jueves, 13 de enero de 2011

JUAN LAVALLE - Para los vecinos de "Ombúes"

Gral. Juan Lavalle
        En LA REPÚBLICA del 19 junio ppdo., Luis A. Carro informó de la
iniciativa de vecinos de Ombúes de Lavalle de nominar una calle de la localidad con el nombre de dicho militar porteño, quien vivió unos años en la zona.

     Valiente soldado de la independencia americana, como persona, empero, dejó ejemplo más que deplorable. Ostenta el baldón de haber protagonizado el primer golpe militar en la República Argentina (dic. 1828), perpetrado contra el gobernador Dorrego, el primero éste en ejercer el cargo con el consenso de todas las provincias. Apresado Dorrego, Lavalle ordenó su inmediato fusilamiento. 


      No ha de haber sido ajeno a ellos el hecho de que muy poco antes en pleno parlamento Dorrego censurara duramente la constitución vigente por la prohibición de la ciudadanía a analfabetos y jornaleros, favoreciendo así "...la aristocracia del dinero", (J.L. Busaniche, "Historia Argentina" p.467) No en vano en la parte del combate Lavalle se jactará de que "...hemos derrotado a los discípulos de Artigas", (J. M. Rosa, "Historia Argentina"), clara alusión a ambos caudillos derrotados, Dorrego (urbano) y Rosas (rural) (1). Según Busaniche (o. c., p. 487). Lavalle escribió de inmediato a su correligionario Paz -que estaba en nuestro país-, manifestándole "...satisfecho de haber asegurado el influjo de la primera clase de la Sociedad". "Ya está visto que la República es una merienda de negros que en nuestro país no puede ser. He entrado en el proyecto de establecer una monarquía y tendremos por soberano a un príncipe de las primeras dinastías de Europa" ("Rev. Museo Histór." XXX, p.261).

En vista de que los gauchos de su provincia natal, Buenos Aires, seguían fieles a Rosas, Lavalle los hizo asesinar tan masivamente por la tropa de línea, que 1829, año de su dictadura, fue el único en la historia de la Provincia en que las muertes -aunque no todas anotadas, obviamente-, superaron a los nacimientos, con una diferencia de 813 (M. Galvez, "Rosas", p.87).

Viendo que las provincias vendrían a apoyar a Rosas, conferenció con éste y se exilió en nuestro país (set. 1829). Previamente robó hasta el último peso de la tesorería que repartió con media docena de sus correligionarios, entre ellos los militares orientales Enrique Martínez y Anacleto Medina, según el ya citado Busaniche. Con dinero tan mal habido adquirió la estancia "Los Laureles" en el departamento de Colonia, donde hoy se levanta la localidad que "honra" su nombre.

En 1831 - sin duda que para congraciarse con el presidente Rivera que había reprobado el asesinato de Dorrego - colaborará con él en el exterminio charrúa. Narra E. Acosta y Lara ("Los protagonistas") que "...los emigrados argentinos encabezados por el general Lavalle... prestaron su ayuda en el encuentro del día 11. Puede que regresaran al litoral  que Rivera los haya acompañado hasta Tres Arboles, vista su intención de cumplimentar al jefe del grupo". Según el mismo autor, en su país "...el propio Lavalle había hecho una gran matanza de ellos (indios) en el Hinojal en 1825".

Sin duda que el éxito de Salsipuedes hermanó para siempre a Lavalle con Rivera.

En 1836 ambos se levantan contra el gobierno constitucional de Oribe, pero son derrotados en Carpintería y se refugian en Brasil. El presidente riograndense Mattos les auxilia con tropas, armas y dinero e invaden nuevamente. Los tres firman el tratado de Cangüe -cuyas tres cláusulas eternizan a Rivera en la presidencia-, y derrotan al ejército legal en Palmar. Con el importante apoyo de la marina de guerra francesa, triunfa así el primer golpe militar de la historia de la República Oriental. Lavalle se consagra... ¡bicampeón del Plata!

Embarca ahora a los suyos en la escuadra francesa con cuyos cañones  -y dinero- remonta el Paraná y ataca a Entre Ríos. Pero el emigrado Oribe los derrota en Sauce Grande (16.7.840). Fastidiados por el fracaso, los franceses lo desembarcan -costa bonaerense-, para que conquiste su ciudad natal. Segurísimo de una adhesión popular masiva, se retirará empero desalentado, escribiendo (9.9.840) a su mujer: "No he encontrado más que esclavos...y muy contentos con sus cadenas".  La congénita soberbia, la eterna petulancia que serán su perdición. Un mes después (12.10), desde Entre Ríos, la tranquiliza: "En estas tierras de mierda no hay quien me mate gracias al terror que inspiramos".  Al respecto, seguía siendo capaz de todo. Poco después logra tomar Santa Fe, pero se le escapa el general enemigo Juan Pablo López, a quien había prometido degollar. Ello contraría su infatuado ego, por lo que "...Zabá Hernández, de diez años, fue sacado de su casa por orden de Lavalle y fusilado inmediatamente por ser sobrino del general López". (A. Schulkin, "Paysandú" II p. 192).

Oribe volverá a derrotarlo en Quebrachito (Córdoba) y en Famaillá (Tucumán). Siempre huyendo de aquél, hallará fortuita muerte - nunca aclarada- de un balazo en Jujuy.

Ya es un exceso que en Montevideo exista una calle con su nombre.

Nota
(1).- Su amigo y correligionario el general Paz, dirá de él en sus "Memorias" (T.III, p. 403): "Despreciaba en grado superlativo a las milicias de nuestro país y miraba con el más soberano desdén a las puebladas. En su opinión la fuerza estaba sólo en las lanzas y los sables de nuestros soldados de línea, sin que todo lo demás valiese un ardite".

JORGE PELFORT

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