lunes, 17 de enero de 2011

LAS VIEJAS HISTORIETAS - Con motivo de Carpintería

Brig. Gral. Manuel Oribe
En un diario colorado, el 10 de setiembre último, y con motivo del aniversario de Carpintería, un cronista que firma F. V., se despachó con un artículo titulado "La Forja de las Divisas" que contiene más de una inexactitud histórica.

En un diario colorado, el 10 de setiembre último, y con motivo del aniversario de Carpintería, un cronista que firma F. V., se despachó con un artículo titulado "La Forja de las Divisas" que contiene más de una inexactitud histórica.


Así manifiesta que "... mientras Rivera al ejercer su primera presidencia, contó con la colaboración de importantes ciudadanos... otras fracciones se agruparon junto a Lavalleja y Oribe".  Obviamente, ello es absolutamente incierto con respecto a Oribe, quien colaboró con el gobierno de Rivera desde sus inicios. Nombrado por éste Capitán del Puerto, al producirse tres revoluciones lavallejistas apoyó tan decididamente al gobernante legal, que éste lo fue ascendiendo a Comandante de Armas, jefe de Estado Mayor y finalmente Ministro de Guerra. Ello no requiere mayores pruebas, nadie hasta ahora había osado sostener lo contrario.

Por razones de espacio, pasaremos por alto alguna otra ligereza y abordaremos el próximo tema con el mismo subtítulo con que lo encabeza F. V.:


"AGRESIONES BLANCAS A LA LIBERTAD".- Según el articulista, "... el nuevo mandatario (Oribe) inició una permanente agresión a la libertad de prensa, al tiempo que intensificaba sus relaciones con el dictador Juan Manuel de Rosas". (Consignemos que el "dictador" fue electo por la Legislatura el 30.6.834, método por el que fueron electos TODOS nuestros "Presidentes" hasta Brum inclusive, con la importante diferencia de que Rosas exigió ser ratificado en plebiscito popular, que lo confirmó holgadísimamente con 9.320 votos a favor el 22.3.835).



El ministro británico en el Plata, Samuel Hood, quien andaba resentido con el presidente Oribe a raíz de que éste rechazara el leonino Tratado de Navegación y Comercio ya impuesto a Argentina (1825), Venezuela, Colombia y México, informa de su fracaso al Primer Ministro Palmerston (28.3.36). Por la misma carta le comunica que "... los emigrados porteños y especialmente el general Lavalle... aprovechó el momento en que don Fructuoso Rivera se sintió mortificado por la pérdida de su autoridad en el interior, halagando su desmedida ambición y amor al dinero, para excitarlo a la rebelión, sobre la base de que ellos le ayudarían a voltear este gobierno y le darían el poder absoluto, a condición de que él, a su vez, cooperaría al derrocamiento del Gobierno de Buenos Aires y del sistema federal".



Que el inglés decía la verdad lo confirma Eduardo Acevedo: "el 25 de mayo de 1836 fue solemnizado con grandes festejos populares en Paysandú, residencia a la sazón de numerosos emigrados argentinos... En cuanto al jefe de los emigrados, el general Lavalle, he aquí en qué forma propendía a robustecer la revolución de Rivera en su proclama: 'Si amáis a vuestra patria, si anheláis volver a cruzar sus hermosas playas y romper las cadenas en que un despotismo salvaje las tiene oprimidas, debéis primero allanaros el paso, derribando y aniquilando a los opresores del pueblo oriental". Y concluye Acevedo: "Ninguno de los factores en juego podía justificar un movimiento revolucionario" ("Anales Hist". I, p. 472).



Impedir que tales prédicas se propagaran por la prensa, especialmente contra un gobierno vecino, es para F.V. una agresión a la libertad. Juzgue quien tenga raciocinio. Y sea coherente.



AGRESIONES DE BATLLE A LA LIBERTAD.- Setenta años después, en marzo de 1906, derrotada hacia más de año y medio la revolución blanca con la muerte de Saravia, y sin existir ningún peligro de índole internacional, la Jefatura de Policía de Montevideo se dirige a la prensa: "Comunico a usted que habiendo resuelto el Poder Ejecutivo usar las facultades que le concede el artículo 81 de la Constitución (el mismo que amparaba a Oribe ante los desmanes unitarios) y siendo necesario restringir la publicación de noticias y comentarios que puedan perjudicar la acción de las autoridades, no podrá la prensa dar noticias sin intervención de la Jefatura de las medidas tomadas o a tomarse ni tampoco comentar desfavorablemente esas medidas ni los sucesos que con ellas se relacionen, bajo el apercibimiento de suspender la publicación del diario o periódico que incurra en falta".



Por no acatar dichas disposiciones, el 10 de dicho mes, al salir del recinto de las leyes, el diputado Dr. Luis A. de Herrera, director de LA DEMOCRACIA, fue abordado a punta de revólver por el inspector Levratto y conducido preso, haciendo total escarnio de los fueros legislativos que la meneada Constitución le otorgaba.



Con esa misma fecha, el presidente José Batlle y Ordóñez envió una comunicación a la Cámara de Representantes intentando justificar su actitud, aduciendo que el diputado Herrera había desconocido las medidas represivas anunciadas, al censurarlas en LA DEMOCRACIA y al "...mofarse de las autoridades... y en consecuencia se ha procedido a la detención del Dr. Luis Alberto de Herrera y del Sr. Federico Brito del Pino, administrador del diario" (Arq. C. Williman, "Dr. Claudio Williman. Vida Pública"). Según Acevedo, en esos días fue clausurado también LA RAZÓN.



Como antecedentes, debemos consignar que en abril de 1904, durante la revolución, el presidente Batlle había dictado un decreto que prohibía a la prensa mencionar ni "ocuparse de la paz, dar noticias acerca de ella, ni hacer comentarios acerca del asunto. EL SIGLO Y EL TIEMPO sufrieron dos veces la pena de suspensión, a título de que habían violado esos decretos". (Acevedo, o.c.). Dichas agresiones del presidente Batlle a la libertad de prensa, provocaron una interpelación al gobierno por parte del diputado José Enrique Rodó, que fue calificado por aquel como un "...aliento para los insurrectos" (Williman, o.c.).



Pero también el Dr. Herrera tenía antecedentes como preso político del presidente Batlle. En enero de 1904, apenas estallada la revolución, Herrera dirigió al Presidente una formal y respetuosa carta -publicada por EL DIA- renunciando a su cargo de Secretario de la Legación en Washington, dada su notoria afinidad con la causa revolucionaria. La respuesta del mandatario será "... unos días de cárcel en el Cabildo" (Luis A. Lacalle, "Herrera"). Terminada la revolución, en octubre de 1904 "... los doctores Herrera y Quintana regresan a Montevideo. Herrera de nuevo es aprehendido por el gobierno de Batlle. Una semana lo tienen en la cárcel". (A.M. de Freitas, "Herrera, hombre de estado".



Tales, pues, algunos comentarios que nos ha sugerido el artículo del señor F.V. al conmemorar el aniversario de Carpintería.

JORGE PELFORT
EL PAÍS

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