miércoles, 5 de enero de 2011

EL HOMBRE DEL BRAZO SANO

Pocas ciudades en el mundo han de haberse ganado tan bien el título de "La Heroica" que ostenta Paysandú, modesto en realidad, pues, sin exageración alguna, bien podría ser llamada "La triple heroica".

Cuando en agosto de 1811 el virrey español Elío solicitó al ejército portugués que invadiera la Banda Oriental, el brigadier Bentos Manuel Ribeiro intimó rendición a la pequeña guarnición sanducera comandada por el capitán Francisco Bicudo, a lo que éste respondió -al igual que más de medio siglo después Leandro Gómez-, que lucharían hasta sucumbir. Según el parte portugués a Bicudo, malherido ya, "...el soldado Padilha le quitó la vida".


Pero el sitio más terrible por haber sido víctima de él su población civil de toda edad y sexo, fue el iniciado en la Navidad de 1846, por tierra, por parte de Fructuoso Rivera al mando de 500 mercenarios vasco-franceses, un batallón de negros manumitidos, y unitarios argentinos al mando del general tucumano Lamadrid, segundo de Rivera. Inicialmente, desde el río, una escuadrilla francesa - "Pandour", "Tactique", "L'Alsacienne" y "9 de julio"- comenzó a demoler implacable e impunemente a la casi inerme villa. A tal extremo que, pocos días después la prensa montevideana comentaba admirada que el bergantín "Pandour" se retiró hacia el centro del río tras haber agotado sus ¡474! proyectiles.

Ordenado el ataque final por Rivera, los agotados defensores lucharon denodadamente desde las azoteas y tras carretas apostadas en las bocacalles, pero la superioridad numérica, armamentística y física (los atacantes terrestres hasta entonces sólo habían cañoneado), obligó al comandante oribista, Felipe Argentó, a solicitar la rendición.

El sargento mayor francés François Dairault lo condujo ante Rivera pero, ante el estupor del oficial europeo, "...fue rigurosamente maltratado de palabra de parte del General, por haberse negado a rendirse antes del ataque" (Dto. de Est. Histór. del E.M. del Ejército, boletín 171/4, pág. 133).

Rivera se retiró entonces con el batallón de negros hacia el arroyo San Francisco por 48 horas, concediendo ese plazo a los mercenarios para saqueo y otros rubros contra la población, lo cual  solía constituir la paga común y corriente por sus servicios. Vencido el plazo, todos se embarcaron en los barcos franceses rumbo a Mercedes.

Dos meses después, enterado fehacientemente de los hechos, el presidente Oribe, desde su Gobierno con sede en el Cerrito, firmaba este decreto:

"Cuartel Gral. Del Cerrito de la Victoria, marzo 4 de 1848. - Teniendo el Presidente de la República en vista que en el bárbaro ataque de Paysandú verificado por el pardejón incendiario Rivera, en combinación y alianza con las fuerzas navales francesas estacionadas en el Uruguay, perdió el niño Isidoro Pérez no sólo a su padre, combatiendo heroicamente por la libertad e independencia de su Patria, sino también a su madre a quien una bomba de los buques franceses arrebató la vida, así como un brazo del referido niño"

"Que este desgraciado huérfano es hoy incapaz de valerse por su edad y desamparo y lo será siempre por la falta de su brazo, lo que lo constituye digno de la especial protección de la suprema autoridad, que usando de las facultades que le están conferidas, ha acordado y decreta:

Artículo 1º. El niño Isidoro Pérez pasará revista de Alférez en el Estado Mayor del Ejército de la República con el sueldo correspondiente a su clase.
Artículo 2º. Expídase el despacho competente.
Artículo 3º. Comuníquese, publíquese.
ORIBE. Antonio Díaz"

Según el investigador Augusto Schulkin en su "Historia de Paysandú", Isidoro José Pérez nació en dicha ciudad el 2 de enero (¡vaya fecha premonitoria!) de 1845, hijo de Eustaquio Pérez y Ángela Gómez, muertos como vimos en aquel fatídico día. Tras una orgía de sangre, alcohol y robo, de "tintas horrendas con matices de aquelarre" según el referido autor, los defensores encuentran en uno de los ranchos saqueados (calle Queguay Nº 840), ...junto al cadáver de su madre un párvulo desangrándose entre los rescoldos del fogón. Carlos Legar, farmacéutico europeo, amputó el bracito derecho, inhumado luego junto con el cadáver materno".

El niño quedó a cargo de sus abuelos quienes, además de la pérdida de sus dos hijos en el combate, habían padecido, según nos narra dicho autor, el saqueo que los redujo a una absoluta miseria, pese a lo cual "...se esmeraron en darle la mayor instrucción posible".

Lamentablemente, tras la firma del tratado de paz del 13 de octubre de 1851, vencido Oribe, los vencedores dieron de baja al alférez cincoañero, quien se vio así privado de aquel importante sustento.

