con un grupo de adictos en permanente rebelión viviendo a monte, haciendo verdadera vida de matrero.

Al vencer Orbe a Rivera en la trascendental batalla de Arroyo Grande y retornar al país, Muñoz se le presenta inmediatamente con su gente, base de la naciente División Durazno, que mandarán luego su hijo y su nieto. Su hijo, Basilio Muñoz II, ya había empezado a combatir defendiendo la legalidad a las órdenes del jefe oribista Dionisio Coronel en 1836, a los 16 años de edad.

NUEVO HOMBRES, VIEJAS PASIONES.-  En 1864, sitiado ya Paysandú por las fuerzas florista-brasileñas con el importante apoyo de los arsenales porteños del unitario Mitre, se encomendará al general Muñoz I una audacísima empresa., una reedición del plan que Artigas intentara en los comienzos, también, de la invasión norteña. Secundado por Timoteo Aparicio y al frente de 1.800 hombres, invade el Brasil derrotando a los imperiales en Yaguarón. Pero, caída Paysandú y rendida Montevideo, hubo de retornar, siendo de los últimos jefes en deponer las armas. Basilio Muñoz I falleció en Gualeguaychú, cuando estaba por invadir al frente de la famosa "revolución de las lanzas" en 1870, la cual quedó así a cargo de su segundo, Timoteo Aparicio. Con él vendrá empero, el coronel Basilio Muñoz II.

En Severino y Corralito, en el Sauce y Manantiales (parecen sentirse las clarinadas de la voz de Eustaquio Sosa, ¿verdad?) el coronel Muñoz hizo prodigios de valor e hidalguía a la vez, a cuales más interesantes pero imposibles de describir aquí.  En 1886 nuevamente se alzará contra la dictadura del general Santos, siendo de los organizadores de la revolución del Quebracho, esta vez ya en compañía de su hijo Basilio Muñoz III. Pero ni bien puesta en marcha la División Durazno hacia el punto designado, son enterados del total descalabro de las fuerzas revolucionarias. Así, a consecuencia de las persecuciones santistas, padre e hijo se vieron obligados a exiliarse en el Brasil. Al retorno, Basilio Muñoz III concretará uno de sus sueños postergados, se recibirá de escribano. Pero, veamos cómo ejercía su profesión el novel profesional universitario. Nepomuceno Saravia nos lo muestra en sus "Memorias de Aparicio Saravia": "Basilio Muñoz, otro valiente, casi siempre estaba en el Cordobés donde se pasaba domando potros y ayudando en las faenas camperas...".

EN LA GESTA SARAVISTA.-

En el '97, no tomará parte su padre, y el escribano Muñoz saldrá al frente de la División Durazno y será de los poquísimos que retornan con vida y ya sin una bala en la carabina de la legendaria y suicida carga de Arbolito, en la que muere Chiquito Saravia. También actúa en el durísimo combate de Cerros Blancos, en que es herido el comandante de los revolucionarios, el coronel Diego Lamas y donde caen para siempre tantísimos de sus compañeros, entre otros, al iniciar una carga de caballería, el comandante Fortunato Jara, veterano de 77 años que sirviera con Oribe en el Cerrito. En Aceguá, cruenta y última batalla de la revolución, Basilio Muñoz III se destaca en desalojar a los gubernistas de su fuerte posición en casa de los Garmendía.

En los inicios de 1904 actúan conjuntamente padre e hijo. El primero, con 74 años, es enviado a conducir a los heridos de Mansavillagra, Illescas, Las Palmas y Paso de los Conventos al otro lado de la frontera, ya que el Presidente Batlle dictó un decreto, contrariando humanitarias normas universalmente reconocidas, por el cual los heridos serían sometidos al tratamiento de prisioneros de guerra en caso de ser apresados. Pero Basilio Muñoz padre será detenido por las autoridades brasileñas y ya no podrá reintegrarse a la revolución.

En Paso de los Carros, la División Durazno, designada ya como "División 2", sufrirá la muerte de 11 oficiales y numerosa tropa. Dirá Nepomuceno Saravia en su ya citado libro: "Daremos completos los informes de Basilio Muñoz y Antonio M. Fernández, de lo que se desprende que la División que peleó en forma fue la Nº 2". Dicho parte adjuntaba además un informe médico del Dr. Piovene, demostrando el uso por parte del Gobierno de balas explosivas, elemento también universalmente rechazado por las leyes de la guerra.

