domingo, 16 de enero de 2011

LA MUERTE DEL EMANCIPADOR

El 12 de noviembre de 1857, falleció en Montevideo a los 65 años de edad, retirado ya desde un año antes  de la vida pública, Manuel Oribe. Había regresado dos años antes de su destierro europeo muy quebrantado de salud, pero justito a tiempo para impedir –Pacto de la Unión mediante-  el último manotazo anexionista brasileño. Así lo reconoce uno de los propulsores de su destierro, el cónsul francés Maillefer en su Informe Nº 77, que “…había sostenido constantemente y salvado más de una vez la autoridad legal…era el adversario celoso de las usurpaciones imperiales, a pesar de las zalamerías de que lo rodearon hasta en su lecho de muerte el Gabinete de Río y la Legación Brasileña”.
         El presidente Pereira le decretó importantes honores militares y  civiles, aunque, ya enconadamente distanciado del extinto por influencia de sus ministros, Joaquín Requena y Lorenzo Batlle, no concurrió a los mismos. Flores, recién arribado de Entre Ríos, “…le rindió tributo con su presencia en los actos fúnebres” (Washington Lockhart, “Venancio Flores”). Este hecho provocó las iras de muchos de sus correligionarios –principalmente “conservadores”- que festejaban aquella muerte con profusa petardería y luminarias de barricas con alquitrán.

Mientras tanto uno de los homenajes más emotivos dentro de su intrínseca modestia, lo conformó la carta dirigida a la viuda del emancipador “…por hombres de color que habían sido sus soldados” según José P. Pintos en “Brig. Gen. D. Manuel Oribe” –biografía escrita apenas muerto éste y documento que transcribimos del Nº 601 de “La República” (18.11.857- que acá resumimos:

“¡¡¡Nuestro sentimiento, Señora, es muy grande!!! Ud. ha perdido un esposo, la patria uno de sus hijos más acérrimos defensores, los hombres de nuestra estirpe un padre, un protector y un benévolo amigo… Los hombres de color lo lloran  y lo llorarán mientras vivan y su alma recibirá allá, sí allá, la recompensa debida a su mérito; pero vive…vive sí, para Ud. y para su respetable familia y en el corazón de los verdaderos Orientales amigos de su patria… Consolaos, Señora, mientras nosotros los hombres de color, reprimimos en nuestros agradecidos corazones el dolor que nos lacera.  (fdo.) Antonio M. de Camargos – Vicente Veracierto – Antonio Susviela – Juan Pablo Virasuta – Paulino Silva – Antonio Acuña – Remigio Juanicó – Pedro Furriol – Eduardo Florez – Eduardo Batallán – Joaquín Olave – Isidoro Yáñez – Manuel Salgues – Antonio Larrabel – Javier Arrascaeta – Emeterio Pastoriza”.

Ellos no habían estudiado la esclavitud en nuestros prolijamente fraguados textos oficiales. Ellos la habían vivido. Por eso conocían muy bien todo esto que nuestra enseñanza nos viene escamoteando desde hace más de un siglo y medio, pero que todos los orientales hoy en día estamos en condiciones y, más aún, tenemos el deber de conocer.

JORGE PELFORT

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