Nos narra Shulkin, que ya a los once años el pequeño lisiado dio muestras de su carácter y espíritu superior. No sabemos si Isidoro había oído hablar o no del artículo 58º del Reglamento General de la Enseñanza impulsado por el presidente Oribe en 1850, que prohibía "castigos corporales y toda penitencia pública que tienda a envilecer y degradar el carácter de los alumnos". Pero el hecho es que, conminado uno de sus compañeros a bajarse los pantalones para ser azotado por un irascible maestro, "el inválido se levantó y presa de la más viva indignación gritó a la clase que no debía permitirse tamaña afrenta".  El escándalo se tornó tan descomunal que concluyó con todos los muchachitos en la Jefatura de Policía, que ejercía entonces don Benito Chain. Frente al atónito jerarca, el pequeño manco expuso las razones de la asonada, ante lo cual aquel "...los hizo volver a la escuela -con excepción del precoz cabecilla- para luego amonestar también personalmente al drástico pedagogo" Pero, prendado de la vivacidad y personalidad del manquito y vista su hermosa letra, lo nombró auxiliar de la Jefatura. Posteriormente, al acceder a ésta otra relevante personalidad, don Basilio Pinilla (1854/64, no demoró en ascender al joven Isidoro a secretario de la Institución.

Se equivocó, sin duda, Oribe en su decreto: a muy temprana edad Isidoro Pérez ya era capaz de valerse por sí mismo.

Diciembre de 1864 Nuevamente "La Heroica" condenada al martirio. Como en 1846, con el bombardeo a mansalva de la escuadra francesa, seguido por el saqueo y los tremendos excesos contra la población de toda edad y sexo, llevados a cabo por los mercenarios europeos comandados por Rivera. Ahora son 13.000 soldados del vecino imperio junto con casi 2000 orientales lo que se aprestan al ataque. Paysandú cuenta con 960 defensores y el alcance de fuego de sus escasos cañoncitos no llega a la mitad de los del enemigo. Venancio Flores ha remitido arrogante ultimátum al jefe de  la guarnición, seguro de que las terribles amenazas que contiene le disuadirán de cualquier resistencia. Pero para su sorpresa, el coronel Leandro Gómez le responde con un rotundo:

"¡Hasta que sucumba!"

Diplomáticos extranjeros -sabedores de los desbordes espantosos perpetrados allí mismo hace dieciocho años- obtienen de Flores y los brasileños una breve tregua para trasladar a territorio argentino a la población no combatiente. Cuando se le sugiere su inclusión, el manquito lo rechaza con altivez.

El ya cuenta diecinueve años y ahora, que los mismos enemigos de ayer -aliados con otros extranjeros- pretenden humillar nuevamente a Paysandú, ¿va a renunciar a defenderla aduciendo la falta total de su brazo derecho, siendo que tiene el otro apto y sano? Claro que no podrá manejar un fusil o una lanza, pero puede como el que más empuñar un sable, disparar una pistola o encender la mecha de un cañón. Por otra parte, si bien cuando contaba seis años de edad los colorados le suspendieron su paga, nunca nadie le comunicó la baja de su grado. Por lo tanto, él sigue siendo Alférez por voluntad expresa del finado presidente Oribe y no habrá pretexto alguno que lo convierta en desertor. ¿Fallarle de esa manera? ¡Jamás!

Del valor que haya desplegado el abnegado inválido con su brazo sano, no puede cabernos la menor duda. Lástima que de sus "Memorias" sólo se han recogido fragmentos que Schulkin reproduce en su obra citada. Así relata Pérez uno de los últimos ataques brasileros que él contribuyó a rechazar:

"Desde el punto que hoy ocupa la Estación del Ferrocarril, se dirigieron con banda de música y banderas desplegadas a tomar la ciudad. Al notar este movimiento, el general Gómez, una vez que se hallaban bien próximos, ordenó reprimirlo con intenso fuego de fusilería sorprendidos por el ataque que no sospechaban, los brasileros fueron derrotados dejando numerosos prisioneros y hasta los instrumentos de charanga. Fue nuestra última victoria".

Narra luego la infame trapacería de que se valió Goyo "Geta" para que los brasileros le entregaran a Gómez y sus compañeros:

"Yo iba entre ellos, pero oí que algunos colorados dijeron que los iban a fusilar... Separándome del grupo sin ser notado, traté de salir de la ciudad pero, al enfrentar la calle Junta Económico Administrativa y 18 de julio, un capitán me dio la voz de preso. Pasaba en ese momento por feliz casualidad, un Ayudante del General Flores, Luis  Ponce, muy amigo mío, quien reclamándome al Capitán, me condujo a presencia del general Flores y se me envió al puerto acompañado del ayudante Leleu para que se me permitiera embarcar. Así pude salvar mi vida, casi milagrosamente, para volver a ofrendarla en nuevas campañas y vicisitudes generadas al calor del civismo partidario... del justísimo anhelo de reivindicar nuestros derechos desde el llano".

Efectivamente, en 1870 el increíble manco se incorporó a la Revolución de las Lanzas acaudillada por Timoteo Aparicio, y sirviendo en la División del coronel Pampillón participó del triunfo de Corralito. Posteriormente, la revolución de 1897 terminó con sus escasos medios económicos y tuvo que conseguir un empleo de cartero en su ciudad natal para poder subsistir con su esposa y dos hijos.

Isidoro Pérez, el precoz Alférez de Oribe, falleció en Paysandú el 13 de setiembre de 1922. No sabemos si alguna calle de "la Heroica" apodo que él contribuyó a forjar- se engalana con su ilustre nombre.

JORGE PELFORT
LÍNEA BLANCA

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