En la sangrienta batalla de Tupambaé, nuevamente la División 2 será de las que experimentará mayores pérdidas. El Dr. Fernando Gutiérrez, acto en la misma, expresa en su conceptuoso libro "Tupambaé": "Basilio Muñoz reveló allí ser un jefe de brillante iniciativa; nada diremos de su valor que es proverbial en todos los de su estirpe. La rapidez con que salió al encuentro del 4º de Cazadores, decidió el resultado de encuentro. Partió al galope, casi a la carrera, ejecutando la maniobra más brillante de aquella tarde... Fue tan violento el avance de la División Nº 2, que el 4º de Cazadores no pudo resistir el choque y peleó hasta que la derrota se produjo completa en sus filas".

Un ilustre de nuestras letras, Javier de Viana, compañero en la revolución, ha dejado esta semblanza del escribano Muñoz: "De conversación alegre y amena, de carácter noble y generoso, es quizás el mejor jefe del ejército nacionalista. Siendo en servicio extremadamente severo, ha logrado formar una división modelo, que cuenta con más de dos mil hombres bien organizados, bien disciplinados, ciegamente adictos a su jefe. Lo quieren, lo respetan y lo siguen sin titubeos. y eso que él los lleva siempre a conversar con la muerte !".

Tras la batalla final de Masoller, desaparecido Saravia, el mayo desconcierto cundirá en filas del ejército ciudadano. Dirá en sus "Apuntes Históricos" Juan José Muñoz, hermano de Basilio y caudillo en Maldonado: "Varios fueron los jefes que nos reunimos, entre ellos también Luis Alberto de Herrera y otros. Se trató entonces de nombrarle Jefe al ejército para seguir el combate. Designamos al coronel González, éste rehusó y me propuso a mí y yo también acepté si Lamas (Gregorio) seguía de Jefe de Estado Mayor. Este también aceptó".

Pero Lamas, militar de la escuela sin ningunas dotes de caudillo, comenzó a ser resistido por algunos jefes, por lo cual renunció al carago, solicitando a Basilio Muñoz que lo asumiera.  Se designó entonces  un triunvirato integrado por aquellos cuyos nombres estuvieran ya en el tapete: José González, Juan José y Basilio Muño. Mas, a pesar de los esfuerzos realizados por éstos con la cooperación de Herrera, Carmelo Cabrera, Abelardo Márquez, Mariano y Nepomuceno Saravia, imposible resultó contener la desorganización y el caos que como virus fulminante se habían adentrado en el ejército ciudadano, lo cual decidió al triunvirato a encarar las negociaciones de paz.

Estas fueron llevadas a cabo exclusivamente por Basilio Muñoz y fueron en su momento muy severamente cuestionadas por su excesiva blandura. Al respecto dirá él en carta particular: "Creo que he procedido bien  y eso me basta. Sé que me fustigarán pero no me importa. Me someto al juicio histórico".

DESPUÉS DE SARAVIA.-  En 1910, desengañado ya del falso espíritu de pacificación que prometiera el gobierno y que cada vez hacía más dura la condición de ser blanco en este país, jugará papel preponderante en la abortada revolución del patacho "Piaggio", nombre del barco en el cual Carmelo Cabrera invadiera Paysandú. Al igual que su abuelo 70 años antes, deambulará en la vida de matrero por ranchos y montes esquivando las partidas que andaban en su procura.  Desde su estancia Las Palmas, escondiéndose de día y cabalgando de noche, pasará por Cerro Colorado, Mansavillagra, Chamizo, hasta poder alcanzar la frontera del Brasil.

