martes, 4 de enero de 2011

EL ÚLTIMO ACTO - Fallecimiento de Oribe: 12 de noviembre de 1857

Brig. Gral. Manuel Oribe
Norberto Larravide era argentino, y vivió un par de años en Colonia, donde formó hogar. Muy poco después, cuando en febrero de 1843 Oribe inicia el sitio de Montevideo, instalando el Gobierno del Cerrito, la novel familia se avecindó en dichas inmediaciones en la población de El Cardal.

De inmediato se constituyó Larravide, junto con Tomás Basáñez, en nervio motor de aquel caserío, impulsándolo fuertemente tanto en lo comercial como en lo edilicio. Instalará en la zona dos saladeros y un tercero en el vecino departamento de Canelones, según señala nuestro insigne historiador Aníbal Barrios Pintos en su libro "La Unión".


El formidable espíritu constructivo de Larravide sólo era comparable a su generosidad y a la confianza que depositaba en sus semejantes, prestando dinero a quien se lo solicitara, saliendo de garantía a quien lo necesite, habilitando en sus negocios a todo aquel que le mereciera fe por su conducta y laboriosidad.

Convertida por los hechos, a poco de iniciado el sitio, en la verdadera capital de la República, poco después de concretarse en su casi totalidad la restauración de la Legislatura derrocada por Rivera en 1838 -decano de todos nuestros golpes de Estado- Oribe rebautizó a El Cardal con el nombre de Restauración, designando en el mismo decreto a su vía principal como "Calle del General Artigas". A fines de 1851 la invasión de los 6.000 efectivos del entrerriano Urquiza y la inmediata de los 20.000 del brasilero Caxias, obligó a Oribe a aceptar la onerosísima "paz de octubre", de la que acaban de cumplirse 150 años.  La Restauración comenzó a despoblarse y a empobrecerse en beneficio de Montevideo, recuperada en su papel de capital de todo el país. Los vencedores le cambiaron su nombre por "La Unión", y también hicieron arrancar las chapas de su vía principal que decían "General Artigas" primorosamente escritas por  un jovencito que se llamaba Juan Manuel Blanes.

Larravide, que en la Restauración había visto acrecentar su fortuna, su familia, sus amistades, decidió jugarse a fondo por ella. A mantenerla próspera y pujante apostó todo lo que tenía. En lo que hoy es 8 de Octubre y Lindoro Forteza levantó la célebre plaza de toros de La Unión, sociedad por acciones de 50 y 100 patacones. Para ella contrató toreros de segundo orden en España y así, tras la novelería inicial, el público unionense comenzó a mermar. Para lograr la afluencia de los capitalinos hizo arreglar el desastroso Camino Real (hoy avenida 8 de Octubre y avenida 18 de julio) que unía a Montevideo con la villa.

Carretas y más carretas de piedra y balasto, arrancados a pico y cargados y distribuidos a pala, terminaron con aquellos pozos, zanjas y lodazales. Convence a 80 accionistas para fundar la "Sociedad de Ómnibus", e importa dos enormes vehículos colectivos de Inglaterra y tres de Francia. Cinchados cada uno por seis mulas, comienzan a hacer seis viajes diarios de ida y seis de vuelta entre Montevideo y La Unión con rigurosos horarios de salida y de llegada al ínfimo precio de "seis vintenes" el boleto. La ex capital de Oribe -desterrado éste en España- parecía querer recobrar su anterior esplendor.

Pero en 1855 tanta extenuante actividad  peor aún, carretadas de inconsecuencias y desengaños -más pesadas aún que las de piedra y balasto - terminaron a los 48 años de edad con la vida de don Norberto "... a raíz de un síncope cardíaco, dejando a su familia compuesta de diez hijos y esposa, en las peores condiciones económicas". (J.C. Lazzarino, "Historia de tres nombres: Cardal, Restauración y Unión").

Dice otro cronista de la villa: "Sobre las diez cabezas de pocos años cayó la ingratitud. Demandan a la viuda caseros y proveedores... No hay un alma en La Unión que quiera garantizar la leche de sus hijos, los zapatos que gastan. Las propiedades caerán bajo hipotecas vencidas...En agosto de 1855 la Justicia levanta su vara para dejarla caer ciegamente sobre la mujer enloquecida. Pero entonces, de un barco que llega de España, baja un hombre flaco, de piel terrosa, con la muerte dibujándose sobre el semblante triste. LLega a La Unión y sube las escaleras, ya sin alfombras, de la casa de Larravide. Digna, la viuda no quiere mostrar su miseria. El conoció sus días de esplendor. Ya en la puerta, deja caer ante la señora conmovida estas palabras: 'disponga de mis bienes como si fueran suyos' ".

Aunque no eran excesivos en la época los bienes de Manuel Oribe; una casa en La Unión, una quinta en el Miguelete, un campo de mediana extensión -no sabemos si poblado- que heredara de su tía Margarita Viana en Sarandí del Yi.

Dos años después, el presidente Gabriel Pereira, entre los vahos del alcohol y los consejos de sus ministros, planea un nuevo destierro para Oribe. Pero en la mañana del 12 de noviembre de 1857 don Manuel está agonizando. En súbito momento de lucidez llama a quien le acompaña en su habitación, el capitán Pedro Duhart, y le ordena que se comunique con su apoderado, doctor José Luis Vila, y se asegure de que no existe ningún problema con la fianza de la viuda de Larravide. No sabemos si alcanzó a recibir respuesta. Falleció al llegar la medianoche.

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