El Presidente Claudio Williman, sucesor de Batlle, le concederá la amnistía y volverá al país. Pero en vista del incambiado cariz de los acontecimientos, en octubre de ese mismo 1910 se levantará en armas en San Ramón con tan solo 28 hombres y guerrilleará con los gubernistas en Santa Clara y en Mansavillagra. Aquí se conjuntará con las fuerzas de Mariano y Pancho Saravia, hermanos de Aparicio y las de Nepomuceno. Dejemos a este último, hijo del General, que nos narre el final de la revolución en su ya mencionado libro:

"Ya acampado, sentimos lejano ruido de fusilería; Basilio estaba peleando con 200 hombres contra los Blandengues en Cerro Colorado. Marchamos hacia allá y Basilio, que venía en retirada, fue dejado por los Blandengues al notar nuestra presencia. Rumbeamos hacia Nico Pérez. Antes de llegar al pueblo salieron unos 30 hombres mandados por un oficial Lezama, que pretendieron detener mi vanguardia al mando de mi hermano Villanueva quien prácticamente los liquidó, a pesar de haberse parapetado en una manguera de piedra. Esa fue la iniciación de la pelea con la guarnición al mando del Cnel. Pollero y que contaba con 300 hombres. Peleamos toda la tarde y no se rindieron; defendieron bizarramente sus posiciones en el Cementerio y debajo del puente del ferrocarril donde se atrincheraron. Al otro día tomamos rumbo a Treinta y Tres y cuando pasábamos frente al pueblo, levantaron bandera de parlamento creyendo que los íbamos a atacar; allí los desarmamos y los pusimos a todos en libertad, dejándole a los oficiales a sus espadas...

Alcanzamos el paso de Melo, en el Río Negro donde nos alcanzó una Misión Pacificadora, quedando aceptada allí la pas, integrada por Alfonso Lamas, Manuel Quintela y José Irureta Goyena. Luego que ser retiró la comisión Pacificadora, divisamos una fuerte columna de tres mil hombres de Muniz. Nos persiguieron tenazmente y en Cerros Blancos nos tirotearon. Teníamos numerosos heridos. Al día siguiente tomamos hacia Capón Algo, con el enemigo detrás y haciendo uso de sus ametralladoras"· Allí terminó el segundo intento revolucionario de 1910.

LOS IDEALES NO SE VENDEN.- Recién entonces comienza Muñoz a ejercer su actividad notarial, alternada, por supuesto con la política. Será diputado por Durazno en 1916 y su representante en la Asamblea Constituyente del mismo año. En 1921 será senador. El Consejo Nacional de Administración, que integraba el Poder Ejecutivo en 1927, circunstancialmente con mayoría blanca, lo asignará al Directorio del Banco de Seguros del cual será vicepresidente. En dicho cargo lo sorprende el 31 de marzo de 1933, el golpe de Estado del presidente colorado don Gabriel Terra, e inmediatamente presenta su renuncia.

El gobernante de facto le ofrece cargos y estipendios, solicitando su apoyo en nombre de una lejana amistad juvenil y le envía a su ministro Bado para concertar una entrevista. A todo se niega Muñoz en forma tajante, diríamos violenta. Así, dos meses después del golpe es arrestado, sospechado de movimientos subversivos y luego es desterrado con varios compañeros a Río de Janeiro. Nacido el 13 de setiembre de 1860, contaba ya con 73 años...

Al mes es autorizado a regresar pero nuevamente, antes del mes y medio es desterrado a Buenos Aires. A los quince días regresa para vivir en nuestra capital bajo una cerrada vigilancia. A mediados de noviembre se decreta su arresto en momento en que se había trasladado a su estancia duraznense. Su esposa le avisa la proximidad de las fuerzas que se acercan. El anciano monta a caballo junto con su hijo Basilio (nuestro apreciado compañero Cacho) y se dirige a Cerro Chato. A esa edad, de nuevo se lanza el escribano Muñoz a la vida de matrero estableciéndose, ya en los montes, ya en breves estadías, en alguna casa amiga. El 28 de febrero, con Cacho y el ingeniero agrónomo Arturo González Vidart (también solemos tenerlo en Casa de los Lamas), pasan al Brasil a organizar la revolución.

Los brasileños, presionados por el gobierno uruguayo, resuelven su arresto. Nueva peregrinación del irreductible anciano, esta vez por tierra extranjera, a través de montes de ñapindaces y bañados, ocultándose en grutas, hasta alcanzar la sede revolucionaria, un abandonado caserón a dos leguas de Santa Ana do Livramento. Allí lo aguardaban González Vidart, Labat y el agrimensor José Francisco Saravia, hijo del legendario Gumercindo y veterano de 1904. El caserón será copado por las fuerzas brasileñas y, aunque la mayoría consigue escapar, Cacho y algún otro compañero son apresados y conducidos al cuartel. Reciben en cambio la incorporación de otros compañeros, entre ellos Lorenzo Carnelli.

LA REVOLUCIÓN DEL 35.- Muñoz, constantemente perseguido, va a dar a San Gabriel, donde se resuelve a invadir cuanto antes, dado el ya insoportable acoso de las autoridades brasileñas. Así lo verifica el 27 de enero de 1935, según sus biografías "...al frente de una pequeña caravana de tres automóviles y dos camiones, conduciendo las armas. Lo acompañaban sus hijos Cacho y Alberto y Fares Marexiano".

En Paso de Pereyra, en el Río Negro, se incorpora Mariano Saravia, hermano de Aparicio. Y entre los colorados, Justino Zavala Muniz, nuestro conocido literato y el caudillo de Cerro Largo don Exequiel Silveira al frente de 500 hombres. Pero un elemento vital con que contaba la revolución, tres regimientos cuyo apoyo había sido comprometido, oportunamente sustituidos sus jefes, no se pronunciaron. Imposibilitados de conectarse entres sí, tanto en Paso de Morlán, Rosario, comandados por don Ovidio Alonso, como en los montes del Río Negro, los revolucionarios fueron repelidos con una decena de muertos y muchísimos heridos, en gran parte por un elemento que los nuevos tiempos, al igual que las ametralladoras en 1904, brindaban al gobierno: la aviación militar. A Don Basilio, una bomba le arrancó un pedazo de solapa y el taco de una bota: Alberto Muñoz conserva en un pulmón un trozo de la misma; el caballo de Cacho, al que éste sostenía de la rienda, fue cortado en dos. Así, la revolución murió al nacer.

Según Zavala Muniz, una vez convencido del fracaso, el anciano caudillo, en gestos de inaudita audacia, parecía buscar la muerte delante de los suyos; tal como si se viera en  plena carga de Arbolito, treinta y ocho años atrás, o como en la de Tupambaé en el cuatro, de donde regresara con el apero y el caballo acribillados. El 6 de febrero con sus hijos y algunos compañeros, repasaba la frontera y era internado en Río de Janeiro.

SIN ARRUGAS EN EL ALMA HASTA EL FIN.-  Desde allí lanzará un manifiesto explicando los motivos del fracasado movimiento que denota un alma sin arrugas ni canas dentro de aquel cuerpo septuagenario, cuya vida transcurriera, más de medio siglo, en el Uruguay de la carreta y la diligencia. Transcribiremos algunos conceptos del mismo:

"En el terreno social, asistimos a la esclavitud de las clases media y proletaria, obstaculizada la primera, enajenadas sus atribuciones y coartada en sus legítimas aspiraciones de bienestar económico y dignidad espiritual, y aherrojada brutalmente la segunda, perseguida, desterrada, desposeída de los derechos conquistados bajo la égida de los gobiernos democráticos...-

En el terreno económico, presenciamos la entrega de las riquezas del suelo y del subsuelo a los representantes de la plutocracia mundial y el control de las vías de comunicación entregados a las compañías extranjeras, mientras el valor adquisitivo de nuestras materias primas se supedita al capricho voraz de las grandes casas exportadoras extranjeras.

En el exilio, comprendiendo que los males de nuestros pueblos hermanados en la Historia de la Independencia, de la Organización Nacional y del despertar cívicos son comunes, como es común el frenesí de ambos gobiernos por apoyarse y defenderse mutuamente, ratificamos francamente nuestras posición revolucionaria, que no pretende limitarse a castigar a un hombre ni a derribar un gobierno sino a cambiar un orden económico y social malsano, por otro que haga más felices y dignos a nuestros ciudadanos en un régimen jurídico restaurado".

Y termina así: "Por la Libertad Política! ¡Por la Independencia Económica! - BASILIO MUÑOZ".

En 1946 saldrá electo senador y, ejerciendo dicho cargo morirá el 4 de julio de 1948. Al servicio del Partido Nacional o sea de la Patria, hasta el último minuto de su vida.

Adolescente en la Tricolor, joven en el Quebracho, maduro en el noventa y siete, en el cuatro y en el diez, anciano en la del treinta y pico, siempre ofrendando su vida por los mas puros ideales, no hay duda de que Basilio Muñoz tercero, supo portar airoso la jamás apagada antorcha que heredada de sus antecesores.

JORGE PELFORT
SOMOS IDEA

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